Joana Serra
Berlín
Viernes, 21 de julio 2023, 18:38
La pregunta sobre qué hay detrás de la epidemia de «quemadores del Corán» obstinados en poner las cosas difíciles a la permisiva Suecia sacude los medios del país nórdico. «¿Son musulmanes, cristianos o ateos?», se pregunta en su titular el diario 'Dagens Nyheter', un día ... después de que Salwan Momika, un padre de familia iraquí llegado a Estocolmo como refugiado en abril de 2018, encendiera los ánimos del mundo árabe al convocar a una quema del libro sagrado musulmán y de una bandera de Irak ante la embajada de ese Estado. Llovía sobre mojado, puesto que en junio había llevado a cabo una acción similar ante la mayor mezquita de la capital sueca.
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Esta vez se limitó a patear el Corán junto con otro iraquí, mientras decenas de cámaras de televisión y prensa gráfica seguían su acción a distancia y grupos de musulmanes protestaban, también detrás de un cordón de seguridad policial. Que no llegara a quemar el libro sagrado era casi lo de menos: la noche anterior centenares de seguidores del líder chiita Muqtada al Sadr provocaron un incendio real en la embajada sueca de Bagdad, tras irrumpir en el recinto de la sede diplomática.
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«No quiero perjudicar al país que me ha recibido y preservado mi dignidad. Sólo quiero alertar de la peligrosidad de ese libro», afirmó Momika a otro diario sueco, 'Aftonbladet'. Fue tras culminar su acción ante la embajada, convocada a una hora óptima -las 13.00 horas- para lograr el mayor impacto con un esfuerzo mínimo: se bastaron él y un compatriota, así como la grabación posteriormente colgada en las redes.
Tanto el acto ante la embajada iraquí como el anterior ante la mezquita contaban con autorización del Gobierno. No está claro si la intención de Momika es lograr la prohibición del Corán en Suecia, como ha afirmado. O si sigue el ejemplo del neonazi sueco-danés Rasmus Paludan, quien ha llevado a cabo provocadoras quemas en barrios de inmigrantes en Dinamarca y ante la embajada turca de Estocolmo.
Se sabe de Momika, de 37 años y originario del norte de Irak, que llegó en busca de asilo a Suecia en 2018. El 90% de la población de su ciudad de origen es cristiana, en una región que había caído bajo el control de la milicia Estado Islámico (EI). Según medios suecos, procede de una familia también cristiana, aunque ahora se declara ateo. Tiene estatus de refugiado desde 2020 y vive con sus dos hijos en Järna, un municipio a cincuenta kilómetros de Estocolmo.
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37 años
tiene Momika, que llegó del norte de Irak a Estocolmo en 2018 en busca de asilo.
Hace un año ingresó en el partido de los Demócratas Suecos, la formación ultraderechista que apuntala como socio externo a la coalición de centro-derecha del primer ministro Ulf Kristersson. Es un partido xenófobo, que se disparó a la segunda posición en los comicios nacionales del año pasado, por detrás de los socialdemócratas y dejando a los moderados de Kristersson en tercera posición. «Es el único partido que defiende los valores suecos», afirmó a 'Aftonbladet'.
Que un refugiado iraquí con semejante perfil abrace esta ideología ha generado diversas interpretaciones. Entre ellas, que sufra algún desequilibrio psíquico, ya que hace apenas dos años proclamó a través de Twitter su admiración por el líder chiita Muktada al-Sdar. Es decir, el mismo que ahora lanzó a sus seguidores a prender fuego a la embajada sueca.
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El 'Dagens Nyheter' lo sitúa en la órbita de los imitadores de Paludan o clonadores de sus provocadoras acciones. Paludan es un abogado originario de Dinamarca, que hace cuatro años logró notoriedad en las redes sociales con sus quemas del Corán, y ha fundado el partido Rumbo Firme, sin representación parlamentaria.
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Pese a la sacudida provocada con su acción, Momika aspira a quedarse en Suecia. Puede toparse con problemas, ya que Kristersson ha endurecido la ley de inmigración en sus ansias por satisfacer a Turquía a cambio de que desbloquee su ingreso en la OTAN. Ankara ha vetado su ingreso, precisamente, por considerar que Estocolmo da refugio a terroristas y enemigos del Islam. Hace una semana levantó ese bloqueo, pero la ratificación sigue pendiente y puede demorarse hasta otoño.
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Kristersson ha condenado las acciones de Momaki, pero argumentando que están amparadas por la Constitución sueca. El país nórdico defiende como una señal de identidad nacional la libertad de expresión, por encima de los problemas que pueda acarrearle. Pero crece entre la opinión pública la consideración de que quemar libros sagrados o banderas de otros países se asemeja más a un caso de incitación al odio.
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