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La Liga no ha entrado con buen pie en la cuarentena. Este partido de ultraderecha, el más veterano del Parlamento italiano, celebró este fin de semana los 40 años de su nacimiento en un ambiente enrarecido por las críticas de su fundador, Umberto Bossi, a ... su actual líder, Matteo Salvini. Apartado de la primera línea desde 2012 debido a un escándalo de corrupción y a los problemas de salud ligados a un ictus, Bossi pidió la cabeza de su sucesor por haberse olvidado de «la cuestión septentrional». De esta manera se refieren a la transformación interna impulsada por Salvini: hizo que la formación abandonara sus soflamas independentistas para las regiones septentrionales, lo que le llevó a borrar el apellido 'Norte' de su marca electoral, para tratar de presentarse como una fuerza nacionalista en todo el país, abrazando la bandera italiana.
La transformación le salió al principio bien a Salvini. Tras hacerse con las riendas del partido a finales de 2013 después de que en las elecciones generales celebradas en aquel año la Liga se quedara en un mísero 4%, fue mejorando los resultados en las urnas hasta alcanzar un récord en los comicios europeos de 2019, cuando obtuvo un 34,4%. Cinco años después, el panorama es mucho más oscuro: las últimas encuestas sitúan a la formación con una intención de voto del 7,9%, por lo que corre el riesgo de verse superada en la cita comunitaria de junio por Forza Italia. La fuerza política impulsada por Silvio Berlusconi no sólo ha sobrevivido al fallecimiento de su fundador el pasado junio, sino que gracias al perfil moderado de su nuevo líder, Antonio Tajani, viceprimer ministro y titular de la cartera de Exteriores, no para de subir en los sondeos.
De consumarse el adelantamiento de Forza Italia, la Liga quedaría como el socio más débil de la coalición conservadora que sostiene al Gobierno liderado por Giorgia Meloni. El partido de la primera ministra, Hermanos de Italia, que se mantiene en las encuestas por encima del 27%, ha ido absorbiendo a la mayor parte de los votantes de derechas que abandonaron la formación de Salvini incómodos por sus volantazos durante la anterior legislatura, en la que mantuvo todo tipo de alianzas ideológicas para mantenerse en el poder. Lo hizo, además, con una estrategia nacional que se vivió como una traición en las regiones del norte del país donde la Liga tiene tanto sus orígenes como su tradicional granero de votos. Hay un chascarrillo que puede escucharse en las cafeterías que, aunque no es del todo verídico, sí que condensa bien esa sensación: como ministro de Infraestructuras, Salvini estaría utilizando el dinero de los peajes en las autopistas del norte para financiar el puente del estrecho de Messina, un faraónico proyecto para unir Calabria y la isla de Sicilia, en el sur del país.
Está previsto que las obras en el puente de Messina comiencen durante el verano, aunque será antes cuando Salvini se juegue el puesto: un batacazo en las elecciones europeas de junio podría abrir una crisis interna en su partido que derive en un cambio de liderazgo. El mejor colocado para sucederle es el ministro de Economía, Giancarlo Giorgetti, un tipo hábil y reservado y con un perfil mucho más serio y moderado que el del actual líder.
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