La larga lista de espías y oligarcas críticos con Putin que pierden la vida

El último caso sospechoso fue el de la vicepresidenta del banco ruso Loko-Bank, Kristina Baikova. La empresaria, de 28 años, murió en junio tras precipitarse por la ventana de su piso. Su fallecimiento, todavía bajo investigación de la Policía, se produjo por la gravedad de sus heridas tras caer de una undécima planta.

Al igual que ella, otras personas también han caído de manera misteriosa desde las ventanas de grandes edificios. El millonario Dan Rapoport, dueño de un reconocido club nocturno en Moscú -que estaba exiliado en Estados Unidos por ser crítico de Putin-, falleció después de saltar de su apartamento de lujo en Washington. Aunque su muerte fue considerada por las autoridades como un suicidio, su esposa aseguraba que había otras razones detrás y afirmaba que se trataba más bien de un crimen contra los «enemigos del Kremlin».

El misterio también rodea la muerte de al menos ocho empresarios rusos durante lo que fue la antesala de la guerra o cuando se desató el conflicto. Todos por suicidio o en accidentes aún no explicados. Seis de las víctimas trabajaban en dos de las empresas energéticas más grandes del país. El presidente de la petrolera Lukoil, Ravil Maganov, que se había posicionado públicamente en contra de la invasión a Ucrania y había pedido el cese inmediato de la ofensiva, murió al caerse por una ventana de un hospital de Moscú en el que estaba ingresado tras sufrir un paro cardiaco. Las cámaras de seguridad que monitorizaban el lugar habían sido desconectadas en el momento que sucedió todo porque «estaban en mantenimiento», se asegura en el informe de la investigación.

Pero las pérdidas de vidas sospechosas no se reducen al año y medio desde que comenzó la guerra. Ya en 2020, el opositor Alexei Navalni estuvo cerca de morir por envenenamiento. Durante un vuelo desde Omsk hasta Moscú, Navalni -que actualmente está en prisión acusado de «apoyar el extremismo»- fue intoxicado con Novichok, una potente sustancia letal. Desde entonces ha denunciado que el Kremlin intentó asesinarlo.

En 2006, Alexander Litvinenko murió con 43 años tras haber bebido té verde mezclado con polonium-210, un potente elemento radioactivo, en un caso que desató una fuerte controversia diplomática con el Reino Unido. Litvinenko, un exagente del KGB y exespía ruso, residía en Londres, al parecer, por orden de Putin, según una investigación británica. Las pesquisas resultaron en el descubrimiento de que el antiguo guardaespaldas del KGB Andrei Lugovoy y otro ciudadano ruso, Dmitry Kovtun, llevaron a cabo la operación. «Hay indicios que permiten concluir que fue asesinado por agentes de los servicios de inteligencia ruso en una operación probablemente aprobada (...) por el presidente», explicaba entonces el juez a cargo de la investigación.

Otro de los espías que formaban parte de la «lista negra» es Sergei Skripal. Como agente doble ruso daba información secreta a la Inteligencia británica. Pero el supuesto intento de asesinato no pudo ser concluido. Skripal apareció inconsciente hace seis años en Salisbury, en el Reino Unido, junto a su hija. Ambos sobrevivieron, pero los médicos encontraron trazas de Novichok en sus cuerpos. Dos años después, Skripal fue juzgado, condenado por alta traición y encarcelado.