Georgia elige a un exfutbolista prorruso como presidente pese a las protestas

El nuevo presidente fue galardonado seis veces como el mejor jugador en su país y una en Rusia, estuvo en equipos como el Lokomotiv de Tiflis, el Dínamo, Spartak-Alania y el Manchester City. Se convirtió en diputado del partido oficialista, Ensueño Georgiano, del que se separó en 2022 para crear la formación Poder del Pueblo, estratagema de las propias autoridades para simular pluralismo.

Del grupo parlamentario de Poder del Pueblo partió precisamente la iniciativa de promover la ley de «agentes extranjeros» según el modelo ruso. Después, en las elecciones legislativas del pasado 26 de octubre, consideradas fraudulentas por la oposición, Kavelashvili y sus colaboradores volvieron a las listas de Ensueño Georgiano.

A diferencia de su predecesora, él derrocha una retórica antieuropea, antioccidental y homófoba, ha sido uno de los principales defensores de prohibir la propaganda LGTB. Otro de los defectos que más airean los detractores de Kavelashvili es que carece de educación superior. Tras conocerse el resultado de la votación en el Parlamento, en la que también participaron dirigentes locales, Zurabishvili se unió a los manifestantes para declarar que ella sigue siendo la presidenta legítima.

«No ha habido nada, nadie ha elegido a nadie, no ha pasado nada», pronunció ante la multitud quien ha venido desempeñando el cargo de jefa del Estado desde 2018 mientras era aclamada por las miles de personas presentes en la avenida Rustaveli ya desde por la mañana. Los partidos de oposición que obtuvieron juntos 61 escaños en las pasadas elecciones, pero que han decidido no recoger sus actas para boicotear la labor legislativa de una Cámara que también consideran ilegítima, comparten su criterio. Ella ha repetido hasta la saciedad que no abandonará el cargo mientras no se repitan los comicios.

El Colegio Electoral de Georgia designó este sábado a Kavelashvili con 224 votos de 300 y uno anulado. Su toma de posesión está prevista para finales de diciembre. Detrás de toda la maniobra se encuentra el oligarca georgiano con estrechos lazos en Moscú, Bidzina Ivanishvili, fundador y líder del partido gubernamental Ensueño Georgiano.

Tras felicitar al nuevo presidente, el jefe del Gobierno dijo que «Georgia no ha tenido un presidente mentalmente equilibrado desde hace más de 20 años», en alusión a Mijaíl Saakashvili, ahora en prisión, y a la propia Zurabishvili. Kobajidze señaló también que el mandato de Kavelashvili «va a suponer un punto de inflexión para este país porque hay fuerzas externas que han empleado la Presidencia para dividir a esta sociedad», en referencia a la Comisión Europea.

El maestro de ceremonias de esta puesta en escena ha sido el jefe de la Comisión Electoral Central, Giorgi Kalandarishvili, que validó este sábado la designación de Kavelashvili como ya hizo con las elecciones legislativas de octubre concediendo a Ensueño Georgiano la victoria, pese a las pruebas irrefutables de manipulación y fraude. Fue entonces cuando se intensificaron unas protestas que ya habían estallado previamente por las leyes de «agentes extranjeros» y de prohibición de la propaganda LGTB.

Desde entonces, este país caucásico, antigua república soviética, vive envuelto en una profunda crisis política, que se agravó todavía más el pasado 28 de noviembre, cuando el Gobierno decidió posponer hasta finales de 2028 las negociaciones con Bruselas para la adhesión a la UE. Lo anunció Kobajidze, provocando que de forma inmediata salieran a la calle decenas de miles de manifestantes. Sin embargo, a diferencia de lo que sucedió en Kiev en el invierno de 2013-2014, la llamada revuelta del Maidán, los georgianos no han conseguido todavía forzar a la dirección del país a modificar su actual línea antidemocrática, antieuropea y prorrusa.

Georgia obtuvo el estatus de candidata para la integración en la UE el 14 de diciembre de 2023 y tal objetivo figura en la Constitución del país. En junio de 2014, Tiflis y Bruselas firmaron el Acuerdo de Asociación, parte del cual fue la creación de una Zona de Libre Comercio Integral y Profunda (DCFTA). El documento, que entró en vigor en 2016, redujo los aranceles de exportación para las empresas europeas en el mercado georgiano, simplificó los procesos aduaneros y, lo más importante, impulsó la adaptación gradual de la legislación georgiana a las normas europeas. Pero ahora todo ha quedado congelado.