Un mandatario contra las cuerdas con una actitud más bien a la defensiva. El presidente francés, Emmanuel Macron, condenó este jueves «la irresponsabilidad» de las oposiciones (izquierda y extrema derecha) que tumbaron un día antes el Gobierno del conservador Michel Barnier. El jefe del Estado ... galo hizo su primera intervención pública tras el éxito la víspera de una moción de censura del Nuevo Frente Popular (NFP), la coalición de izquierdas, que contó con el apoyo de la ultraderecha de Marine Le Pen.
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«La extrema derecha y la extrema izquierda se unieron en un frente antirrepublicano», denunció Macron desde el Elíseo sobre la primera moción de censura que fructifica en el país desde 1962. A pesar de los rumores de que revelaría el nombre del sustituto de Barnier, hubo pocos anuncios en su discurso televisivo, que apenas se alargó veinte minutos. El más destacado fue que prometió la designación de otro primer ministro «en los próximos días». «Le pediré que forme un Gobierno de interés general en que se vean representadas todas las fuerzas políticas (…), que puedan participar en él (…) o que al menos se comprometan a no censurarlo», indicó con una fórmula algo alambicada. De hecho, no dio demasiadas pistas del perfil del futuro responsable del Ejecutivo.
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Tras las elecciones legislativas anticipadas del 7 de julio, que dejaron una Asamblea Nacional muy fragmentada, Macron tardó casi dos meses a la hora de nombrar a un primer ministro. Sin embargo, ahora no puede permitirse ese privilegio ante la presión creciente de la opinión pública. Hasta un 46% de la ciudadanía gala lo considera como el principal responsable de la inestabilidad actual, un porcentaje muy superior al 11% que atribuye esta crisis a la ultraderecha y al 10% que acusa a la izquierda, según un sondeo del diario conservador 'Le Figaro'. Hasta el 64% de los franceses desea su renuncia como salida de este atolladero.
«Mi mandato (…) es de cinco años y voy a ejercerlo hasta el final», defendió el dirigente de centro-derecha. También hizo un 'mea culpa' sobre la convocatoria electoral del pasado verano. Reconoció que esa decisión «no fue entendida» por los franceses y que «eso es mi responsabilidad».
El principal desafío a corto plazo para el presidente consiste en nombrar a un primer ministro que garantice una mínima estabilidad al país. La tarea se augura muy compleja teniendo en cuenta la división de la Asamblea en tres bloques (izquierda, centro-derecha macronista y extrema derecha) casi irreconciliables. Después de su victoria por la mínima el 7 de julio y de sentirse despechados el pasado verano por la negativa del jefe del Estado a dejarles que intentaran gobernar, las formaciones progresistas se tomaron el miércoles su peculiar revancha con el mandatario. Y ahora le exigen que nombre a un primer ministro de alguno de los partidos del Frente Popular, compuesto por la Francia Insumisa (afines a Sumar o Podemos), el Partido Socialista, los verdes y los comunistas.
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«Si Macron no nombra a un primer ministro del Frente Popular, vamos a censurar de manera automática» al próximo equipo gubernamental, advirtió la diputada Mathilde Panot, presidenta del grupo parlamentario de los insumisos, el más numeroso en el seno del NFP. A pesar de esta exigencia -también compartida por socialistas, verdes y comunistas, aunque con un tono menos vehemente-, estas formaciones han flexibilizado un poco su posición respecto al verano. Ahora defienden negociar con los macronistas las líneas rojas que un hipotético Gobierno en solitario de la izquierda no debería sobrepasar.
No obstante, la hipótesis de un giro hacia la izquierda por parte del presidente cotiza más bien a la baja, aunque no se puede descartar una sorpresa. «No lo hará. El problema de Macron es que nunca pone en duda su política económica», criticaba en los pasillos de la Asamblea el diputado insumiso Eric Coquerel, en declaraciones a este medio. El jefe del Estado dedicó en su discurso una pulla evidente contra los socialistas, a los que reprochó haberse sumado a la moción de censura a pesar de ser un partido «que hasta ayer gobernaba en Francia». A pesar de ello, dos de sus dirigentes han sido convocados para reunirse con él hoy en el Elíseo.
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Los nombres que más circulan como futuribles para Matignon apuntan a una opción continuista respecto a la figura de Barnier. Por ejemplo, se habla del veterano centrista François Bayrou, quien se reunió este jueves con Macron en la residencia presidencial. También han aparecido en la prensa menciones a los conservadores François Baroin o Jean-Louis Borloo; al ministro del Interior, Bruno Retailleau, quien encarna una derecha más dura que la del líder censurado; o el responsable de Defensa, Sébastien Lecornu, muy cercano a Macron y supuestamente con buenas relaciones con Le Pen.
«El mandato que ustedes me confiaron democráticamente es de cinco años y lo ejerceré cabalmente hasta el final»
«Macron es la causa del problema, y tendrá que irse»
«No tenemos intención de hacer caer un gobierno cada tres días»
«Lo único bueno es que el presidente no ha nombrado a un primer ministro aún más derechista»
Los altos cargos del Elíseo también han valorado la opción de un Ejecutivo técnico, al más puro estilo Mario Draghi en Italia. Podrían encabezarlo François Villeroy, actual presidente del Banco de Francia, o el excomisario europeo Thierry Breton. Como ya le sucedió a Barnier, el próximo Ejecutivo deberá asumir el reto de reducir el elevado déficit público (de más del 6%) sin provocar un incendio social en una de las sociedades más bulliciosas de Europa. De momento, según indicó el presidente, prorrogarán el presupuesto de 2024 e intentarán elaborar uno de nuevo a principios del año que viene.
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Tras un arranque del otoño sorprendentemente tranquilo en las calles, la temperatura contestataria ha ido subiendo en las últimas semanas. Los sindicatos de agricultores retomaron sus protestas con el punto de mira en el acuerdo de libre comercio con Mercosur, que Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, puede culminar aprovechando el vacío gubernamental galo. Este jueves le llegó al turno a las centrales de los funcionarios. Entre 200.000 (según los organizadores) y 130.000 (dijeron las autoridades) se movilizaron en el conjunto del país en una marcha que tuvo un seguimiento especialmente relevante en el sector de la educación. Los frentes resultan múltiples. Y no se vislumbra una salida clara en la crisis de su presidencia.
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