¿Y si fuera canadiense?

Imaginemos que otro presidente estadounidense les dijese a los groenlandeses que podrían unirse como ciudadanos de pleno derecho y que los esquimales serian tratados como blancos puros. Que serían un Estado de la Unión con autonomía interna, Guardia Nacional, Parlamento, gobernador electo, congresistas y senadores en Washington. Y garantías sobre cultura e idioma, ecología y reinversión de los beneficios de los recursos naturales. Entonces, quizás la novia cortejada (Groenlandia) se casaría con EE UU con mucho gusto y todos serían muy felices. Pero Trump parece preferir el rapto y la violación.

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El mero concepto de comprar un territorio es un resabio colonial, negándoles derechos y soberanía a los indígenas al no ser blancos. ¿Los daneses no quieren vender? ¡Mejor! Conquistar es mucho más barato y placentero. Groenlandia sería explotada como una colonia. Los indígenas servirían como mano de obra barata o serian encerrados en reservas. Pero esta política imperialista es absurda. Las ventajas que ofrece Groenlandia en posición geoestratégica y recursos, ya las tiene EE UU a través de la OTAN y del comercio libre (Groenlandia abandonó la UE en 1985). Estos comportamientos de abusón de patio de colegio debilitan la posición geopolítica de un país, como descubrió a su costa Xi Jinping con su ¿diplomacia? de 'lobos guerreros', que únicamente sirvió para que todo el mundo se asustase y empezase a rearmarse y tejer alianzas anti-chinas.

Trump es un bravucón y los bravucones tienden a ser cobardes. ¿Se atrevería a invadir Groenlandia si Canadá y la UE envían tropas con intención disuasiva? Muy dudoso, pero supongamos que sucede. Basta con ver el globo terráqueo para entender que a los norteamericanos les resultaría muy difícil retener su nueva conquista.

Trump podría escalar el conflicto invadiendo Canadá, pero si los canadienses plantan cara, se repetiría el mismo problema a escala mayor: una cosa es conquistar y otra muy diferente controlar y retener lo conquistado. El poderío teórico sobre el papel tiene que ponderarse con las fuerzas realmente disponibles que no están ocupadas en otros escenarios, la voluntad de combatir, las alianzas exteriores y los factores geográficos de espacios inmensos con clima extremadamente hostil. Además, es dudoso el apoyo que tendría una guerra de agresión contra Canadá entre la opinión pública o las élites de EE UU.

La única estrategia viable frente a un matón es plantarle cara. No hay otra.