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La guerra en Ucrania habrá llegado a un despiadado y desconocido nivel de encarnizamiento si el jefe del Grupo Wagner, Yevgei Prigozhin, materializa la orden que aparentemente ha impartido a sus mercenarios para que no hagan prisioneros entre los soldados ucranianos. «Matadlos a todos», advierte ... en un mensaje colgado en Instagram que revela su indignación ante una conversación difundida en las redes en la que dos militares kievitas habrían mandado ejecutar a un mercenario capturado. «No sabemos el nombre de nuestro herido, al que dispararon los miserables ucranianos. Pero mataremos a todos en el campo de batalla. No tomaremos más prisioneros», manifiesta Prigozhin.
El jefe paramilitar se muestra decidido a «destruir» todo lo que sus tropas encuentren al paso y recurre a su cruel hipocresía, ya conocida en otros mensajes anteriores, para justificar que no se «tomen más prisioneros de guerra» porque éstos tienen derecho a unas garantías mínimas de seguridad por parte de sus captores. Prigozhin es un individuo acostumbrado a las bravatas y las mentiras por lo que no resultaría extraño que sus palabras busquen simplemente amedrentar a sus enemigos. Pero también es un tipo imprevisible y ha demostrado tener arrestos, como en su confrontación con el Estado Mayor del Kremlin.
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Una de las últimas ocasiones en que el jefe de Wagner apareció en las redes fue el pasado día 3, en una imagen nocturna donde se le veía ondear la bandera rusa supuestamente en el tejado del Ayuntamiento de Bajmut. Desde entonces, sus efectivos han avanzado un kilómetro y medio: una distancia corta en condiciones normales, pero brutal en el infierno en que se ha convertido esta localidad del Donbás desde el verano. Hay allí entablada una guerrilla urbana donde los dos ejércitos compiten por el control de cada bloque residencial con una ferocidad superior a la de Mariúpol, Solédar o Járkov.
Los mercenarios habrían avanzado en total unas nueve manzanas, las dos últimas entre el fin de semana y este lunes, y dejado a los ucranianos confinados en el borde occidental de la ciudad que concentra ahora mismo toda la potencia dramática de la invasión. Según Prigozhin, los defensores ocupan un espacio de dos kilómetros cuadrados -en realidad, sería algo superior- y solo disponen de una carretera de suministros más o menos hábil, cuyo control cambia de uno a otro bando alternativamente en cuestión de horas o de días. Se trata de desgastar al enemigo hasta las últimas consecuencias en medio de casas derruidas y jardines sembrados de restos de obuses. «Mucha gente está muriendo aquí. Ni siquiera sabemos lo que sucederá en una o dos semanas», señala un sargento ucraniano en el 'Washington Post'. «Venimos, hacemos nuestro trabajo y nos vamos. Nadie espera en el mismo lugar. Puede morir si se queda quieto en un punto durante demasiado tiempo. Las batallas son más duras ahora», añade.
El frente actual es una línea frágil y voluble. Las patrullas no saben a veces si son suyas o del enemigo esas calles en ruinas, silencio y oscuridad nocturna de las que han desaparecido la práctica totalidad de los 70.000 habitantes que Bajmut tuvo en su día. Rusos y ucranianos avanzan y retroceden decenas de metros a diario. Crean un ballet violento que forma parte de una crónica anunciada hace meses. Los documentos secretos de EE UU subidos a internet supuestamente por el miembro de la Guardia Nacional Jack Teixeira , en lo que constituye el mayor escándalo en el espionaje militar en los últimos años, confirman que el Pentágono ya había avisado a Kiev de que abandonara el enclave ante el peligro de «cerco» y de sufrir enormes pérdidas humanas y materiales.
Otros informes aseguran que Kiev ha perdido a la mayoría de sus grupos de élite, de la misma manera que ha conseguido eliminar a miles de mercenarios forzosos de Wagner, uno de sus principales objetivos, y que sus reservas de munición escasean. A día de hoy, los morteros de los resistentes apenas escupen fuego, una media de seis rondas diarias. Su acantonamiento es un acto de fe. Los mandos dicen que este sacrificio proporciona tiempo para recibir nuevas municiones y adiestrar a unidades más preparadas para el combate.
Hasta ahora, una de sus ventajas frente al invasor ha sido la autonomía para tomar decisiones, lo que facilita ofensivas urbanas más rápidas y efectivas en las distancias cortas frente a un ejército que desde el primer día de la ocupación sigue aferrado a la lenta cadena de mando del Kremlin. Sin embargo, los mercenarios se han desmarcado de este patrón, lo que les ha transformado en ese arma capaz de taladrar las fortificaciones de Bajmut por el norte, este y sur.
Gran parte de la lucha se sostiene en los drones y la capacidad de ucranianos y rusos de interferir sus señales. Los aparatos sin tripulantes buscan sus objetivos en un radio de cinco kilómetros y lo señalan a los artilleros o a los tiradores. Los defensores contaban al principio con la ventaja de los tejados. Posicionados en lo más alto de los edificios, resultaba mucho más fácil atacar y contener al enemigo. Pero ahora los rusos se dedican a destruir los bloques y reducirlos a escombros mediante bombardeos sistemáticos.
El presidente Volodímir Zelenski recalcó este lunes la importancia de no ceder Bajmut, ya que facilitaría al Kremlin hacerse con Kramatorsk y Slovians y «expandir» el frente. Sin embargo, dos periódicos, el 'Pravda' ucraniano y el 'Censor.Net' coincidían significativamente en remarcar las reticencias de algunos aliados occidentales, que creen que la guerra se acerca a un «punto muerto sangriento» y hace necesario un alto el fuego y una negociación posterior para la paz. Evaluaciones norteamericanas y británicas creen que Kiev puede recuperar «incluso la mayoría, de los territorios ocupados», pero las fuerza rusas, «firmemente atrincheradas en Donbás y Crimea, no permitirán que se liberen todas las tierras» ni los progresos que espera lograr el Gobierno ucraniano.
Las autoridades rusas suspendieron anoche el transporte marítimo en aguas de la ciudad de Sebastopol después de que sus sistemas antiaéreos destruyeran dos drones lanzados contra este importante enclave naval situado en la península de Crimea. El ataque, presuntamente por parte de las fuerzas ucranianas, se produjo sobre las tres y media de la madrugada mediante el envío de dos aparatos no tripulados. Según el gobernador de Sebastopol, se trataba de sendos drones aéreos mientras que un comunicado oficial aseguraba que eran de naturaleza naval. En cualquier caso, uno de ellos fue interceptado por las defensas rusas, mientras el segundo explotó «por su cuenta».
Este puerto ocupa una situación estratégica y es la sede de la Flota del Mar Negro, lo que le ha convertido en varias ocasiones en objetivo de ataques. No obstante, el Gobierno de Kiev es especialmente cuidadoso con los golpes que dirige al territorio ruso, máxime después del malestar que causó en el Pentágono la muerte de Daria Duguina, hija de un ideólogo de cabecera de Vladímir Putin, debido a la explosión de una bomba en su coche. Aunque Ucrania no se ha atribuido la responsabilidad de esta acción, ni de otros sabojates ocurridos en territorio ruso, EE UU rechaza cualquier posible acción encubierta por la reacción que pudiera provocar en el Kremlin respecto a Occidente.
La reciente revelación de decenas de informes militares secretos en internet ha puesto de manifiesto la inquietud de la Casa Blanca ante unos supuestos planes de la Inteligencia ucraniana para atacar con explosivos la ciudad portuaria de Novorossiysk, situada en el Mar Negro, e incluso dar un golpe en la propia capital rusa, Moscú, en coincidencia con el primer aniversario de la invasión. Al parecer, otros planes habrían estado enfocados a atacar los intereses de la compañía paramilitar Wagner en Mali y Siria.
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