El Gobierno alemán inicia el desalojo de un pueblo para ampliar una mina de carbón

Los activistas medioambientales se hicieron fuertes en los edificios de la población habitada hasta hace un año por 19 personas. También se resguardaron en casetas construidas en árboles, así como en lo alto de postes de madera levantados en campo abierto y en lo alto de estructuras elevadas montadas con tres o varios postes más de las que colgaban sostenidos por arneses. Unos 400 militantes ecologistas forman la resistencia al derribo del pueblo ordenado por vía judicial para permitir la extracción de hasta 280.000 toneladas de lignito. Armados con motosierras, palanquetas, taladros y cizallas, así como con la ayuda de excavadoras y plataformas elevadoras, los agentes fueron derribando obstáculos y deteniendo provisionalmente a docenas de personas participantes en la protesta, que es observada de cerca por cientos de medios de comunicación.

Mientras un grupo de manifestantes de movimientos cristianos cantaba canciones religiosas a la vez que sostenían una enorme cruz, otros participantes amenizaban el espectáculo al piano, en un instrumento colocado en plena calle para la ocasión, o tocando la guitarra desde lo alto de un árbol. «No ofrezcan resistencia, de lo contrario utilizaremos la violencia», advertía la Policía una y otra vez por megafonía. Mientras se desarrollaba la operación, operarios de la empresa energética RWE procedían a levantar una valla de 1,5 kilómetros de longitud alrededor de Lüzerath para aislar el pueblo en el momento en el que se complete el desalojo. «Marca la zona de obras donde en las próximas semanas serán derribados los edificios restantes, así como árboles y vegetación, además de destruir carreteras y canalizaciones» para permitir la extracción de carbón, señaló RWE en un comunicado.

El ministro federal de Economía, el verde Robert Habeck, criticó la acción de los ecologistas y recordó que el acuerdo alcanzado por las autoridades federales y el Gobierno regional de Düsseldorf con la compañía energética para derribar el pequeño pueblo ha permitido salvar de la destrucción otras cinco localidades y adelantar en ocho años el fin de la era del carbón. En 2030 finalizará definitivamente la extracción de lignito a cielo abierto en Renania del Norte-Westfalia. «Es un acuerdo que sirve a la protección del clima», afirmó el también vicecanciller federal, cuyo partido, bandera del ecologismo alemán, está sufriendo un grave deterioro de imagen con esta operación. Habeck destacó que «por suerte» hasta ahora solo se han producido escarceos entre los agentes y los manifestantes y pidió a ambas partes «que no se rebase ese límite».

La Policía avanzó hasta el mediodía con suma rapidez a la hora de retirar obstáculos y detener provisionalmente a los manifestantes en torno a Lüzerath. Los agentes desalojaron incluso un gran pabellón agrícola que servía para el abastecimiento de alimentos de los participantes en la protesta. Un portavoz del Sindicato de la Policía Alemana señaló que la estrategia diseñada para el desalojo «está dando frutos» y que «la comunicación directa con los manifestantes contribuye a desescalar la situación». La operación se complica, sin embargo, a la hora de desalojar a los activistas que han construido unas 40 casetas en lo alto de árboles o los que se han hecho fuertes en las casas y otros edificios del pueblo, cuya cifra exacta se desconoce y que pretenden resistir el máximo de tiempo posible, por lo que la operación podría prolongarse aún varias jornadas.