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La reina Isabel II se convirtió en el blanco del Ejército Republicano Irlandés (IRA) en los años ochenta cuando estuvo de visita en Estados Unidos. El FBI ha sacado a la luz una serie de archivos relacionados con la presencia de la Corona británica en ... territorio norteamericano donde, al parecer, se planeó un atentado para asesinar a la monarca. Los informes revelan que en abril de 1983, un mes antes de que la madre del actual rey hiciera un viaje oficial a California, un hombre simpatizante del grupo terrorista pretendía hacer justicia por su cuenta y vengar la muerte de su hija, que «falleció en Irlanda del Norte por el impacto de una bala de goma» disparada presuntamente por agentes ingleses.
La Oficina Federal de Investigaciones, preocupada por la amenaza, dio el visto bueno a la información entregada por un policía en San Francisco que había escuchado el supuesto plan en un pub, frecuentado por descendientes de inmigrantes. El agente oyó que «el sospechoso intentaría dañar a Isabel II. Lo haría arrojando un objeto al yate real, el Britannia, desde el puente Golden Gate justo cuando navegara por debajo. O la intentaría matar cuando visitara el Parque Nacional Yosemite», describe el testimonio.
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Era la primera vez que la Corona británica llegaba a la costa oeste del país norteamericano. Su viaje, que incluyó escalas en San Diego, Los Ángeles, Santa Bárbara, Sacramento, Yosemite y Seattle, sirvió de excusa para celebrar el 31 aniversario de la boda del presidente de EE UU, Ronald Reagan, con su esposa Nancy. Justo el día en que estaría previsto el atentado, la reina, su marido, Felipe de Edimburgo, y el mandatario estadounidense y su mujer disfrutaban de una cena a bordo del yate real. El servicio secreto planeó «cerrar las pasarelas del Golden Gate a medida que se acercaba la embarcación». Sin embargo, se desconoce si aquella jornada se arrestó a alguien o si hubo indicios de que el ataque se ejecutaría realmente.
Después de frustrar el supuesto atentado, la alerta permaneció en vigor durante las siguientes presencias de la familia real británica en el país. En cada viaje a EE UU que se hacía público, simpatizantes de los rebeldes estaban cerca. En sus visitas oficiales en 1976 a Nueva York, o antes de viajar a Kentucky en 1989, siempre había «la posibilidad de ataques contra la monarquía de Reino Unido por parte del IRA», reza el informe. Pese a que nunca se registraron amenazas directas, a los lugares que formaban parte de la agenda de la reina acudían también numerosos irlandeses. En 1991 tenía previsto –no lo hizo al final– asistir a un partido de béisbol de los Orioles de Baltimore junto al entonces presidente, George H. Bush, pero «grupos irlandeses» habían reservado una gran cantidad de entradas en la tribuna.
Se volvió rutinario que los agentes federales coordinaran operaciones con el Servicio Secreto de EE UU y las agencias de policía locales contra el Ejército Republicano Irlandés de manera preventiva durante las visitas de Estado de Isabel II. En esa época, Irlanda del Norte era escenario de un conflicto que se extendió hasta territorio inglés y que sumó más de 3.500 muertos en tres décadas de actividad terrorista. La tensión en la región lanzó una advertencia al resto de Occidente, que temía que la lucha se trasladara al otro lado del Atlántico cuando la Corona británica pisara territorio americano.
El IRA ya había asesinado a un pariente de la familia real. Fue el mayor golpe contra la monarquía del Reino Unido. El primo segundo de Isabel II, Lord Mountbatten, que ejerció como político, diplomático y último virrey de India, murió en un atentado frente a la costa del condado de Sligo, en la República de Irlanda, en 1979. El plan de colocar una bomba en el yate donde viajaba la víctima se cobró la vida de quien era el tutor oficioso del entonces príncipe de Gales, Carlos III. Cuatro años más tarde, el IRA tenía intención de repetir la operación, esa vez, para asesinar a la reina.
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