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El Comité Ejecutivo Nacional del Partido Laborista ha anunciado que no apoyará en las pŕoximas elecciones la candidatura de su anterior líder, Jeremy Corbyn, porque «disminuiría significativamente» la posibilidad de obtener una mayoría parlamentaria. El actual líder, sir Keir Starmer, margina a la facción izquierdista ... para situar al partido en una posición ecléctica.
Corbyn, que dimitió como líder tras la derrota en las elecciones de 2019, ya fue apartado del grupo parlamentario en 2020 por no respaldar las conclusiones de un informe encargado por el partido a la Comisión de Igualdad y Derechos Humanos sobre persistentes acusaciones de antisemitismo. La falta de Corbyn fue entonces afirmar que se basaban en una «dramática exageración».
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IÑIGO GURRUCHAGA
Corbyn representa en la Cámara de los Comunes a la circunscripción de Islington Norte desde 1983. A sus 72 años, es uno de los diputados más veteranos, pero su carrera se distingue por denunciar desde el escaño injusticias sociales que percibe en el Reino Unido. Mientras se debatía en su partido el fin de su vida parlamentaria, Corbyn denunciaba con megáfono en la plaza del Parlamento la ley de inmigración del Gobierno.
En 2015 los laboristas liderados por Ed Miliband perdieron las elecciones. El líder dimitió y, como era habitual, el ala más izquierdista del partido promovió un candidato testimonial. Corbyn representó a esa minoría gracias a la nominación de colegas que no compartían sus ideas, pero querían mantener la tradición del candidato excéntrico.
Pocos habían caído en la cuenta de que cambios introducidos por Miliband en el procedimiento de elección de líderes del partido debilitaba al grupo parlamentario y a los líderes sindicales, hasta entonces decisivos. Y abría la oportunidad a que se registrase cualquiera como simpatizante del partido con derecho a voto. Más de medio millón votaron. Corbyn batió con facilitad a sus tres rivales.
El laborismo conservador que gana elecciones se desmayó. Viejos izquierdistas y jóvenes indignados vivieron dos años de entusiasmo, porque Jeremy Corbyn, a quien el millonario David Cameron le reprochaba el traje con el que acudía a la ceremonia anual de homenaje a los caídos, obtuvo un gran éxito electoral en las elecciones de 2017, que había convocado la torpe Theresa May.
Corbyn nombró a Starmer como responsable del Brexit en la primera fila de la oposición. El distinguido abogado maniobró para que su líder aceptase acudir a las elecciones de 2019 con la promesa de un segundo referéndum. Fue la derrota más humillante desde 1935. Desde entonces, los laboristas con buen traje achacan la derrota a la disparatada estampa de Corbyn y los seguidores de este a Starmer, por envenenar la campaña con su empeño en darle la vuelta al Brexit.
La moción para retirar el apoyo a Corbyn fue aprobada por 22-12 en la Ejecutiva. Starmer inició su mandato marginando a los corbynistas de las estructuras del partido y del grupo parlamentario. El laborismo tiene una ventaja sustancial sobre los conservadores en la intención de voto y Starmer cree que puede sortear la protesta de la asociación laborista de Islington Norte por la «indebida intromisión» de la Ejecutiva o que aliados de Corbyn le llamen ahora «el Putin del partido».
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