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'Charlie Hebdo, invencible'. La revista satírica francesa titula con estas palabras la portada de su último número. Acompañada con el dibujo de un lector que parece defecar encima de una kalasnikov, se trata de la apertura de la edición especial con la que conmemora ... el décimo aniversario del atentado contra su redacción.
Este martes se cumplen diez años del ataque yihadista de los hermanos Kouachi, dos simpatizantes de Al-Qaeda, contra la redacción en París de esta publicación, odiada por los fundamentalistas islámicos por sus caricaturas de Mahoma. Es, sin duda, un aniversario simbólico que ha rememorado en Francia lo vivido esa semana de enero, que supuso el inicio de la oleada de atentados en 2015 y 2016.
El frenesí terrorista de los Kouachi acabó con la vida de ocho integrantes de la revista -entre ellos, los conocidos dibujantes Charb, Cabu, Honoré, Tignous y Wolinski-, dos policías, un agente de mantenimiento y un periodista que estaba de visita esa fatídica mañana. Dos días después, otro ataque contra un supermercado judío sumó cuatro víctimas más. La reacción de la sociedad francesa ante esos atentados resultó admirable. Más de cuatro millones de personas se manifestaron el 11 de enero en las marchas más multitudinarias en este siglo XXI en el país vecino. Lo hicieron bajo la proclama de 'Je suis Charlie' (Yo soy Charlie), sinónima de defensa de la libertad de expresión y el blasfemo, así como una reivindicación de la tolerancia.
Increvable !
— Charlie Hebdo (@Charlie_Hebdo_) January 6, 2025
Notre numéro spécial 7 janvier de 32 pages :
👉 Sondage Ifop : les Français sont pour la caricature
👉 Les résultats de notre concours #RireDeDieu
👉 Caricatures de Mahomet : récit d'une manipulation
👉 L'histoire des miracles de Charlie à l'usage des mécréants pic.twitter.com/wv8ETkKpML
«El hecho de que mataran a buena parte de los miembros de una publicación satírica representó algo inédito en Francia y comportó una reacción inmediata», recuerda el historiador Laurent Bihl, profesor en la Universidad de la Sorbona y especialista de la sátira. ¿Pero qué queda del espíritu del 'Yo soy Charlie' una década más tarde? «Resulta difícil de decirlo», admite este experto en declaraciones a este medio sobre un balance con claroscuros y marcado por la fuerte fragmentación política, religiosa e identitaria en el país.
«Ese mensaje resultaba positivo al reivindicar una sacralización de la libertad de expresión, pero finalmente se ha convertido en algo más contradictorio. Algunos de los que dicen identificarse con la revista satírica lo hacen únicamente para estigmatizar a los franceses musulmanes», advierte el politólogo Haoues Senigueur, profesor en Sciences Po Lyon. «Hemos pasado de una laicidad inclusiva, basada en la separación entre el Estado y las religiones, a otra de más axiológica -y radical-, que representa una especie de religión para aquellos que no tienen religión», añade este experto.
Estas distintas visiones sobre la laicidad alimentan las acaloradas discrepancias entre las distintas corrientes de la izquierda gala, una parte de la cual ya no simpatiza con 'Charlie Hebdo'. Unos debates identitarios que se exacerbaron hace cuatro años con el asesinato del profesor Samuel Paty, al que decapitaron por haber mostrado en una de sus clases las caricaturas de Mahoma. Pocas semanas antes de ese ataque, un paquistaní había herido a varias personas en una agresión con un hacha enfrente de la antigua sede de la revista -la actual está en un lugar desconocido por motivos de seguridad-. Por un azar del calendario judicial, este lunes empezó el juicio por ese intento de atentado en septiembre de 2020.
Diez años después del atentado del 7 de enero, la principal noticia positiva consiste en que continúa existiendo la revista satírica, creada en 1970 bajo el empuje del espíritu libertario del Mayo del 68. Tras el boom en ventas que se produjo en 2015 en reacción al atentado, han ido decayendo y actualmente se comercializan unos 50.000 números cada semana.
Más que preguntarse sobre el legado del 'Yo soy Charlie', «la pregunta que debemos hacernos es en qué situación se encuentra la libertad de expresión en el mundo», sostiene Bihl. Los caricaturistas, según este experto, «dibujan ahora con más miedo que antes». En parte, eso se debe a la facilidad con que sus dibujos pueden suscitar polémica en las redes sociales. De hecho, Coco, una de las supervivientes del atentado de 2015, recibió en marzo del año pasado una oleada de amenazas por una caricatura en que parecía burlarse del hambre en Gaza.
A eso se le suma «una relativa indiferencia respecto a la sátira», advierte Bihl. Este historiador no solo lamenta la bajada de las ventas de medios de este estilo ('Le Canard enchaîné', 'Fakir'…), sino también la desaparición en 2018 de un programa mítico como los Guiñoles de la información o la renuncia de 'The New York Times' a publicar caricaturas tras un dibujo que fue tachado de antisemita. También generó una gran controversia el año pasado en Francia el despido por parte de la radio pública del conocido humorista Guillaume Meurice por un chiste en que comparaba a Netanyahu con Hitler. «Me temo que la libertad de expresión está retrocediendo en todos lados», concluye el profesor de la Sorbona.
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