Silvio Berlusconi inició su carrera política hace 29 años aprovechando el vacío de poder que dejó la caída de las dos principales fuerzas políticas de entonces, la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, debido a un escándalo de corrupción. Un vacío similar provocó en el ... centroderecha italiano el fallecimiento el lunes en Milán del ex primer ministro debido a las complicaciones motivadas por la leucemia crónica que sufría. Con su muerte a los 86 años de edad, el magnate deja huérfano de liderazgo de su partido, Forza Italia (FI), que forma parte de la coalición conservadora que sostiene al Gobierno de Giorgia Meloni. Aunque Antonio Tajani, ministro de Asuntos Exteriores y 'número dos' de FI, garantizó que esta fuerza política seguirá adelante para continuar con las ideas de Berlusconi, parece muy complicado que consiga sobrevivir sin su fundador, en buena parte porque el propio magnate nunca quiso dejar un sucesor y fue fulminando a quienes aspiraban a serlo.
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Para Meloni la muerte del octogenario ex primer ministro tiene diversas implicaciones. Por un lado pierde a un aliado, al hombre que aglutinó a los distintos partidos de la derecha italiana hasta hacerles llegar al poder y que, además, ejercía de enlace con su otro socio político, la Liga de Matteo Salvini, principal rival del partido de la jefa de Gobierno, Hermanos de Italia (HdI), a la hora de hacerse con el voto conservador.
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Berlusconi fue, en cierta forma, también un mentor para Meloni, a la que convirtió en la ministra más joven de la historia democrática italiana al nombrarla responsable de Juventud en 2008 con sólo 31 años. El fallecimiento del magnate, por otro lado, supone una oportunidad para que HdI continúe comiéndole el terreno a FI y se haga con sus antiguos votantes. Es algo que ya consiguió en las elecciones de septiembre, cuando Meloni encabezó la lista más votada con el 26% de las papeletas, frente al 8% del partido de Berlusconi, que años atrás era la opción predilecta entre los conservadores.
Este trasvase de votos podría ir acompañado por un desembarco de dirigentes de FI tanto en HdI, dando así vida al gran partido de la derecha que soñaba el ex primer ministro, como en la Liga. También podría tratar de pescar en el revuelto río de la descabezada formación del magnate otro ex primer ministro, Matteo Renzi, quien pese a sus orígenes en el centroizquierda dirige hoy un pequeño partido centrista, Italia Viva. «Berlusconi no puede tener delfines», responde Renzi a quien le pregunta si aspira a ocupar el hueco que ha dejado el exmandatario con su fallecimiento.
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En el destino que corra FI resultará determinante si sus cinco hijos tienen intención de seguir financiando el partido: en sus casi tres décadas de historia ha sido una más de las terminales del imperio empresarial y mediático del ex 'Cavaliere', hasta el punto de que su sede romana estuvo durante años en el Palacio Grazioli, donde Berlusconi tenía su vivienda personal. También podría jugar un papel importante en el reparto del poder Marta Fascina, la última novia del ex primer ministro y 54 años menor que él. En los últimos tiempos, Fascina habría maniobrado para controlar FI, a cuyas riendas también aspira Tajani tras una larga carrera en Europa a la sombra del magnate.
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La posible implosión de FI tras el fallecimiento de su fundador podría acabar teniendo repercusiones en la estabilidad del Gobierno de Meloni, que a la vuelta del verano tendrá que afrontar la competencia interna de su socio Salvini para tratar de recuperar terreno entre los electores conservadores de cara a los comicios europeos del año que viene.
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