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El desfile de líderes occidentales por Pekín entra este jueves en una nueva fase con la reunión que mantendrán los presidentes chino, Xi Jinping, y francés, Emmanuel Macron, que no pisa el país desde finales de 2019 y que, en esta ocasión, no llegará solo ... al encuentro. La máxima responsable de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, le acompañará -a petición del jefe del Elíseo- en esta cita en la que la guerra en Ucrania será uno de los principales asuntos a tratar. No sólo por los vínculos que Xi mantiene con el jefe del Kremlin, Vladímir Putin, a quien visitaba hace escasas semanas en Moscú, sino también por el plan de paz que el gigante asiático puso a finales de febrero sobre la mesa y que busca apoyos dentro y fuera de Europa. Una estrategia que Von der Leyen observa con cierto recelo, preocupada por que la propuesta pueda provocar fisuras en el bloque comunitario en un momento tan delicado.
La presidenta de la Comisión Europea -que tiene dos reuniones previstas en este viaje con el mandatario chino, una junto a Macron y otra a solas, y también hablará con el primer ministro, Li Qiang- ya hizo la pasada semana una llamada a filas a los socios ante el carrusel de líderes que se vieron, o se verán en los próximos días, las caras con Xi. La posición comunitaria sobre la invasión rusa sigue lejos de lo que defiende China, que hasta ahora ha evitado condenar este conflicto de manera pública y que, además, no se ha sumado a las sanciones internacionales a Moscú. De hecho, Xi se convirtió en el primer jefe de una gran potencia en reunirse con Putin cuando ya había sido reclamado por el Tribunal Penal Internacional (TPI) por crímenes de guerra.
La intención de Von der Leyen es que el gigante asiático cambie de postura sobre la invasión de Ucrania -la videoconferencia de Xi con su presidente, Volodímir Zelenski, sigue pendiente- y más ahora que China quiere convertirse en una especie de mediador a gran escala tras haber conseguido que Irán y Arabia Saudí restablecieran sus contactos diplomáticos. El objetivo no es fácil, ni está exento de riesgos, ya que estirar demasiado la cuerda podría complicar la relación «vital», en palabras de la propia presidenta, que mantienen en materia económica o tecnológica. Europa se esfuerza por reducir esa dependencia (el 20% de sus importaciones procede de este país) y la jefa comunitaria tiene en su agenda para estos días, por ejemplo, encuentros con representantes de la industria europea y con la Cámara de Comercio de la UE en tierras chinas.
El propio Macron, cuya visita de Estado durará tres días, lo advertía este miércoles a su llegada a Pekín: «No debemos desvincularnos, separarnos de China». «Hay que comprometerse con voluntad para seguir manteniendo una relación comercial», insistió, sin obviar que, economía aparte, la guerra será el centro de las conversaciones con Xi. En ese sentido aludió a la posición mediadora que el líder asiático tanto trata de explotar en las últimas semanas al destacar el «gran papel» que puede tener esta nación a la hora de encontrar «un camino hacia la paz» en Ucrania. Y más si se tiene en cuenta «su estrecha relación con Rusia». Un arma de doble filo a ojos del presidente galo, quien recordó -ante un posible envío de armas a Moscú- que «cualquiera que ayude al agresor se estaría poniendo en la posición de ser cómplice de una violación del derecho internacional».
20%
de las importaciones de la UE llega de China, lo que hace que sus relaciones sean «vitales».
El viaje de Macron a China se produce apenas una semana después de la visita de Pedro Sánchez y a la espera de que lleguen otros líderes occidentales como el brasileño Lula da Silva o la hondureña Xiomara Castro. También está invitada la italiana Giorgia Meloni. El jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, aterrizará el próximo jueves con el reto de que el bloque europeo mantenga una «relación constructiva -con Pekín- para resolver retos mundiales», como la crisis climática. El exministro español llevará también la agresión rusa a Ucrania en su lista de asuntos a tratar y avisó al gigante asiático de que la UE espera que se comporte «como un actor global positivo» en este escenario.
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