Viktor Bout, en una imagen reciente tras su excarcelación el pasado diciembre en un intercambio de presos entre Rusia y Estados Unidos. AFP

El 'mercader de la muerte' que se ha hecho diputado ruso

Viktor Bout, el considerado mayor traficante de armas del mundo, que trató con los más sanguinarios dictadores africanos y fue encarcelado en EE UU, logra un escaño en las elecciones regionales en un partido ultranacionalista

Miguel Pérez

Lunes, 18 de septiembre 2023, 00:04

El 'mercader de la muerte' ya es diputado ruso. Viktor Bout, el tráficante de armas que el pasado diciembre fue intercambiado por la jugadora de baloncesto Brittney Griner en una operación pactada entre Rusia y Estados Unidos, ha conseguido convertirse en parlamentario electo en la ... Asamblea Legislativa de Ulianovsk en las elecciones del 10 de septiembre. Bout representará al Partido Liberal-Demócrata, al que se afilió cuatro días después de pisar Moscú tras 15 años encarcelado en Tailandia y EE UU. La formación ha conseguido dos escaños en esta región adyacente a la República de Tartaristán y con algo más de un millón de habitantes. La Cámara estará controlada, sin embargo, por Rusia Unida, el partido del presidente Vladimir Putin, que ha arrasado en los comicios regionales.

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La incursión de Bout en el conglomerado de grupos políticos que ocupan los dieciocho escaños de la Asamblea, entre ellos el Partido Comunista de la Federación Rusa fundado en 1993, revela hasta dónde ha cosechado popularidad el hombre que figuró entre los más buscados del mundo y se trataba cara a cara con dictadores sanguinarios como el zaireño Sese Mobutu o el señor de la guerra del Congo Jean-Pierre Bemba, Es una popularidad ganada a pulso y por la fuerza bruta porque, en realidad, el extraficante ha permanecido hasta el pasado diciembre en el olvido de una cárcel remota y, supuestamente, no figura entre las compañías favoritas de las élites política y económica rusas. Él atribuye su escaño a haber hecho mucha calle. A pegarse a vecinos y organizaciones que le han abierto un conocimiento amplio de los problemas ciudadanos. También es muy probable que se haya cobrado un buen puñado de favores entre gente influyente de la sociedad moscovita. Y que el Kremlin, o los aparatos del Estado, no le hayan dejado de la mano.

En cualquier caso, cabe pensar que en su relativo éxito –un modesto 11% de los votos pero éxito al fin y al cabo– tienen influencia otros factores: su pasado, muy del gusto del perfil de simpatizante del fallecido Evgueni Prigozhin, la devoción de los nostálgicos por cualquier figura surgida de la URSS y la cierta aureola heroíca forjada por el propio Gobierno, que durante años ha intentado su liberación de una prisión estadounidense. El día en que se produjo su excarcelación, la televisión pública hizo de él la siguiente lectura: «Fue injustamente condenado, pero nunca traicionó a su patria».

Bout hace el gesto de la victoria tras ser detenido en Tailandia en 2008. AFP

Nadie duda en Moscú de que su conducta sigue inamovible: fiel al jefe del Kremlin. En un régimen como el ruso, prevalecen las siglas políticas que respaldan al presidente. En ese sentido, una interpretación de la pequeña victoria de Bout en la región natal de Lenin apunta al deseo de Putin de rodearse de 'nuevos' valores políticos que representen al mismo tiempo la añeja URSS. Aunque sea a costa de converir al que fuera mayor traficante de armas del mundo en diputado ruso.

Los restos de la URSS

El 'mercader de la muerte' nació de las miasmas de la Unión Soviética. Tras la disolución de la URSS, miles de armas y municiones, vehículos militares e incluso, barcos anclados a tierra por falta de mantenimiento o aviones incapaces de volar ante los recortes de combustible quedaron en una especie de vacío administrativo y, directamente, en el más absoluto abandono. Bout se aprovechó de todo ese material, en especial el que quedó almacenado en Ucrania.

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Sabido es que durante años los altos mandos militares vaciaron muchos de estos arsenales, que acabaron en manos de ejércitos y milicias africanas a cambio de dinero y diamantes. Bout supo hacerse con una flota de enormes aviones de carga Antonov e Ilyushin y erigirse en una pieza central de este comercio ilegal, según las investigaciones de Estados Unidos, que siempre ha creído que el tráficante necesitó la ayuda del servicio de Inteligencia ruso. De hecho, todavía hoy muchos piensan que colaboró durante años con el actual FSB.

A diferencia de otros colegas, Viktor llegó a lo más alto gracias a dirigir él solo todo el cotarro. Transportaba y entregaba la mercancía en persona a sus clientes. Un modo de dominar todas las fases del negocio, convertirse en un experto en la logística y evitar grietas de seguridad. Hay fotos suyas presenciando la descarga de equipos en lugares remotos donde un avión a duras penas aterriza. Este método le permitió además frecuentar a dictadores, gobernantes sin escrúpulos, militares de alto rango y otros personajes particulares de un mundo oscuro. No obstante, en una ocasión precisó en una entrevista en 'Der Spiegel' que él volaba con armas, pero «sólo las transportaba, nunca las vendía». Hasta el día de hoy, sigue negando que comerciara con la muerte.

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La ONU le acusó de suministrar armas a algunas de las peores guerras africanas. Reuters

Pero el Pentágono y la ONU afirman que sí lo hacía y que daba igual con quién tratara. Un señor de la guerra afgano, un autócrata angoleño o el propio Charles Taylor, el brutal expresidente de Liberia condenado por el Tribunal de La Haya a 50 años de cárcel tras cometer crímenes contra la humanidad. Taylor protagonizó un régimen de terror infernal entre 1997 y 2003 y patrocinó la guerra en la vecina Sierra Leona, donde desató una espiral de asesinatos, violaciones y mutilaciones indescriptible. Bout suministró armas a su Gobierno, según Estados Unidos. Claro que, según parece, sus aviones también transportaron a tropas francesas o a los soldados estadounidenses en Irak a espaldas de George Bush. «El problema es el sistema. Las armas no son tan diferentes a los medicamentos», dijo una vez sobre el comercio ilegal de arsenales.

La trampa de Tailandia

Nacido en Tayikistán hace 55 años, el 'mercader de la muerte' recibió una sólida formación militar y perteneció a las fuerzas aéreas rusas antes de percatarse de que había formas más lucrativas de vivir. Domina varios idiomas. Estuvo en el radar de la Administración americana desde los 90 y de Naciones Unidas desde 2000 por su papel en las guerras africanas. Un ejemplo del poder de su negocio. así como de un carácter marcado por el afán económico y la ausencia de lealtad a sus 'clientes', tuvo lugar en Angola, donde aparentemente suministraba armas al Gobierno y a los rebeldes al mismo tiempo.

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Su doctrina consistente en tratar directamente con los destinatarios le hizo caer en 2008 en una trampa de la DEA en Tailandia. Después de años de zafarse de la Justicia, EE UU pudo capturarle acusándole de querer vender armamento a la guerrilla colombiana, etiquetada como terrorista por Washington, con la intención de asesinar a ciudadanos estadounidenses.

La detención transcurrió así. Bout se entrevistó con dos miembros de las FARC, en realidad colaboradores de la agencia americana, en un hotel de Bangkok. Bebieron solo agua y té. Los dos individuos le preguntaron al 'mercader de la muerte': «¿Cómo podemos defendernos con un rifle contra un Black Hawk o contra un Apache? Queremos derribar a esos hijos de puta estadounidenses». Su interlocutor respondió: «Tenemos el mismo enemigo». Y acto seguido pasó a contarles que podía suministrales miles de fusiles, millones de balas, equipos de localización y misiles SAM tierra-aire con los que atacar a los helicópteros del ejercito de EE UU. Los supuestos compradores salieron de la habitación con la excusa de comunicárselo a su jefe. Entraron seis miembros de la DEA. Habían grabado la conversación desde el cuarto contiguo.

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El 'mercader de la muerte' pasó a ser desde entonces en uno de los presos rusos más populares de Tailandia y, más tarde, de EE UU, hasta que fue intercambiado este último invierno por la jugadora Brittney Griner después de tres meses de negociaciones secretas.

Brittney Griner, en una comparecencia ante un tribunal de Moscú antes del intercambio de presos. AFP

Resulta curioso que, solo cuatro días después de regresar a Rusia, Bout se afiliara en el Partido Liberal-Demócrata (LDPR), una formación fundada en 1989 por el agitador nacionalista Vladimir V. Zhirinovsky, fallecido el año pasado; un tipo radical que se presentó en varias ocasiones a la presidencia del país e inquietante si se tiene en cuenta que en 2021 predijo que Moscú invadiría Ucrania «a las cuatro de la mañana del 22 de febrero de 2022»; es decir, dos días antes del inicio real de la guerra.

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Lencería e invasión de Alaska

En realidad, el LDPR no tiene nada de liberal ni de demócrata. Pertenece a la ultraderecha más extravagante y se le encuadra en la 'oposición oficial' a Putin, o sea un amigo del régimen. Antes de su muerte Zhirinovsky protagonizó grandes discursos que dan la talla del personaje: propuso invadir Alaska, vender las islas Kuriles a Japón, instalar en los cementerios de residuos nucleares ventiladores gigantes que dirigieran el viento hacia Alemania y comercializar lencería femenina mejor de la que se vendía los comercios moscovitas. A EE UU lo consideraba un «país de chupapollas y pajeros». Entre sus filas, el partido cuenta con Andrei K. Lugovoi, exmiembro de la KGB a quien el Reino Unido considera autor del envenenamiento de Alexander V. Litvinenko en 2006 en Londres.

Y en ese magma de loco partido venido a menos, Bout ha justificado su rápido ingreso con una razón lapidaria: «¿Qué hago?», ha dicho. «¿Coger unas vacaciones? (después de tres lustros en prisión)». También ha justificado el hecho de comenzar en el nivel más básico, en la política regional, por un deseo de «conocer gente y aprender cómo viven». Sin embargo, a tenor de otras declaraciones quedan pocas dudas de que su carrera llegará bastante más lejos. Afirma que iría al frente ucraniano a combatir como voluntario «si hubiera tenido la oportunidad y las habilidades necesarias» y ha confesado que durante su larga estancia en una prisión de Illinois (EE UU) «siempre» tuvo un retrato de Putin en la pared.

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«Estoy orgulloso de ser ruso y de que nuestro presidente sea Putin», ha sentenciado. Claro que también ha tenido unas palabras para Donald Trump tras su imputación en varias causas judiciales. «Es bienvenido en Rusia. Aquí encontrará un refugio seguro y podrá liderar la lucha por el pueblo estadounidense», le ha expresado recientemente en una carta al expresidente y líder republicano, en la que muestra su preocupación porque «la Administración Biden no se conformará con arrastrarlo por el sistema judicial y penitenciario. Prefiere acabar con su vida que dejar que usted se interponga en su camino».

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