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Emmanuel Macron se encuentra en el momento más delicado de su segundo mandato. Ha impuesto contra viento y marea una reforma de las pensiones valiente, realista y apoyada en buenas razones económicas. Pero la ejecución de esta promesa electoral ha sido equivocada, porque no ha ... entendido el impacto que tendría en su sociedad ni ha anticipado el nivel de resistencia y conflicto que iba a generar.
Una vez más, como le pasó con su anterior intento de hacer más sostenibles las pensiones en su primera legislatura, se ha olvidado de que la política no es solo el arte de tomar buenas decisiones, sino de ejecutarlas con éxito. En esta ocasión, ha ido demasiado deprisa con formas demasiado duras, lo que le ha hecho perder de modo acelerado su capital político.
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En estos meses atrás ha chocado de forma innecesaria con los sindicatos y con sus únicos aliados parlamentarios posibles, los republicanos. Hoy se enfrenta a una revuelta social, con huelgas, manifestaciones y calles incendiadas, una situación que recuerda a los sucesos de mayo de 1968. Buena parte de los votantes de Macron no aprecian su despotismo ilustrado y le reclaman flexibilidad para renegociar los términos de lo aprobado.
En Francia se exigen 42 años cotizados y un mínimo de 62 años para cobrar el 100% de la pensión. La subida de dos años no parece desproporcionada, teniendo en cuenta el aumento de la expectativa media de vida y la demografía en declive. Sin embargo, en la política polarizada de nuestro tiempo, la exposición de argumentos racionales no es suficiente.
El presidente francés es un líder que surgió en un momento excepcional de hundimiento de los partidos tradicionales y supo hacer algo, lo más difícil, ser un disruptor pro-sistema, en la acertada expresión del profesor José Luis Álvarez. Cuando vivió la crisis de los 'chalecos amarillos' hace unos años, otro huracán que casi se lleva por delante su presidencia, supo cambiar de registro y se dedicó a escuchar y empatizar de nuevo con los que se manifestaban. Su mujer, Brigitte, la mejor consejera que todavía tiene, le ayudó a ponerse en pausa y dar este giro, con el fin de conservar el poder.
Algunos comentaristas explican que lo que está en juego ahora es la supervivencia de la V República, que irónicamente cumple 64 años. Si Macron fracasa en su segundo mandato es posible que una de las opciones radicales y anti-europeístas en los extremos ideológicos llegue al poder. Pero el desafío de tomar las decisiones correctas y al mismo tiempo escuchar con todo interés a los descontentos no es nada sencillo.
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