A Vladímir Putin los números le han beneficiado. La marcha de la economía rusa, mejor de lo que se pronosticaba para tratarse de tiempos de guerra y un país bajo miles de sanciones, ha sido según los primeros análisis un acicate en la victoria del ... jefe del Kremlin. No por inesperada, ya que lo realmente llamativo en este proceso electoral hubiera sido una derrota del presidente. Pero sí porque los llamamientos de la oposición a expresar el descontento colapsando los colegios o con papeletas nulas hubieran sido más notorios con una población iracunda por una crisis económica.
Publicidad
El crecimiento ruso en 2023 ascendió al 3,6% y este año se calcula que rondará el 2,6%, más que en el conjunto de la UE. Occidente le ha recortado las exportaciones de petróleo, pero de paso ha aumentado su precio, de modo que lo que Moscú vende a sus países amigos ha resultado más rentable. Los salarios suben, el déficit público está contenido y apenas existe desempleo. El 'milagro' ruso. Aunque todo tiene su truco, y también un aura de tragedia. La industria de defensa ha disparado la oferta de empleo, de la misma manera que la invasión de Ucrania ha reducido el número de demandantes vertiginosamente entre quienes han sido movilizados por el ejército, han muerto en el frente o se marcharon al extranjero para evitar el alistamiento.
Es cierto que la fruta y el café cuestan más. Lo mismo que el aceite de oliva, disparado, aunque eso también sucede en España, donde no hay guerra. Existe un debate nacional sobre los huevos, alimento básico cuyo precio se ha elevado un 40%. Putin ha prometido que abordará su carestía. En parte, puede decirse que ha ganado las elecciones por huevos.
Derivado de la economía de guerra, el país ha multiplicado la mercancía nacional. Y ha tenido la habilidad (dudosa) de convertirse en el gran replicante de los productos de cadenas y marcas internacionales que cerraron o liquidaron sus bienes como forma de protesta al comienzo de la invasión. Si no hay hamburguesas americanas, se implanta la cadena local Vkusno & Tochka (Sabroso y punto) y asunto finiquitado. Incluso es posible apropiarse de la fama de los anteriores. 'La marca cambia, el amor se queda', reza el sustituto de McDonalds en el país.
Los rusos con más capacidad adquisitiva conservan la oportunidad de mantener algunos caprichos (no todos ) y comprarse un smartphone de vanguardia o un coche de alta gama alemán a través de las importaciones de países intermediarios como Kazajistán o Georgia. Una forma manida de salvar las sanciones.
Publicidad
El reto de Putin en esta legislatura que ahora se abre estriba en perpetuar esa situación. «La economía es un factor fundamental de la pervivencia de un Gobierno. Si los rusos estuvieran sumidos en una profunda crisis, con la miseria al alza, sin ahorros ni empleo, con una élite alarmada y la perspectiva de una guerra prolongada, ni siquiera Putin hubiera logrado seguir en el poder con todo su poder militar», resume el economista Andre Yliov.
Su presidencia durante otros seis años estará sometida a fuertes presiones. La bonanza es sorprendente en la forma pero tremendamente inestable en el fondo. Seis años representan un largo periodo de tiempo en el que el Gobierno dependerá del discurrir de la guerra, y del dolor y la rabia por las pérdidas humanas, así como de la buena marcha financiera del país, que no está asegurada. «Las sancionen tardan en surtir efecto», pero lo hacen y entonces llega el desmoronamiento, afirma un experto de la CNN.
Publicidad
Estados Unidos y la UE han dictado más de 15.000 sanciones sobre organismos, empresas e individuos rusos. La mayoría de éstos son oligarcas a quienes se han bloqueado fondos, casas, yates, transacciones bancarias y negocios, y tratado de incomodar lo más posible para cortar la hierba bajo los pies de Putin. A la vista de los comicios está que el resultado ha sido bastante flojo. Y, por eso, Occidente, con EE UU a la cabeza, se prepara para una guerra de multas más inteligente e incisiva.
La primera víctima han sido decenas de albornoces. El Departamento de Estado bloqueó recientemente la compra de un juego de batas de baño con destino a un yate de lujo, y ofrecido un millón de dólares de recompensa por cualquier información que conduzca al intermediario que ordenó fabricar los batines por un precio cercano a los 3.000 dólares.
Publicidad
En su encargo, el sospechoso consignó el barco con un determinado nombre, pero alguien se percató de que las prendas llevaban bordada la palabra 'Tango', correspondiente a un yate que pertenece a un oligarca residente en Suiza, sancionado internacionalmente. En su día el barco fue inmovilizado en aguas de Mallorca.
Se trata solo de un ejemplo, pero es el primero de la nueva política estadounidense de detener o castigar a los intermediarios occidentales que, como en el caso del 'Tango', intentan vadear las sanciones a Rusia. Empresarios y personal próximo a Putin ya son viejos conocidos de las autoridades internacionales desde el inicio de la guerra del Donbás en 2014, por lo que el peso se ha trasladado a negociadores y empresas intermedias, las piezas de las cadenas de suministro a Rusia que interesa abatir. Washington acaba de lanzar ya 500 sanciones contra proveedores militares e industriales, además de comisionistas y mediadores capaces tanto de suministrar material prohibido a Moscú como de lavar su dinero.
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.