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La amenaza nuclear planea sobre Ucrania desde que Rusia decidió ocupar la central de Zaporiyia a los pocos días de comenzar la invasión. La planta se encuentra en plena línea del frente y desde la Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) no cesan los llamamientos ... a las dos partes para que se establezca una zona libre de combates en un lugar tan sensible. Después de veinticuatro horas de espera «por motivos de seguridad», el director de la OIEA, Rafael Grossi, ha visitado este jueves la planta y ha lamentado que la firma de un acuerdo de seguridad es «poco realista», ya que los choques son constantes.
Al peligro de que un proyectil impacte en la central se le suma desde el día 6 las consecuencias que puede tener en su funcionamiento la rotura de la presa de Kajovka, de donde se surtía de agua para la refrigeración de sus seis reactores. Grossi ha señalado que «se puede observar de un lado que la situación es grave, las consecuencias están allí y son reales, pero en forma paralela, se toman medidas» y la planta tiene «agua suficiente».
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Mikel Ayestaran
El ritmo de trabajo cambió ese 6 de junio en el departamento de radiología del centro para el control y prevención de enfermedades del Ministerio de Salud en Zaporiyia. «En cuanto supimos lo de la presa decretamos el nivel de alerta y comenzamos a medir la radiación cada hora. Hasta el momento los niveles son normales», afirma el doctor Taras Tyshchenko, responsable de este organismo que cuenta con un laboratorio dedicado a medir los niveles de radioactividad en aire, alimentos y agua.
Rusia mantiene los reactores apagados y el «riesgo de accidente es mínimo. El problema es que los rusos vuelen la central como volaron la presa», explica Tyshchenko. Aquí se preparan para ese escenario, han realizado ya varios simulacros y repartido pastillas de yodo entre las poblaciones más cercanas bajo control ucraniano. «Debido al diseño de la planta y a las corrientes de aire, en caso de desastre nuclear la peor parte se la llevarán las zonas al sur de la central, las que ahora ocupa Rusia, y se extendería sin duda hasta Turquía. Por eso el presidente Erdogan debería poner más énfasis en intentar calmar la situación en torno a la central y pedirle a Putin que la devuelva a Ucrania. Ésa es la única garantía de seguridad para todos», explica Tyshchenko.
Luba Lemesko es la jefa de radiología en Zaporiyia y analiza cada hora los resultados de las mediciones. El laboratorio donde guarda su base de datos forma parte de un complejo abierto por la URSS en 1958 y que mantiene un fuerte aire soviético. El personal es veterano y recuerda lo que supuso Chernóbil, un lugar al que se desplazó en 2000 la propia Lemesko cuando el entonces presidente, Leonid Kuchma, dio la orden de apagar su último reactor. «De momento todo es normal, pero hay que estar listos para lo peor. Ése es nuestro trabajo, estar preparados para responder de la manera más rápida posible para salvar vidas», explica Lemesko.
El medidor de radioactividad marca un nivel de 0,11, «una quinta parte de lo que se considera peligroso», apunta Lemesko antes de volver a su laboratorio. En una hora volverá a medir. La guerra avanza y la central sigue en zona de máximo peligro.
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Mikel Ayestaran
Ucrania ha informado de una jornada más de progresos en el plano militar y desde el Ministerio de Defensa han asegurado haber avanzado tres kilómetros en el frente de Zaporiyia y siete en el de Donetsk. «Estamos listos para seguir luchando y liberar nuestro territorio con nuestras propias manos», ha declarado el general Oleksyi Gromov, quien dijo que desde que arrancó la ofensiva han liberado cien kilómetros cuadrados de tierra de manos rusas.
Estados Unidos es el principal aliado de Kiev en esta guerra y el jefe del Estado Mayor, general Mark Milley, empleó un tono moderado para referirse a las operaciones ucranianas de los últimos días. «Ésta es una pelea muy difícil. Es una pelea muy violenta y probablemente tomará una cantidad considerable de tiempo a un alto costo», apuntó Milley en una reunión que mantuvo en Bruselas con ministros de Defensa de los países que apoyan a Ucrania. Milley elevó a 60.000 el número de soldados ucranianos que han recibido entrenamiento en países extranjeros y que están listos para entrar en combate. El secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, pidió «más esfuerzo» a sus aliados para proporcionar más armas y municiones a Kiev.
Este llamamiento recibió la respuesta inmediata de Dinamarca y Noruega, que han anunciado un nuevo envío de munición de artillería, fusiles y cargas propulsoras.
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