«A la política lo que es de la política, a la Justicia lo que es de la Justicia». El dirigente 'de los imposibles' utilizaba esta frase cada vez que una sombra de delito se cernía sobre algún colega de profesión. Esta vez se ha ... aplicado la máxima a sí mismo. António Costa hubiera cumplido ocho años al frente del Gobierno portugués el próximo día 25 y, de no haberse cruzado la investigación actual en su camino, es muy posible que en las elecciones de 2026 se hubiera convertido en el jefe del Ejecutivo más longevo de la política lusa. Y el único al que se ha visto en bermudas y camiseta haciendo cola para pagar en el supermercado.
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Costa era hasta este martes una de las grandes banderas de la izquierda europea. El Partido Socialista, con él como cabeza de cartel, ganó por mayoría absoluta las elecciones legislativas de enero de 2022 con un 41,68% de los votos, frente al 27,8% obtenido por el centro-derecha del PPD-PSD. Era el premio a la estabilidad que había traído al país y a su capacidad de diálogo. Esas cualidades ya las había demostrado como alcalde de Lisboa.
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Llegó al cargo de primer ministro en 2015. Inventó la 'geringonça', el improbable pacto con el Bloque de Izquierda y los comunistas. Asumió el desafío de reformar Portugal con la palanca de los fondos europeos. En parte lo ha conseguido. El país vecino ronda una tasa de paro del 6%. De cara a 2024 se había comprometido a bajar el impuesto de la renta y regular el de sociedades -para favorecer la liquidez de las pymes-, además de subir las pensiones un 6,3%. El descenso fiscal en la renta lo justificaba en la necesidad de favorecer a las familias con salarios bajos o con hijos en edad de estudiar carreras. Algunos medios hicieron constar que esta estrategia dejaba en evidencia las políticas de su homólogo español, Pedro Sánchez,
De 62 años, el ya ex primer .inistro es hijo del escritor Orlando da Costa y de la periodista Maria Palla. Estudió Derecho y fue abogado hasta que descubrió su vocación política. A mediados de los noventa ingresó en la ejecutiva del Partido Socialista y se incorporó como ministro en los gobiernos de António Guterres y José Sócrates.
Su popularidad creció. En 2007 llegó a un cruce de caminos: renunció a la cartera de Interior y se convirtió en alcalde de Lisboa. Dirigió la capital durante dos legislaturas consecutivas, hasta 2015. Mientras ocupaba ese puesto se hizo cargo del Partido Socialista de Portugal, una formación entonces en crisis.
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Con Costa como reclamo, voltearon la situación y en 2015 regresaron al poder, pese a haber quedado por detrás del PSD en los comicios. La aritmética parlamentaria benefició a los socialistas, apoyados por el Bloque de Izquierda y la Coalición Democrática Unitaria (verdes y comunistas). Como primer ministro, su reto era mayúsculo. La crisis financiera había obligado a Portugal a aceptar un rescate.
Salió a flote. Costa recibió el respaldo de los ciudadanos en las urnas en 2019. pero el Partido Socialista siguió dependiendo de sus socios. Las discrepancias en la izquierda se tradujeron en la incapacidad de sacar adelante los presupuestos de 2022. Por eso, los portugueses volvieron a las urnas en enero de ese año. Costa obtuvo su gran éxito: mayoría absoluta.
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