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El cambio de postura sobre el Sáhara Occidental adoptado por Francia, que esta semana comunicaba su apoyo al plan de autonomía para el territorio diseñado por Marruecos, ha sido recibido de manera desigual por la izquierda, que critica la decisión, y la derecha y la ... ultraderecha, que la aplauden. París se había limitado hasta el pasado martes -cuando se dio a conocer la carta enviada por el presidente, Emmanuel Macron, al rey alauí, Mohamed VI- a considerar la propuesta lanzada por Rabat en 2007 como «una base de discusión seria y creíble» para tratar de resolver la cuestión de la excolonia española. Ahora ese documento se asume como «la única base para lograr una solución política justa, duradera y negociada de conformidad con las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas».
Fabien Roussel, secretario general del Partido Comunista, se mostró especialmente crítico con el giro diplomático. «Emmanuel Macron traiciona la posición histórica y equilibrada de Francia sobre los derechos del pueblo saharaui y sobre las resoluciones de la ONU», acusó. En su opinión, el presidente galo ha abierto una «crisis diplomática grave» al alinearse con Marruecos en el debate sobre el Sáhara Occidental. La primera consecuencia llegó el mismo día en que se comunicó el cambio de postura, con la retirada de su embajador en París por parte de Argelia. Argel anunció que rebajaba las relaciones diplomáticas al nivel de encargado de negocios al entender que se «desacata la legalidad internacional» y se acepta «la negación del derecho del pueblo saharaui a su propia autodeterminación».
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«El fiasco internacional de Macron continúa», ahondó la líder ecologista, Marine Tondelier. «Traicionando la posición histórica de Francia, basada en el respeto del Derecho Internacional y del derecho de los pueblos a la autodeterminación, reconoce la soberanía de Marruecos sobre un territorio a descolonizar», advirtió. El nuevo posicionamiento sobre la que fue territorio español hasta 1976 «se trata de una decisión grave y de un error histórico tomado por un solo hombre, a la cabeza de un Estado sin Gobierno ni mayoría», lamentó en referencia a que el país se encuentra con un Ejecutivo en funciones desde hace casi cuatro semanas.
«Aunque haya perdido las elecciones, Emmanuel Macron reconoce la marroquinidad del Sáhara Occidental. Independientemente de lo que pensemos sobre el fondo, este gesto precipitado en medio de los Juegos Olímpicos contra el Derecho Internacional, sin debate, es un error», coincidió Hadrien Clouet, diputado de La Francia Insumisa. El presidente galo abogaba hace unos días por una «tregua política» precisamente durante el evento deportivo que acoge París -finaliza el día 11- para retomar después la formación de un nuevo Gobierno con la izquierda, que el 7 de julio ganó en las urnas con la coalición Nuevo Frente Popular.
La derecha y la ultraderecha, en cambio, expresaron su respaldo a la decisión del Elíseo de sumarse al plan del reino alauí para el Sáhara Occidental. Gérard Larcher, presidente del Senado e integrante de Los Republicanos, aseguró que «ya era hora de tener en cuenta las realidades y salir de una ambigüedad estéril» en este asunto. A su juicio, la nueva postura no socava las relaciones entre Francia y Argelia, excolonia gala, que se encuentra del lado de los independentistas saharauis del Frente Polisario. París, defendió, «sólo tiene un interés: desbloquear, de acuerdo con las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, una situación que no da ventaja a nadie, desempeñar un papel de facilitador entre dos países amigos y construir la paz».
También Marine Le Pen, de Agrupación Nacional, celebró el cambio. «El Gobierno francés ha tardado en reconocer el compromiso de Marruecos desde hace décadas con la estabilización y la seguridad del Sáhara Occidental», opinó la líder ultraderechista, quien se mostró a favor de que París apoye «todas las iniciativas pragmáticas emprendidas por las autoridades marroquíes para consolidar la pacificación de este territorio, que garantizará su desarrollo».
El plan de Rabat ha ganado apoyos internacionales en los últimos años. En 2020, por ejemplo, EE UU -con Donald Trump en la Casa Blanca- reconoció la soberanía de Marruecos y en 2022 España abandonó su tradicional postura de neutralidad en el conflicto y tomó partido por el reino alauí. Su propuesta contempla un Parlamento y y un Gobierno autónomos para los saharauis. El Estado conservaría sus competencias en defensa exterior, seguridad nacional y relaciones con el extranjero.
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