El rey Carlos III contempló este miércoles las joyas de la Corona de Escocia en una ceremonia que algunos medios describieron como coronación, otros como 'mini coronación' y la propia familia real, en su comunicado oficial, como una «celebración de la coronación de sus majestades», ... el pasado mayo. En torno al evento hubo protestas antimonárquicas.
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El acto había sido organizado como final de la Semana de Holyroodhouse (residencia de la monarquía en Edimburgo), que se celebra cada año. Es una promoción de la cultura escocesa con presencia durante décadas de Isabel II y, por primera vez, encabezada esta vez por su hijo y Camila, que se han prodigado desde su llegada a la capital de Escocia el pasado lunes.
Los reyes han promovido a organizaciones benéficas y artesanas locales, han subrayado el 75 aniversario del Servicio Nacional de Salud reuniéndose con directivos y empleados, entregado medallas honoríficas a residentes en Escocia y acogido a invitados en el jardín del palacio real, que se levanta frente al Parlamento.
Aunque la encarnación por la misma persona de las coronas de Inglaterra y Escocia se remonta al inicio del siglo XVII, la joven Isabel II organizó eventos en Edimburgo y en Glasgow durante las seis semanas de celebraciones que siguieron a su coronación también en Westminster. Se le mostraron también los Honores de Escocia: el sable, el centro y la corona.
La historia de esas 'joyas' es complicada. 'The Times' ha reconstruido parte de su peligrosa peripecia, que se remonta al siglo XIII, cuando los ingleses se apropiaron de una versión de los honores reales. Fueron salvadas de la destrucción tras la decapitación de Carlos I en 1649. Oliver Cromwell intentó sin éxito obtenerlas y fundirlas, como había ocurrido con las joyas de la corona que se guardaban en Londres.
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La ceremonia. Se llevó a cabo en la Catedral de Edimburgo, St. Giles Cathedral, y los príncipes de Gales, reconocidos como duques de Rothesay en Escocia, se sentaron al lado de sus reyes para presenciar el evento religioso.
Procesión del pueblo. Mientras la familia británica estaba siendo escoltada hacia la catedral de Edimburgo cientos de personas que se juntaron detrás de las vallas para representar distintos aspectos y costumbres de la vida del país.
El cetro y la espada fueron regalos papales. La corona, utilizada por Jacobo V, fue remodelada en la mitad del siglo XVI. Pocos reyes fueron ceñidos con ella. En las últimas décadas se muestra en procesiones rituales del Parlamento de Edimburgo. Los tres honores fueron entregados a figuras de origen medieval en el castillo para su posterior exposición. El rey Carlos III ha querido dar a los actos un fuerte aroma local, encargando por ejemplo cinco obras a músicos jóvenes de Escocia para que se interpretasen en el servicio de Acción de Gracias y Dedicación. La celebración comenzó en el castillo de Edimburgo, que remata el montículo que da forma al centro de la bella capital política de Escocia. Una procesión en la que participaban representantes de instituciones del país del norte recorrió calles en torno a la milla real, la avenida que desciende desde el castillo hasta el palacio real y el Parlamento restaurado en 1999.
Entre los participantes en la procesión había escuelas, compañías de taxistas y de autobuses, la asociación de veterinarios y la de enfermos de Parkinson, la Federación Mundial dedicada a preservar la memoria del poeta Robert Burns, el club de golf The Royal and Ancient de St Andrews, la organización de pescadores escoceses y un largo etcétera.
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Seguían a las variadas asociaciones los gremios: de panaderos, de fabricantes de velas, de sastres, de zapateros, de tejedores,… Todos escoltados por los regimientos escoceses. El destino de la procesión fue la catedral de San Giles, en la milla real, la alta iglesia de la Iglesia de Escocia, que sigue la tradición nacional de calvinismo presbiteriano. En esta iglesia predicó John Knox, el más influyente clérigo de la reforma protestante en Escocia.
La ceremonia religiosa incluyó la lectura de salmos, una gran variedad de música, una homilía muy elogiada de Sally Foster-Fulton, moderadora de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia, que no es, como la de Inglaterra, una iglesia oficial del Estado, pero es la mayoritaria.
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«Qué vacía sería la vida sin la imaginación creativa que explota a través de nuestras diversas costumbres y culturas, fes y creencias, de la literatura, la poesía y la música, la búsqueda sagrada, la innovación y entendimiento de la ciencia, la belleza de la vida liberada», dijo. «Somos una saga, no un cuento, una sinfonía. Qué estrecha nuestra vista, qué monocromo nuestro entendimiento cuando no aprovechamos las diferentes perspectivas».
Carlos y Camila, acompañados por Guillermo y Catalina, ambos con títulos escoceses como duques de Rothesay, asistieron al servicio. No hubo coronación. Los honores fueron expuestos en el templo y llevados después al lugar habitual para su custodia. Son nominalmente propiedad del rey. Los miembros de la familia real descendieron por la milla real a Holyroodhouse, donde contemplaron el paso de aviones de la Real Fuerza Aérea.
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En la transmisión del evento por la BBC se veía en la milla real un número notable de personas con pancartas con un eslogan: «No es mi rey». También se oyeron voces que coreaban este eslogan.
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