Putin sigue tejiendo su biografía trenzada de asesinatos y violencia. La muerte en prisión del líder opositor ruso Aléxei Navalni vierte una nueva sombra sobre un régimen, el del nuevo 'zar ruso', caracterizado por el metódico y planificado procedimiento del encarcelamiento, el exilio o la ... muerte en extrañas circunstancias de cualquiera que se señale como una amenaza para su gobierno. Navalni es el último, hasta el momento, de una larga lista de políticos, empresarios y periodistas desacreditados, hostigados, encarcelados y fallecidos después de cuestionar el autoritarismo del inquilino del Kremlin.
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Comienza la campaña electoral de las presidenciales (15 a 17 de marzo) y hay que atar cabos. Por eso fue trasladado en secreto al penal conocido como 'Lobo Polar', en el Ártico, y por eso era conveniente que muriera con antelación. Su fallecimiento a los 47 años es un síntoma de la evolución política de Rusia durante las últimas dos décadas al hacer visible la imposibilidad de la protesta desde dentro del sistema ruso. Veinte años de trayectoria, desde aquellos orígenes en los que era calificado por la prensa europea y estadounidense como un «despreciable racista de extrema derecha» y en los que su ultranacionalismo ('Marcha Rusa'), junto a neonazis y cabezas rapadas, caracterizaba su ideario político y vital, han dado para mucho y, en cierta medida, sorprende que el envalentonado Putin tardara tanto tiempo en «expirarle» porque sus denuncias de la corrupción estatal e institucional rusa hacían mucho daño al régimen. Claro que nunca estuvo cerca de desafiar su poder y sobreestimó el nivel de apoyo que disfrutó en Rusia.
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El líder ruso se ha convertido en un matarife más de los que anegan la Historia en una espiral de asesinatos, violencia y guerra. Pero no siempre fue así. Cuando llegó al poder dio un giro a su país hacia Occidente a la par que reestructuraba su política en relación con el Este. Fue un intento en toda regla de entablar una relación realista que beneficiara a todos ya que consideraba entonces que la visión eurasiática de una Rusia entre Este y Oeste era un camino que no llevaba a ningún lado y que la creciente fortaleza china en el Este y la inestabilidad del sur islámico dejaban claro que el único futuro geopolítico de Rusia residía en Occidente. Esto significaba la integración acelerada en la UE y en sólidas relaciones con EE UU.
La política rusa de la primera era Putin inició un período de pragmatismo colaborativo al que Occidente no siempre respondió de igual manera. Muchos de los que lo impidieron son los máximos interesados en la demonización de un líder ruso que lo ha conseguido sin ayuda de nadie cayendo en ocasiones, y viéndose obligado en otras, en las trampas sucesivas que éstos le tendieron a lo largo del tiempo.
En cualquier caso, la realidad manda y la muerte de Navalni finiquita definitivamente la época de la política en Rusia. Hoy sólo queda el cesarismo despótico de Vladímir Putin.
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