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¿Quién voló los gasoductos de Nord Stream? Parecía la trama de una novela de Agatha Christie, con apenas un puñado de actores estatales suficientemente cercanos a la víctima como para tener acceso a ella, y con medios para atacar a los impresionantes gasoductos que ... atraviesan las profundidades del mar Báltico. Rusia y Estados Unidos se habían echado la culpa mutuamente, ambos asegurando tajantemente que no estaban involucrados. Ahora parece que, por primera vez, EE UU cree a su rival.
«¿Pretenden hacernos creer que hemos volado nuestro propio gaseoducto en el que habíamos invertido miles de millones de dólares?», preguntó indignado el embajador Vassili Nebenzibiden, en la primera reunión del Consejo de Seguridad de la ONU a la que llevó el tema en septiembre, cuatro días después de las explosiones que se produjeron en el Nord Stream 1 y Nord Stream 2. Estados Unidos parecía el sospechoso más claro, porque el presidente Joe Biden, cuya fama de bocazas le precede, había declarado públicamente en febrero de 2021 que su gobierno acabaría con el gaseoducto si Rusia invadía Ucrania. Lo dijo durante una comparecencia pública con el canciller alemán Olaf Scholz, el país europeo más interesado en el proyecto, al que hizo esa concesión en pro de las relaciones diplomáticas entre aliados. Ante la inquietud que generaban los tambores de guerra, añadió esa cláusula para calmar las preocupaciones. «Os lo prometo, podemos hacerlo».
A las dos semanas Rusia invadió Ucrania y a los seis meses se produjo una sofisticada operación de sabotaje que los expertos aseguran solo podía haber ocurrido con el apoyo de algún gobierno. Blanco y en botella, la opinión pública mundial cree que Washington estaba detrás del atentado con el que cumplía su propia profecía. Así lo ha decidido también el periodista de investigación Seymour Hersh, galardonado en 1970 con el premio Pulitzer por exponer la masacre estadounidense de My Lai en Vietnam.
Con todo, la historia que publicó Hersh el mes pasado tuvo poco eco en EE UU y mucho en Gran Bretaña, el último de los sospechosos al que se apuntaba. Para entonces 23 altos diplomáticos europeos habían dicho ya al diario 'Washington Post' que no creían que Rusia estuviera detrás de este acto terrorista. Y a medida que se ha estrechado el círculo, la Inteligencia estadounidense ha sido capaz de desviar la culpa a un grupo que, según las fuentes del 'New York Times', está compuesto por opositores al régimen de Vladímir Putin. Washington insiste en que no tiene absolutamente nada que ver con ellos.
Sostiene que para colocar esos explosivos se necesitaron a buceadores muy experimentados y las fuentes de Inteligencia consultadas por el rotativo neoyorquino creen que es posible que recibieran en el pasado entrenamiento especializado de algún gobierno. La posibilidad de que eso apunte al Ejecutivo de Zelenski inquieta las relaciones internacionales por el daño que podría hacer a la colaboración de Alemania, la potencia más afectada y reticente a armar a Ucrania. Hay otras en el grupo de sospechosos que están llevando a cabo sus propias investigaciones, desde Finlandia a Polonia, por lo que el desenlace del caso sigue abierto.
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