Carlos III, poco después de ser coronado como rey de los británicos. Reuters

Carlos III, el monarca activista

Ecología, espiritualidad e intervención política fueron rasgos de su tiempo como heredero y tendrá que definirlos como rey

Sábado, 6 de mayo 2023, 21:53

El rey Carlos III, coronado ayer como monarca del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, y de 14 países miembros de la mancomunidad de la Commonwealth, ya ejercía sus funciones de rey desde el fallecimiento de su madre, Isabel II, en septiembre ... del pasado año.

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Nacido el 14 de noviembre de 1948, es a sus 74 años el monarca más viejo en heredar la corona en la historia de las islas británicas. Siguiendo el ejemplo de Jorge VI, que se casó con la escocesa Elizabeth Bowes-Lyon, Carlos ha accedido al trono con una reina de nacimiento británica, algo que antes del matrimonio de su abuelo no había sucedido en tres siglos.

Con su heredero presuntivo, Guillermo –también casado con una mujer inglesa, Catalina–, la dinastía de los Windsor, con origen en principados germánicos, abandona la tradición de vincular las coronas al matrimonio con miembros de casas reales o familias aristocráticas europeas. El nuevo rey ha estudiado alemán, francés y galés, y ha pronunciado discursos públicos en esos idiomas, además, naturalmente, del inglés.

La larga espera de 63 años como príncipe de Gales, título del sucesor al trono británico, provocó la caricatura de un heredero con creciente anhelo de que su madre le abriese el camino a la coronación. Al contrario, creó y promovió desde su posición organizaciones benéficas y expresó su opinión sobre temas diversos para dar sentido a su papel constitucional.

Carlos fue el primer miembro de su familia directa que nació como futuro rey. Su madre se convirtió en heredera tras la abdicación de su tío Eduardo, en 1936, y en monarca tras el fallecimiento de su padre, Jorge VI, en 1952, cuando ella tenía 25 años. El alejamiento de su madre por frecuentes viajes y los deberes de la corona le deparó una relación afectuosa con su abuela, la Reina Madre.

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Su padre, Felipe de Edimburgo, insistió en que fuese educado en la misma escuela, Gordonstoun, en donde él se había formado. El rígido régimen en el norte de Escocia incluía duchas frías y diarias carreras campo a través. Las cartas del joven príncipe revelaban su angustia por vivir con alumnos a los que describía como horribles, y decepcionaban a su padre, que lo veía como un adolescente sensiblero. En la Universidad de Cambridge se convirtió en el primer heredero a la corona británica con licenciatura. Inició estudios de Arqueología y Antropología, que cambió más tarde a los de Historia. A su tiempo de estudiante le siguió la obligada formación en los ejércitos. En su caso, como piloto de la Real Fuerza Aérea y comandante de un dragaminas de la Royal Navy al fin de su carrera naval.

Embarcado durante meses, se alejó de su querida Camila, a quien había conocido en el círculo del juego de polo. Ella se casó con un militar de familia de cortesanos y él se convirtió en un playboy en busca de una reina. La hija de otra familia cortesana, Diana Spencer, le cautivó. Su matrimonio y posterior divorcio fueron la cumbre y el abismo de la popularidad del príncipe. Tras el fallecimiento de Diana en un accidente de tráfico en París, la aparente frialdad de la familia real, reunida en la residencia de Balmoral, provocó críticas insólitas a Isabel II. Carlos preguntó al primer ministro Tony Blair si sería atacado como hipócrita por expresar públicamente su sentimiento de pena. Con juicio temerario se vaticinó entonces que nunca sería rey.

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A punto de tribunal

Pero el momento más peligroso para su destino se dio cinco años después, cuando el abogado del exmayordomo de Diana, Paul Burrell, quiso interrogar al heredero en el tribunal que juzgaba el supuesto robo de bienes en el apartamento de la princesa tras su muerte. La reina Isabel II lo evitó la víspera, recordando súbitamente que dio permiso al sirviente para llevarse objetos con el fin de protegerlos. Es una muestra de la personalidad de Carlos III que nada de aquello habría ocurrido si él impone su opinión. Pidió al secretario de la fallecida que sellase el acceso al apartamento, pero este le desobedeció para ofrecer a los sirvientes un espacio para el duelo. Sugirió a la Policía que abandonase el caso, pero cedió ante la ira contra Burrell de su hijo Guillermo y de una hermana de Diana.

Felipe de Edimburgo defendía su personalidad como pragmática y recelaba de la de su hijo por romántica. A saber lo que Felipe entendía por romanticismo. La biógrafa Catherine Mayer la define «compleja». Sería un rey «lleno de contradicciones, divertido por voluntad y a veces por accidente, cargado de derechos y plagado de inseguridades, y más encantador de lo que podrías esperar».

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Como príncipe de Gales, creó un emporio de organizaciones benéficas. Financian a jóvenes sin recursos propios pero con ideas para que las desarrollen. Promueve áreas urbanas basadas en estilos tradicionales y sostenibilidad. Reforma mansiones de la familia real en Escocia para convertirlas en focos de turismo y de empleo.

Los ganaderos de ovino le adoran por su promoción de las prendas de lana y alentar a los británicos a que coman carnero. La gente de renta suficiente compra en los supermercados Waitrose los productos orgánicos de Duchy Originals, una empresa creada por Carlos para vender los alimentos saludables que se producen en tierras del Ducado de Cornualles, que gestionan los príncipes de Gales.

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Su preocupación por el medio ambiente y la promoción de lo orgánico, de la arquitectura tradicional o la medicina alternativa están vinculadas a sus creencias. Desde los años setenta, gurús –hombres y mujeres mayores– le inculcaron ideas sobre la sabiduría de lo primitivo y la filosofía perennialista, que subraya la importancia de la geometría y explora lo que es común en las religiones del Este y de Occidente.

Su matrimonio con Diana Spencer y posterior divorcio fueron la cumbre y el abismo de su popularidad como príncipe

Su ecologismo le proyecta ahora como un incomprendido pionero de la alarma creada por los cambios en el clima. Su preocupación medioambiental no influyó sin embargo en la creación por la ONU, en 1988, de un Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático. La promovió la exprimera ministra Margaret Thatcher, alentada por otros asesores.

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Su adelanto ecológico y las actividades benéficas son mencionadas a menudo por los simpatizantes del rey. Críticos, como el diario 'The Guardian', investigan ahora el tamaño de su riqueza. Ya logró que los tribunales permitiesen publicar 20 cartas de los cientos que envió a ministros, cuando era príncipe. El diario aireó también el veto que goza la monarquía sobre leyes que afecten a sus propiedades.

La coronación ha aumentado la popularidad del rey en las encuestas, pero, según el Centro Nacional de Investigación Social, la opinión de los británicos sobre la importancia de la monarquía ha alcanzado su punto más bajo en tres décadas, tras los picos del Jubileo de Oro de Isabel II en 2012 y su fallecimiento en 2022.

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