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El primer ministro británico, Rishi Sunak, atraviesa estos días una tormenta política por el acuerdo al que ha llegado con Ruanda para enviar a este país a inmigrantes sin papeles que piden asilo. Un pacto que además se sustenta en un simple pago al gobierno ... de Kigali, preste los servicios requeridos o no.
La presión migratoria sobre la isla aumenta, como en todo el continente europeo, y los conservadores están dispuestos a frenarla de forma tajante y, sobre todo, hacer de esta política una bandera electoral. Siguiendo la estela de Boris Johnson, quien desafió al Derecho Internacional para salirse con la suya en la ejecución del Brexit, la mitad del partido propone saltarse a la torera a los tribunales y la Convención Europea de Derechos Humanos, que impulsó en su día el Reino Unido. La otra mitad acepta que exista un recurso judicial para proteger los derechos de los recién llegados y han pactado mejoras de la ley Ruanda con los laboristas. Sunak está justo en medio y esta semana ha estado a punto de sufrir un serio revés parlamentario por la rebelión a bordo de sus diputados más nacionalistas.
Los expertos explican que el sistema de expulsión a Ruanda al final no funcionará porque es demasiado complicado. A los funcionarios se les instruye para ignorar posibles límites con origen en la legislación internacional. Mientras tanto, los laboristas aprovechan el caos entre los conservadores para avanzar en las encuestas. En las elecciones próximas, en otoño de este año, se prevé una derrota histórica de los tories. Si Sunak sobrevive como líder de la formación, el paso por la oposición puede ser una oportunidad para purgar el partido y eliminar el ala más radical, igual que ha hecho Keir Starmer en el seno de los laboristas.
El Reino Unido atraviesa una etapa difícil. Todo lo que podría salir mal con el Brexit ha ocurrido: el país es menos próspero, está más desunido y ha perdido influencia internacional. Se ha vuelto menos atractivo, por mucho que Londres siga siendo una gran capital cosmopolita. La tentación de cualquier dirigente es buscar un enemigo externo y Sunak lo ha encontrado en la inmigración ilegal. El primer ministro es demasiado inteligente para seguir culpando a la Unión Europea de las desdichas británicas. De hecho, ha procurado limar asperezas y resolver algunos flecos fundamentales del post-Brexit, como aliviar la situación de Irlanda del Norte o permitir la vigencia de normas de origen europeo. Pero la ola de nacionalismo y populismo no ha terminado y muchos políticos ingleses siguen confundiendo la arrogancia con el patriotismo.
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