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En medio de una jornada de protestas de organizaciones afines a Moscú contra las actuales autoridades moldavas, partidarias del ingreso del país en la Unión Europea y la OTAN, la Policía de Chisinau desarticuló este domingo un conspiración de agentes de los servicios secretos rusos ... tendente a desestabilizar la situación en Moldavia y propiciar la llegada al poder de un Gobierno marioneta, que actúe según los dictados del Kremlin.
Según la Policía moldava, unas veinticinco personas fueron interrogadas, de las que siete están detenidas por pertenecer a un grupo de «desestabilizadores» pagados por Rusia. La misión de esos agitadores consistiría en provocar desórdenes y actos de violencia durante las protestas, organizadas por la formación política creada por el empresario prorruso Ilhan Shor. Mientras discurría la manifestación, este domingo se produjeron cuatro avisos de bomba, uno de ellas en el aeropuerto de la capital moldava, lo que paralizó temporalmente los servicios de facturación y obligó a evacuar a los pasajeros.
Los partidarios de la formación Shor, según el Ministerio del Interior, pretendían crear células a través de toda Moldavia y cada uno de los miembros del grupo desestabilizador habría recibido la suma de 10.000 euros para llevar a cabo su actividad de labor de zapa. Toda esta información fue aportada en rueda de prensa por el jefe de la Policía, Viorel Cernauteanu, que recordó además que, el pasado día 9, fue detenido un ciudadano ruso que llegó a Moldavia para preparar las revueltas. «Nuestro agente encubierto, integrado en ese grupo de desestabilizadores, se puso en contacto con un hombre en Rusia. El segundo ciudadano ruso, Andréi vino a Moldavia para organizar el entrenamiento», aseguró Cernauteanu. Según sus palabras, «anteriormente ya había estado en Moldavia, cambió su nombre y documentos varias veces para evitar ser rastreado».
El jefe policial dijo también que los organizadores de esos futuros disturbios formaron diez grupos de diez personas coordinadas desde Rusia. Además los guardias fronterizos moldavos impidieron la entrada en el país de uno de los mercenarios del Grupo Wagner perteneciente al oligarca ruso, Evgueni Prigozhin.
Este domingo, según la Policía, Shor fletó decenas de autobuses para llevar a la capital moldava al mayor número posible de personas para participar en las manifestaciones. Los agentes trataron de impedirlo parando los vehículos y conminando a sus ocupantes a bajarse de ellos. Según medios locales, tuvieron que seguir a pie hasta Chisinau. ç
Las televisiones difundieron imágenes de la concentración en el centro de la capital y enfrentamientos con las fuerzas del orden, que lograron evitar que los manifestantes irrumpieran en el interior del edificio del Parlamento. Según sus informaciones, unas cincuenta personas fueron detenidas. El motivo de la convocatoria fue este domingo acusar al recién formado Gobierno de la subida de los precios y exigir que el Estado se haga cargo de las facturas de los servicios públicos durante los meses de invierno.
La pasada semana Estados Unidos acusó a Rusia de querer desestabilizar Moldavia mediante protestas a fin de instalar un Ejecutivo favorable a Moscú. «Creemos que Rusia busca debilitar al Gobierno moldavo, probablemente con el objetivo final de que se instale una administración más favorable a Rusia», declaró el viernes el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby. A su juicio, «activistas rusos, algunos vinculados a los servicios de Inteligencia de Rusia, están tratando de organizar y utilizar protestas en Moldavia para fomentar una insurrección contra el Gobierno». «Confiamos en las instituciones democráticas y económicas de Moldavia y en su capacidad para responder a estas amenazas y, por supuesto, seguiremos prestándoles un apoyo firme», subrayó Kirby
A mediados de febrero, la presidenta moldava, Maia Sandu, dijo que Moscú «intenta interferir en los asuntos internos del Estado». Según ella, el plan de las autoridades rusas preveía la entrada en Moldavia de ciudadanos de Rusia, Montenegro, Bielorrusia y Serbia para tratar de derrocar al Gobierno. El nuevo primer ministro moldavo, Dorin Recean, exigió además la retirada del contingente de tropas rusas desplegado en la región moldava de Transnistria, que vive de facto independizada y con fuertes lazos con Moscú.
Pero para Rusia todas las acusaciones «no son sino un intento de la dirección moldava de distraer a la población de los fracasos propios en las esferas económica y social». En relación con Transnistria, el 20 de febrero, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, criticó las palabras de Recean diciendo que «Rusia ha sido y es un actor muy responsable en lo relativo a los asuntos de Transnistria y sigue llevando a cabo sus funciones». Peskov recomendó al Gobierno de Chisinau ser «muy cuidadosos con esto». A su modo de ver, Moscú «tiene ya unas relaciones muy, muy tensas con Moldavia (…) sus dirigentes caen en la histeria antirrusa».
El jefe del Ejecutivo moldavo cree que «existe una guerra híbrida contra Moldavia por parte de Rusia (…) para secuestrar los procesos democráticos. «Debemos atajar los peligros de la desestabilización, los desórdenes públicos, los ataques contra algunas instituciones, la guerra híbrida, la desinformación y el odio entre etnias», estimó Recean el mes pasado, a la semana de tomar posesión de su cargo. En Transnistria, región fronteriza con Ucrania, viven algo más de 300.000 personas, rusos y ucranianos fundamentalmente. Son de religión ortodoxa y prefieren utilizar el ruso en lugar del moldavo como lengua principal.
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