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M. Pérez
Domingo, 7 de julio 2024, 22:47
Emmanuel Macron, fiel a la tradición, no hará una declaración oficial hasta que se anuncien los resultados definitivos de las elecciones francesas. Incluso fuentes del Palacio del Elíseo insinuaban la noche de este domingo que estaría pensando en esperar a la «estructuración» del nuevo Ejecutivo. ... El presidente galo pidió «cautela» a los suyos, pues el resultado de las urnas no permitirá deducir «quién gobernará».
Sin embargo, el mandatario dejó claro a su equipo que la alianza macronista «sigue muy viva». El presidente tiene motivos para sentirse satisfecho. En la nueva arquitectura política del país los suyos ocuparán la segunda plaza, según apuntan los sondeos a pie de urna, pero lo importante es que el rival a batir, Agrupación Nacional, quedará en tercer lugar. Y eso le permite respirar. Las papeletas se han ido para el Nuevo Frente Popular, pero el jefe de Estado ha salvado los muebles con bastante holgura.
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La coalición presidencial, reunida bajo el lema Ensemble, obtendría entre 150 y 170 escaños, en función de los análisis del Instituto Ipsos Talan realizados para las corporaciones France Télévisions, Radio France y France 24/RFI. La mayoría saliente de la Asamblea Nacional logra así una estimación muy superior a los pobres 70 escaños que predecían los sondeos más lúgubres. Los primeros análisis atribuyen el ascenso a la retirada de candidatos entre la primera y segunda ronda en una operación general contra la extrema derecha -más de doscientos en total- que ha permitido concentrar el voto en las formaciones de centro, derecha moderada e izquierda con más posibilidades en cada distrito. La fórmula elegida, o bien el cordón sanitario impuesto, ha sido eficaz para frenar a la ultraderecha. Otro elemento ha sido la activación de miles de electores centristas que han recuperado a última hora la apuesta por el macronismo ante la debacle que parecía avecinarse.
Si las estimaciones se mantienen, parece claro que el Nuevo Frente Popular y la alianza de Macron deberán negociar un gobierno de coalición. Es decir, el presidente despeja la amenaza de la tan temida cohabitación, pero además demuestra que la arriesgada decisión de disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones hace menos de un mes no ha sido tan catastrófica como aparentaba. De paso, alivia la angustia de la Unión Europea, que en un ecosistema de crecimiento de la derecha extrema en el territorio comunitario veía con auténtica inquietud que Francia virase hacia la ultraderecha.
La primera consecuencia material de los comicios ha sido la dimisión del primer ministro, Gabriel Attal, que ni siquiera ha esperado a los resultados oficiales. La noche de este domingo anunció su renuncia, que presentará este lunes al presidente. Lo de dimitir tras la noche electoral se trata de un gesto bastante habitual en la política francesa para que el jefe del Estado quede con las manos libres para la formación de un nuevo gabinete. Queda esperar a comprobar si el presidente la admite o rechaza.
Con la emoción en su rostro, el miembro más jóven del gabinete saliente explicó que «esta noche ninguna mayoría absoluta puede ser dirigida por los extremos. Gracias a nuestra determinación y a la fuerza de nuestros valores, estamos en pie», subrayó antes de destacar que la alianza macronista ha logrado a priori «tres veces más diputados de los que daban las estimaciones al inicio de esta campaña». No obstante, Attal lanzó un mensaje sobre los millones de franceses que ha votado a «los extremos». «Nunca me resignaré a eso», aseguró. El ya ex primer ministro animó a sus compañeros de partido y les instó a «estar siempre del lado de los que creen en Francia» y apaciguar a los que «quieren inflamar nuestros ánimos y hacer el juego a populistas y comunitaristas».
A partir de hoy se abre un escenario de absoluta incertidumbre, pero que de nuevo vuelve a colocar a Macron en el centro. Aunque el líder de La Francia Insumisa, Melenchon, le ha exigido velocidad (e incluso cree que debería dejar lel Elíseo), el jefe del Estado no se ve apremiado a constituir un nuevo gabinete. Sin mayorías absolutas, puede tomarse tiempo. De hecho, podría no admitir la dimisión instantánea de Attal, como sí hizo Nicolás Sarkozy en 1997 al aceptar la de Alain Juppe, y mantenerle como ministro en funciones. Mañana deberá volar a Washington donde se celebra la cumbre de la OTAN hasta finales de semana. Resulta alto improbable que decida el futuro del país antes de su vuelta. Sobre todo porque la nueva Asamblea Nacional estará formada por tres grandes bloques divididos y será necesario negociar una coalición o, en el peor de los casos, instaurar un Gobierno 'técnico'.
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