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La migración también puede ser utilizada como arma. Finlandia cierra desde este viernes y durante tres meses cuatro pasos de su larga frontera con Rusia. Y lo hace porque cree que Vladímir Putin ha desviado hasta ese lugar remoto y despoblado a inmigrantes procedentes de ... Oriente Próximo y África en venganza por la adhesión de Finlandia a la OTAN el pasado mes de abril. Esa decisión del país nórdico, que siempre había defendido su neutralidad, fue un efecto colateral de la invasión rusa de Ucrania. Los fineses temen ser la siguiente pieza a conquistar por el Kremlin y por eso buscaron aliados en Estados Unidos y Europa.
Finlandia logró en 1917 la independencia del Imperio Ruso. Tras décadas de discusión, la frontera entre los dos países quedó delineada a lo largo de 1.340 kilómetros, la mayoría de bosques de taiga. Con un vecino neutral, Rusia no se inquietaba. Ahora todo ha cambiado. Helsinki es desde la pasada primavera un socio más de la OTAN. Putin, que siempre ha querido tener a esa organización lo más lejos posible, la tiene ahora a un paso. Reaccionó y anunció medidas.
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No ha recurrido a las bombas como en Ucrania. Dispara con gente. Eso cree el presidente de Finlandia. Sauli Niinistö denunció el miércoles que Rusia está guiando a quienes buscan asilo hasta la frontera finesa como revancha por el acercamiento a Occidente. Petteri Orpo, primer ministro del país nórdico, recordó que la guardia fronteriza rusa detenía a los que trataban de cruzar la muga sin un visado válido de la zona Schengen. Ahora, en cambio, «están escoltando a esas personas hasta la frontera». Les abren paso.
Rusia lo niega. El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, lamentó «profundamente» que las autoridades finlandesas «hayan optado deliberadamente por el distanciamiento olvidando las buenas relaciones que había antes». En una franja fronteriza llena ya de nieve y hielo comienza a elevarse la temperatura. Ya había comenzado a crecer la tensión en primavera, tras la integración finlandesa en la OTAN y la firma de un pacto en materia de defensa con Estados Unidos. Entonces, el Gobierno finés decidió iniciar la construcción de una valla a lo largo de doscientos kilómetros de la muga noreste, financiada en buena parte con fondos europeos.
Allí, aparte de quitanieves y fauna y flora salvaje, no hay nada. Ni casi nadie. Apenas cruzaban diez personas al día. Este otoño, de repente y en un lugar tan remoto, aparecen inmigrantes procedentes de Siria, Somalia, Yemen, Irak... que estaban de tránsito en Rusia. El miércoles solicitaron asilo 74, por 55 el martes y 34 el lunes. No es el número lo que inquieta a las autoridades finlandesas, sino los «indicios» y la «información», según el Ministerio del Interior, de que desde el país vecino se está impulsando la llegada de esas personas como una medida de castigo por la pérdida de neutralidad finesa.
Por eso, el Gobierno de Finlandia decidió este jueves cerrar cuatro (Vaalimaa, Nuijamaa, Imatra y Niirala) de los nueve pasos fronterizos que tiene en los 1.340 kilómetros de frontera con Rusia, la más extensa de un miembro de la OTAN con el país de Putin. La medida estará vigente hasta el 18 de febrero y no se descarta ampliar el plazo si el flujo migratorio continúa. «Queremos que cese este fenómeno y que la actividad fronteriza regrese a la normalidad», avisó Petteri Orpo.
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