Karmelo Gómez
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Karmelo Gómez
Miguel Rojo
Gijón
Lunes, 26 de febrero 2024, 10:20
Desde julio de 2016, Karmelo López (Santurce, 1970), policía nacional con destino en Gijón en comisión de servicio, trabaja como oficial de seguridad en la Misión Europea de Monitorización y Asesoramiento en Ucrania, que depende de la Comisión Europea. Desde Kiev advierte de que la ... situación actual es «la peor desde que comenzó la invasión». Teme que Ucrania caiga si no se subsana urgentemente la falta de armamento, munición y dinero. Putin sabe de la debilidad de Kiev y avanza sin piedad.
–¿Cómo era la situación en Ucrania antes de la guerra?
–Teníamos cuatro oficinas regionales aparte de las centrales, en Járkov, Leópolis, Mariúpol y Odesa. En Kiev tenemos tres. Todas ellas se cerraron cuando evacuamos al personal hace ahora dos años. Tan solo quedó personal privado de seguridad custodiando las oficinas de Kiev. Desde entonces hemos abierto Leópolis, junto a la frontera, las de Kiev y volvimos a Odesa.
–¿Cómo fue aquella evacuación?
–La misión fue salir en un convoy del país, un montón de vehículos, con todo el personal internacional y el ucraniano que trabajaba con nosotros y sus familias. Al llegar a la frontera, la policía ucraniana no dejó salir a ningún hombre. Fue un drama. Tuve que ver a familias rompiéndose, a hombres dejando salir a sus mujeres y sus hijos que sabían que tendrían que ir al frente. Algunas familias se quedaron allí completas, una decisión que tomaban sobre la marcha.
–¿Dónde se estableció la misión?
–Salimos por Moldavia, nos instalamos en la capital, Chisináu. Poco después se desplegó al personal en la frontera polaca, también en la de Hungría. Yo estuve cerca de Rzeszow.
–¿Cuál era su trabajo entonces?
–Labores humanitarias. Junto a las policías ucraniana y polaca, facilitar el paso de refugiados, evitando abusos, evitando sobornos y cosas raras. También en el paso de ayuda humanitaria que llegaba de Europa, controlar que el flujo fuese directo y que, al menos, las ayudas cruzasen la frontera.
–¿Cuando vuelven a Ucrania?
–En mayo de 2022 pudimos regresar a Leópolis. Ahí retomamos los contactos con el sistema legal ucraniano, policía, jueces y abogados, además del trabajo en fronteras. Se duplicaron las funciones que teníamos inicialmente previstas, que no eran otras que trabajar con las autoridades ucranianas de cara a una futura entrada en la Unión Europea, estandarizando sus protocolos y sistemas para adaptarlos a la legislación comunitaria.
–¿Cómo está la situación dos años después?
–Está en el peor momento desde la invasión. Desde febrero de 2022, no habíamos estado peor.
–¿Por qué sucede esto?
–Aparentemente son las consecuencias de la falta de material armamentístico, de municiones y de fondos económicos por parte de EE UU y la Unión Europea. Hace unos días el propio Biden reconoció que, por culpa del retraso en aprobar el Senado los fondos que se iban a enviar, la ciudad de Avdiivka había caído en manos de los rusos. Los ucranianos se han tenido que retirar, mil han sido capturados y muchos ejecutados in situ. Ha sido una debacle, apenas hace una semana.
–¿Cómo está la situación esa zona, qué les llega?
–Aquí se dice que la carretera a Avdiivka está llena de muertos, de cuerpos de soldados ucranianos. Muchos heridos, que no podían huir, se quedaron esperando a que los rusos los atendiesen, pero lo que hicieron fue rematarlos, ejecutarlos. Es el modo de operar que tienen los rusos. Y lo peor de todo es que nada de esto llega a Europa, cuando es el mayor avance ruso desde que tomaron Bajmut. Rusia, como ve que Ucrania se siente débil está contraatacando desde todos los frentes. Ahora mismo están acumulando tropas cerca de Jarkhov, han cruzado la frontera del Donbás con 40.000 o 50.000 soldados. Lo mismo en Zaporiya, donde acumulan entre 60.000 y 70.000. Su objetivo es conquistar la mayor parte posible de Ucrania de cara a una posible negociación.
–¿Qué sucede en las ciudades cuando se acaba la batalla?
–Empiezan a repartir pasaportes rusos. El que no lo quiera, o lo deportan o le retiran todas las ayudas, y empiezan a circular los rublos, la moneda rusa. Pasa a ser una zona rusa a todos los efectos. Una familia de Mariúpol que conozco me cuenta que los rusos están vendiendo las casas abandonadas por los ucranianos a un precio bajísimo a gente de toda Rusia, incluso regalándolas. Están repoblando, es lo que se llama una limpieza étnica. Traen gente con pocos recursos y les ayudan a establecerse.
–¿Corre peligro el país de colapsarse, de que caiga Kiev?
–Inminentemente no corre peligro, pero todo depende de lo que vaya pasando en el frente. Si rompen las líneas ucranianas, no sé qué podría pasar. Ucrania está aguantando con todo lo que tiene. Son increíbles. El Gobierno está aumentando el reclutamiento, ha bajado la edad mínima y quitado excepciones, como la de no llevar a padres de familia numerosa o hombres que cuidan a sus mayores. También animan ya a las mujeres sin hijos a que vayan ofreciéndose voluntarias, en un principio para labores administrativas. Ahora ya existe crítica interna a Zelensky. Hay gente que lleva dos años luchando sin ningún descanso. Conozco a un chico que está en el frente y que en un año no ha tenido ni una semana libre. Psicológicamente es durísimo, es una locura. Eso se está haciendo mal, pero lo hacen porque no tienen gente, porque están desesperados.
–¿Cree que la opinión pública europea se ha olvidado de Ucrania?
–Desgraciadamente, como español, veo que mi familia me dice que no llega toda la información. Es muy frustrante ver todo esto.
–¿Cree que Putin se ve fuerte en estos momentos?
–Se cree más fuerte que nunca y está más fuerte que nunca. Las sanciones no han funcionado y se salta el bloqueo económico. Nos han caído misiles y drones iraníes, también de Corea del Norte, China le vende componentes... La economía no ha caído. Y además Europa sigue comprando gas a Rusia, incluida España. Un dinero que sirve para financiar las armas que matan civiles y los misiles que nos caen a nosotros en la cabeza. Con ese dinero se está financiando el esfuerzo de guerra ruso.
–¿No se plantea volver?
–Tras ocho años, continúa siendo duro en lo personal, pero seguimos siendo necesarios. Yo, cuando puedo, me escapo a mi Gijón a desconectar con mi mujer y mis dos hijos, con mis amigos, a tomar una botella de sidra o sentarme al atardecer en el Rinconín. Eso es una maravilla. Pero aquí hay millones de personas que no pueden hacerlo. A ver si podemos hacer un poco de ruido, que el clamor de la gente llegue a Europa y que se tomen decisiones. Es una llamada desesperada. Que no se nos olvide que la gente se está muriendo, que les van a matar a todos.
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