Mohamed Lutfian lleva un pañuelo verde en la muñeca y una bandera con el eslogan 'Por Irán'. Este es el lema de campaña del candidato reformista Masoud Pezeshkian, cirujano y exministro de Sanidad que ha despertado la ilusión entre una parte de los iraníes que ... sueña con cambios y revive la campaña de Mir Husein Musavi en 2009. Lutfian, abogado de 26 años, forma parte de este sector de la república islámica que acudirá el viernes a las urnas con la esperanza de que «el país cambie su política exterior y vuelva a negociar con Occidente, con Estados Unidos, necesitamos que levanten las sanciones».
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Lutfian sueña, pero tiene los pies en el suelo y «hay momento en los que pienso que están jugando con nosotros, que han permitido presentarse a un reformista para que soñemos y participemos… Imposible olvidar lo que pasó en 2009». Musavi denunció fraude a favor de Mahmoud Ahmadineyad, estalló la conocida como 'revuelta verde', la represión fue brutal y Musavi está en arresto domiciliario desde entonces. El verde que lucen ahora es mucho más tenue que el de hace quince años.
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Una parte de Irán no le olvida y es la que ahora apuesta por Pezeshkian como mal menor. Los seguidores del único de los cinco candidatos a las urnas que es reformista se juntan en un estadio céntrico de Teherán para el mitin de final de campaña, pero la Policía cierra el acceso e informa que se ha cancelado sin dar más explicaciones. «Nos tienen miedo, por eso no nos dejan cerrar la campaña en Teherán», piensa Lutfian, que no tiene ganas de problemas y se vuelve a casa.
Decepción en los rostros, impotencia, rabia y jóvenes que no se arreglan el pañuelo ni al pasar frente a una patrulla de la Policía de la Moral que vigila la aglomeración. Desde las revueltas por la muerte de Mahsa Amini en 2022 los pañuelos han ido cayendo a los hombros de muchas iraníes en la capital. El pelo de ellas al aire libre es un gesto de desafío al sistema.
La república islámica revivirá en las urnas el clásico duelo entre la corriente reformista y la conservadora, una fórmula que le ha permitido en sus 45 años de historia hacer que las elecciones sean competidas. Las encuestas indican que el pulso final será entre Pezeshkian, Mohamed Baqer Ghalibaf, exalcalde de Teherán y portavoz del Parlamento y Saeed Jalili, antiguo negociador nuclear. No parece que ninguno pueda superar el 50% de los votos por lo que sería necesaria una segunda ronda.
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A diferencia de Pezeshkian, Ghalibaf no tiene problemas para cerrar campaña en Teherán y organiza un pequeño mitin en un campo de futbito del centro de la capital. Pese a ser uno de los favoritos, no se acerca demasiada gente a ver su exalcalde. El mensaje del Líder Supremo del martes para pedir una «participación masiva» no parece haber emocionado al electorado en la capital. El régimen equipara alta afluencia con legitimación y necesita ofrecer unos resultados que superen los de 2021, cuando la cifra oficial fue del 48%. En esos comicios que ganó en primera ronda Ebrahim Raisi el Consejo de Guardianes no seleccionó a ningún reformista.
Ghalibaf es considerado un conservador pragmático, una especie tecnócrata que aspira a trasladar a la presidencia todo lo aprendido en los doce años de gestión de una mega ciudad como Teherán. Una parte del público es un extenso mar negro de mujeres cubiertas con chador que tienen en las manos banderitas con la imagen del candidato.
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Zeinab Shirin Abadi tiene 18 años y es la primera vez que ejercerá su derecho a voto. Está nerviosa y optará por Ghalibaf porque «el futuro es importante y es la persona que puede manejar mejor la situación económica por su amplia experiencia». Además de la bandera, Zeinab tiene en su mano un panfleto sobre una movilización para la defensa del uso de hijab que se celebrará durante la jornada de reflexión y defiende que «es importante mantener la ley del uso obligatorio y explicar bien a las mujeres que no la respetan cuáles son sus beneficios. El hijab nos une a todas».
Los organizadores de la campaña reparten comida y agua entre los asistentes. Roham Rozai es un veterano arqueólogo que sigue al exalcalde y dice que «será un gran presidente que no cerrará la puerta a la relación con Estados Unidos, pero sólo si detienen su política anti iraní. Lo que hicieron al romper el acuerdo nuclear fue horrible para nosotros». Cuestionado entre las diferencias entre el representante del ala reformista y los conservadores, Rozai es rotundo al afirmar que «las dos corrientes siguen al Líder y eso es lo más importante, no hay fisuras en Irán el Líder es Líder para todos, conservadores y reformistas.»
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El otro favorito entre los conservadores es Saeed Jalili, pero no realizó ningún acto de campaña en la última jornada. Algunos analistas locales interpretaron este gesto como una señal de que podría retirarse en el último momento para unificar el voto de su corriente en torno a Ghalibaf y hacer frente al empuje de Pezeshkian, pero ambos candidatos se niegan a dar un paso a un lado y aspiran a suceder a Raisi. Jalili es considerado el más radical entre los conservadores.
Las dos corrientes del régimen de nuevo cara a cara en las urnas, una fórmula que hasta ahora ha permitido mantener el aparente apoyo a un sistema donde se percibe el hastío y desconfianza de una parte de la población.
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