Los conservadores y su líder Friedrich Merz se preparan para el asalto al poder en Alemania

Junto al jefe del grupo parlamentario de su hermanada Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), Alexander Dobrindt, y su más estrecho círculo de colaboradores, el que probablemente será el próximo canciller federal tomó nota de la fecha del 15 de enero para la votación parlamentaria de una moción de confianza propuesta por el propio Scholz a sabiendas de que la perderá y del consiguiente adelanto electoral para finales de marzo.

Demasiado tarde. «Unos rápidos comicios son ahora el paso necesario para que nuestro país retorne a un curso estable», señalaba un comunicado emitido esa misma noche por los partidos de la Unión, que, sabedores de que todos los sondeos les son favorables y que ganarían con amplia ventaja, quieren que estas se celebren lo antes posible. A poder ser a finales de enero. Hay prisa por asumir el poder.

CDU y CSU conforman probablemente el único partido listo para lo que en Alemania llaman un «arranque en frío» de la campaña electoral. Los responsables de prepararla y coordinarla entre los partidos hermanos en la Konrad Adenauer Haus, la fundación de la CDU en Berlín, como en la Franz Josef Strauss Haus, la de la CSU en Múnich, llevan meses trabajando con dos escenarios, los comicios regulares en septiembre de 2025 y unos adelantados en enero o febrero.

Además la Unión es la única formación que ha nombrado oficialmente a su candidato para la jefatura del Gobierno federal. Después de que el presidente de la CSU y primer ministro de Baviera, Markus Söder, renunciara públicamente en septiembre en favor de Merz a liderar la campaña de los conservadores, los gremios de los dos partidos confirmaron rápidamente al presidente de la CDU como aspirante.

Scholz, que quiere ser reelegido, y Robert Habeck, el ministro federal de Economía, que pretende ser el primer canciller federal verde, deben ser confirmados oficialmente aún como candidatos oficiales por sus respectivos partidos. Lo mismo sucede con Lindner y los liberales o el resto de las formaciones con posibilidades de conseguir escaños en las próximas legislativas.

Todos están pendientes además de preparar a la carrera un programa electoral, organizar la logística publicitaria, preparar al personal que secundará la campaña e incluso de elaborar listas y buscar candidatos. La Unión se precia de tener esas cuestiones prácticamente resueltas para una campaña más breve de lo habitual, que además se complica por celebrarse en la época más fría y oscura del año, cuando el clima no acompaña los mítines en el exterior y es necesario buscar locales grandes y pequeños para convencer a los votantes.

Aunque CDU y CSU planeaban cerrar su programa electoral en primavera, tras varios actos previstos como la presentación en enero próximo de su Agenda 2030 con objetivos para la próxima década, no tendrán problema en acelerar ese proceso. Su campaña se basará fundamentalmente en un programa de acción inmediata para los primeros 100 o 200 días, centrado en el tema que más preocupa actualmente al país: la economía.

Los datos coyunturales son alarmantes. Pese a un crecimiento mínimo en el último trimestre, Alemania se ve amenazada por un segundo año consecutivo de recesión, grandes consorcios como Volkswagen estudian el cierre de fábricas y proyectos emblemáticos como la prevista planta para producción de chips de Intel en Magdeburgo, con subvenciones aprobadas de 10.000 millones de euros, se encuentran congelados y tienen visos de no ver nunca la luz.

La culpa de la crisis económica la tiene el ya roto tripartito de Scholz. En eso insistirán sin duda los conservadores en todos los actos políticos de campaña, pero también en la necesidad de mejorar los factores para que Alemania vuelva a ser una sede económica atractiva con rebaja de impuestos y reducción de papeleo, normativas y burocracia. Si mejora la economía, aumentarán los ingresos fiscales y se podrán resolver otros problemas.

La Unión tiene incluso elegidos a varios de sus ministrables, según revela el semanario 'Der Spiegel'. Desde sus secretarios general y de organización parlamentaria, Carsten Linnemann y Thorsten Frei, hombres de confianza de Merz, al bávaro Dobrindt, que suena para la cartera de Interior. Los conservadores tienen previsto ya la posible fusión de ministerios. El propio Friedrich Merz ha comentado públicamente que sería buena idea unir los de Economía y Trabajo.

Cristianodemócratas y socialcristianos bávaros cuentan con el favor de las encuestas para lo que consideran un triunfo seguro. Hace ya dos años y medio que lideran con tendencia creciente todos los sondeos de intención de voto para unas generales. Los más recientes les conceden un 34% de apoyos, frente al 16% del SPD, el 12% de Los Verdes o el raspado 5% de los liberales. La marginada y populista Alternativa para Alemania (AfD) obtendría un 18% de sufragios.

Unos resultados que de confirmarse en las urnas huelen a 'GroKo', a la tradicional Grosse Koalition o gran coalición de gobierno con los socialdemócratas liderada por los conservadores, como en tres de las cuatro legislaturas de Angela Merkel. Eso, si la Unión no deja atrás sus prejuicios y se atreve a una alianza con los verdes. Söder lleva meses demonizando esa posibilidad, mientras los ecologistas estarían dispuestos a experimentar.

Todo para mantener el cortafuegos con la ultraderecha, que sigue en auge tras sus triunfos en las últimas elecciones regionales en tres Estados en el este de Alemania. Del éxito del próximo Gobierno con Merz como canciller federal para resolver los problemas de Alemania depende que AfD no siga creciendo y amenace con convertirse en primera fuerza nacional, no en estas próximas, pero quizás en las siguientes elecciones.