Francia, ante el vértigo del triunfo ultra en las elecciones legislativas que anuncian las encuestas

El presidente, Emmanuel Macron, decidió disolver por sorpresa la Asamblea Nacional y convocar elecciones legislativas anticipadas tras el batacazo que sufrió su partido, Renacimiento, en los comicios europeos del pasado 9 de junio.

La campaña exprés para la primera vuelta de las legislativas ha estado llena de sorpresas, sobresaltos y traiciones. La derecha moderada se encuentra sumida en una profunda crisis. El presidente de Los Republicanos, Éric Ciotti, forjó en secreto una alianza con la extrema derecha de Marine Le Pen y Jordan Bardella. Rompió así el cordón sanitario que había impedido hasta entonces a los conservadores pactar con los ultraderechistas. Los barones de su partido han intentado destituirlo en tres ocasiones, sin lograrlo hasta ahora.

En el otro lado del tablero sí hay unidad, aunque sea provisional. Socialistas, ecologistas, comunistas y la extrema izquierda decidieron superar sus pasadas rencillas, se han unido en el Nuevo Frente Popular y se presentan juntos a estos comicios para tratar de frenar a la extrema derecha y evitar que por primera vez acceda al poder.

La campaña electoral ha dado más sorpresas. Un ejemplo: el expresidente socialista François Hollande se presenta como candidato a diputado en Corrèze por la alianza de partidos progresistas. Ante la extrema derecha «sólo hay un dique posible: la izquierda», defiende Hollande, que piensa que su «deber» era presentarse para evitar la victoria de los ultras.

Las legislativas no son unas elecciones presidenciales. Pase lo que pase en la segunda vuelta, Macron seguirá siendo presidente de la República francesa hasta 2027, cuando está previsto que termine su segundo mandato. Los franceses eligen en estos comicios a los 577 diputados que le representarán en la Asamblea Nacional por cinco años. El equilibrio de fuerzas en la cámara baja determinará si hay un gobierno de cohabitación y el color político del próximo primer ministro.

El jefe de Estado tiene toda la libertad para elegir al primer ministro, según la Constitución francesa. Esto es sencillo cuando su partido tiene mayoría parlamentaria. Pero cuando la Asamblea Nacional está dominada por un grupo de la oposición, el presidente suele nombrar a un primer ministro de esa nueva mayoría, lo que le obliga a cohabitar con un jefe de gobierno de otro color político.

El actual primer ministro, Gabriel Attal, se colocó al frente de la campaña electoral del partido de Macron. Tras cinco meses en Matignon, aspira a continuar en el puesto. Pero parece muy difícil, ya que Renacimiento ocupa el tercer lugar en las encuestas, con un 21% de intención de voto y por detrás de la extrema derecha (34%) y la coalición de grupos de izquierda (27%).

Si la extrema derecha gana por mayoría absoluta las legislativas, Agrupación Nacional, el partido de Marine Le Pen, propondrá que Jordan Bardella sea nombrado primer ministro, a pesar de que el eurodiputado no se presenta como candidato en estos comicios. El bloque progresista aún no tiene candidato. El Nuevo Frente Popular debe anunciar entre las dos vueltas un nombre como aspirante a primer ministro.

Attal ha tratado durante esta campaña exprés de convencer a los centristas y los indecisos de que voten por el partido de Macron, frente a los dos extremos políticos: la extrema derecha de Marine Le Pen y la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon.

«Encuentro muy sorprendente escuchar eso de que 'nunca hemos probado (que la extrema derecha gobierne Francia)'. Una cabina de votación no es un probador», se mostró indignada la ministra de Empresas, Comercio y Turismo, Olivia Gregoire, que se presenta como candidata a diputada en la circunscripción 12 de París. En el ambiente previo se nota el vértigo ante la victoria ultra que anuncian las encuestas.

El 61% de los franceses tiene miedo a que se produzcan disturbios o manifestaciones violentas tras conocerse los resultados, según un sondeo de CSA para la cadena CNEWS, Europe 1 y Le Journal du Dimanche.