Miembros de las Fuerzas Especiales de la Policía turca aseguran el área cercana al Ministerio del Interior tras el ataque con bomba del domingo en Ankara. AFP

Violencia estéril turco-kurda

El PKK sigue estrelládose contra un muro de piedra en su histórica guerra contra el Gobierno de Ankara

Juanjo Sánchez Arreseigor

Martes, 3 de octubre 2023, 17:48

El PKK, la facción más violenta y cerril de la perseguida comunidad kurda de Turquía, sigue desperdiciando su tiempo y sus energías estrellándose contra un muro de piedra que no han logrado romper en un siglo y que nunca se va a romper. El atentado ... contra la sede del Ministerio del Interior turco en Ankara ha sido una mera reiteración de este camino erróneo, y a la vista están los resultados: casi ningún daño material, dos policías heridos, lo siento por ellos, y los dos terroristas muertos. Es decir: un 100% de bajas en el bando atacante a cambio de prácticamente nada.

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Los kurdos están en guerra contra el Estado turco desde la rebelión de los caudillos tribales contra las reformas modernizantes de Kemal Ataturk en 1925. Pero este tipo de atentados meramente terroristas únicamente sirven para intentar animar a la población kurda, darles a entender que la lucha continúa, aun a costa de aterrorizar a civiles inocentes, que luego exigirán duras represalias.

Por otra parte, los sucesivos gobiernos turcos, excesivamente temerosos de un posible separatismo kurdo, han optado casi siempre por una política de aplastamiento y negación, buscando la erradicación cultural y lingüística del pueblo kurdo, sin negociaciones ni componendas de ningún tipo. El resultado es que un siglo después los kurdos siguen siendo una espina clavada en el costado de la republica de Turquía, una minoría hostil e inasimilable, discriminada y hostigada sin cesar, lo que les empuja a la violencia.

Erdogan ha usado el atentado como pretexto para lanzar nuevos ataques aéreos contra el Kurdistán iraquí, lo que viene haciendo reiteradamente desde 2015, con atentados o sin ellos. El Gobierno autónomo del Kurdistán iraquí -casi independiente de facto-, se apresuró a condenar el atentado de Estambul. De poco les ha servido. Por otra parte, hay algo de cierto en las acusaciones turcas de que las autoridades locales no trabajan en serio para controlar su frontera con Turquía. Faltan los medios, pero también falta la voluntad para actuar contra otros kurdos en beneficio de un Gobierno que los maltrata. Al mismo tiempo, el Gobierno central iraquí reclama ese territorio como propio, pero tampoco toma cartas en el asunto para controlar la frontera o defender la zona contra las incursiones aéreas de un agresor extranjero.

Mientras ninguno de los bandos modifique drásticamente su estrategia militar y política, este conflicto va a seguir siendo como un tiovivo que se limita a dar vueltas sobre sí mismo, sin llegar a ninguna parte.

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