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Exultante tras haber acaparado durante tres días el foco de atención internacional al ejercer como anfitriona de la última cumbre del G7, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, aprovechó su comparecencia una vez concluido este foro el pasado fin de semana para mandar dos recados ... a Bruselas. Al hablar sobre las negociaciones en curso para designar a los máximos cargos de la Unión Europea tras las recientes elecciones, en las que su partido, Hermanos de Italia, consiguió un óptimo resultado, señaló: «Sé que a Italia le será reconocido el papel que le espera y que Europa comprenderá el mensaje que ha llegado de los ciudadanos».
Meloni no tiene ningún interés en que concluyan pronto las conversaciones entre los distintos grupos políticos del Parlamento Europeo para elegir a quienes ocuparán el vértice de las instituciones de la UE. Primero, a su juicio, toca definir las líneas políticas y luego encontrar a los mejores intérpretes para ellas, no empezar por los nombres. «Ese es un juego que hacen otros», señaló la única jefa de Gobierno de uno de los grandes países entre los Veintisiete que salió reforzada de la cita con las urnas. Ese respaldo popular en su tierra, unido a su liderazgo en el grupo de los Conservadores y Reformistas del Parlamento Europeo, brindan a Meloni un importante peso en el juego de equilibrios que se desarrolla estos días entre las distintas 'familias' políticas para decidir quiénes serán los protagonistas de la UE en esta nueva legislatura.
El gran escollo de la jefa del Ejecutivo de Roma es el origen ultraderechista de su partido. Aunque durante los cerca ya de dos años que lleva en el poder se ha mostrado como una política conservadora al uso, el pasado extremista de su formación asusta aún a muchos en Bruselas, que tuercen la nariz ante la posibilidad de aliarse con ella. El tiempo, en cualquier caso, juega a favor de Meloni, que esta semana ha conseguido que el grupo de europarlamentarios que lidera se convierta en el tercero más numeroso, por detrás de los populares y de los socialistas.
Los Conservadores y Reformistas cuentan ya con 83 miembros y han adelantado a los liberales de Renew, que pierden inscritos. Con este escenario, Ursula Von der Leyen podría necesitar el apoyo de Meloni para ser reelegida al frente de la Comisión Europea.
«Mi papel hoy es organizar un frente alternativo a la izquierda y dialogar con todos. Pienso que podría venir alguna sorpresa en el futuro en la Unión Europea tanto sobre las coaliciones que se forjarán como sobre los temas», señaló la jefa de Gobierno italiana. Durante un evento organizado por el diario 'Il Giornale' tendió además la mano al Partido Popular Europeo, que aunque salió reforzado de las elecciones, probablemente necesitará de los Conservadores y Reformistas de Meloni. «Creo que se dan cuenta de que seguir las políticas de la izquierda de estos años sería fatal», dijo.
A la primera ministra italiana le interesa que no se cierre un acuerdo en el próximo Consejo Europeo, convocado el jueves y viernes. Si los tiempos se dilatan un poco más, las negociaciones coincidirán con las elecciones legislativas francesas, que se celebran el 30 de junio y el 7 de julio y en las que parte como favorita la ultraderechista Marine Le Pen. Aunque el partido político de ésta última, Agrupación Nacional, no forma parte del grupo de europarlamentarios liderado por Meloni, una victoria de Le Pen reforzaría sin duda la posición de la dirigente italiana, dándole aún más argumentos para imponer una línea conservadora en Bruselas. En ese empeño encontraría un aliado en el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que mañana visitará Roma.
Mientras juega con paciencia la partida en curso en Bruselas, Meloni acelera en la política doméstica con dos reformas institucionales. La primera es la ley de la autonomía diferenciada, que esta semana fue aprobada por el Parlamento y que aumenta las competencias de las regiones. Impulsada por la Liga, uno de los partidos que forman parte de la coalición gubernamental conservadora, esta normativa prevé que los distintos territorios en que se divide Italia puedan establecer convenios sobre ciertas competencias con el Estado con una duración máxima de 10 años prorrogables. La oposición considera que esta medida ahonda en la fractura entre las regiones más ricas del norte y las del sur, con una economía más débil.
La otra reforma institucional impulsada por el Ejecutivo pretende modificar la Constitución para que el primer ministro sea elegido directamente por los ciudadanos en unas elecciones. También aumentaría sus competencias, mermando las del presidente de la República, un cargo que en Italia tiene una gran importancia por su papel como contrapeso y árbitro entre los partidos. El Senado dio el pasado martes el primer paso para aprobar este proyecto de ley, muy criticado por la oposición, que tendría finalmente que ser confirmado con un referéndum.
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