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Ucrania conmemora el primer aniversario de una guerra que en el Donbás estalló en 2014 tras la ocupación rusa de Crimea. Kramatorsk se ha convertido en el núcleo urbano más importante bajo control ucraniano de una región partida en dos. La situación en el frente ... este no es favorable a los intereses de Kiev y desde el Ministerio de Defensa llevan días alertando de que se vive un momento «extremadamente difícil», por lo que «las tropas ucranianas han retrocedido una distancia de hasta tres kilómetros de las líneas previamente ocupadas».
La incertidumbre se respira en Kramatorsk, donde todas las miradas están puestas en la batalla de Bajmut, localidad situada a cuarenta kilómetros en la que los combates son «metro a metro», en palabras de los responsables de Defensa. «Si cae Bajmut, nos vamos porque los rusos tendrán pasillo directo para llegar a Slaviansk y Kramatorsk», afirma Ivan Tatarovski. Este obrero de la construcción jubilado ocupa ahora un piso de un familiar porque el suyo quedó destrozado tras el impacto de un misil hace veinte días en la calle Marata, en pleno centro. Su esposa, Ala, dice que tienen «mucho miedo». «No podemos irnos porque no tenemos dinero para alquilar una vivienda, solo saldremos si no hay más remedio», asume.
Ivan comparte resignación y piensa que «la guerra puede ser muy larga». «Nosotros empezamos a sufrirla en 2014 y hemos perdido a miles de hombres. Los rusos son muchos más, tienen capacidad de enviar a más soldados a luchar que nosotros y a la larga esto les beneficia», retrata.
Los pocos supermercados abiertos están bien surtidos, pero los precios son muy caros para los jubilados que tienen pensiones que no superan las 2.000 grivnas (unos 50 euros al cambio). Ellos sobreviven gracias a la ayuda humanitaria que les entregan en cajas una media de dos veces al mes. La electricidad ha vuelto, también los servicios de gas, agua corriente y telefonía, y en las calles funciona el transporte público en servicios mínimos. Se respira una aparente normalidad a las puertas del frente, que no tarda en romperse con el rugido de la alerta antiaérea. A un lado y a otro se ven uniformados, soldados y miembros de la Defensa Civil. Son mayoría en las calles de este lugar asustado por el avance del enemigo que antes de febrero de 2022 tenía más de 160.000 habitantes.
Los uniformados también son mayoría en los hospitales, pero la prensa no es bienvenida «por motivos de seguridad». El centro sanitario militar está reservado a los casos más graves, y el resto de soldados acude a la planta primera del hospital número 3, donde no paran de llegar ambulancias y coches con heridos.
Los civiles son atendidos en una segunda planta del centro, pero no pasan más de 24 horas antes de que les transfieran a Dnipro, a 250 kilómetros al Oeste. «La orden es evacuar lo antes posible a los pacientes porque la situación es inestable y puede empeorar en cualquier momento», informan los médicos a las puertas de una habitación en la que se recupera Alina Lukianovna, de 84 años, recién llegada de Bajmut. El ejército ha logrado sacarla con vida de su casa en la calle Krilova, a la que no piensa volver. «Allí solo hay muerte y destrucción, ya no llegan ni los voluntarios que antes nos traían algo de comida», explica.
Alina perdió a su hijo en 2014, cuando empezaron los combates, y no se ha encontrado con soldados rusos pero sí ha visto «muchos ucranianos, muchos de nuestros jóvenes muertos, muchos». Las cifras de bajas son uno de los grandes secretos en un conflicto en el que ambos bandos evitan hacer balances oficiales de las pérdidas sufridas.
El hospital tiene las ventanas selladas con madera. En este aniversario, el ministro de Salud, Viktor Liashko, aprovechó para recordar que en los últimos doce meses han muerto 106 trabajadores del sector y que 174 centros sanitarios han sufrido daños o han sido destruidos. «Bajo la Convención de Ginebra, las instalaciones médicas están protegidas por el derecho internacional, y si un país no obedece esas reglas, es un estado terrorista y debe ser reconocido como tal», denunció el ministro en una entrevista ofrecida a la cadena BBC.
Los discursos y las visitas oficiales a Kiev quedan muy lejos del frente, pero las decisiones que allí se toman tienen un impacto directo en la marcha de los combates. Ivan y Ala no se despegan de la televisión para seguir las noticias. Respiran al saber que Vladímir Putin no ha realizado una nueva llamada a filas y siguen cada detalle sobre las promesas de los aliados de envíos de armas y municiones. En el Donbás entran en su noveno año de guerra y nadie ve la luz al final del túnel.
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