Joana Serra
Berlín
Sábado, 1 de abril 2023, 19:25
La carismática primera ministra finlandesa, la socialdemócrata Sanna Marin, busca este domingo la legitimación de las urnas frente al ímpetu de la ultraderechista Riikka Purra y frente a la derecha moderada representada por el experimentado Petteri Orpo.
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Marin, de 37 años y la más popular - ... especialmente a escala internacional- figura política finlandesa, aspira por primera vez al voto del elector, ya que asumió el cargo que ostenta en diciembre de 2019 a raíz de la dimisión de su correligionario, Antti Rinne. Por su parte, Purra, de 45, se estrena al frente de los Verdaderos Finlandeses, el partido que en las anteriores elecciones parlamentarias quedó prácticamente empatado, pero con un escaño menos, que la vencedora socialdemocracia. Y Orpo, finalmente, lidera ahora la alianza conservadora Kokoomus, tras haber sido ministro de Agricultura, de Interior y finalmente de Finanzas en sucesivos gobiernos centristas, entre 2015 y 2018.
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Los sondeos dibujan prácticamente un empate entre sus respectivos partidos, con ligera ventaja para Orpo, en unas elecciones que se producen pocos días después de que Turquía ratificara el ingreso de Finlandia en la OTAN, tras meses de bloqueo a su solicitud. El visto bueno del aliado atlantista turco -que por contra sigue sin dar el sí a Suecia- despeja la plena incorporación finlandesa al 'escudo' del flanco nórdico-báltico frente a Moscú.
Los 1.340 kilómetros de frontera con Rusia, de norte a sur, a modo de limpio corte vertical sobre el mapa europeo, eran algo más que un peligro abstracto para Helsinki. Finlandia, que ya había sido provincia rusa entre 1809 y 1917, fue invadida por la Unión Soviética en 1939 y quedó luego bajo una especie de neutralidad ficticia durante la Guerra Fría. Tras la disolución del bloque soviético se integró en la Unión Europea, mientras que con la OTAN mantenía una relación de país asociado.
Hasta la invasión rusa de Ucrania no se planteó, como tampoco lo hizo Suecia, ingresar como miembro de pleno derecho en la Alianza. Entre Helsinki y Moscú se había mantenido hasta entonces una provechosa relación comercial para ambas partes. Pero la clase política finlandesa y su opinión pública vieron con pavor la ofensiva lanzada por el presidente Vladímir Putin sobre la desprotegida Ucrania. Así pues, las experiencias históricas de Finlandia bajo los dictados de Moscú generaron un consenso político y ciudadano fulminante y sin precedentes a favor de la adhesión a la OTAN.
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A Marin le correspondió dirigir ese proceso. No lo hizo sola. En cuanto surgió el escollo de las objeciones del líder turco, Recep Tayyip Erdogan, contra el ingreso asumió la negociación directa el presidente del país, el liberal Sauli Niinistö. Su gestión surtió efecto. El rápido procedimiento de ingreso ha durado unos diez meses, un récord en la historia de la OTAN, y ha colocado a Marin en la órbita de los sólidos liderazgos del mundo occidental. Ya no es la incógnita política que fue cuando sucedió a Rinne y llenó titulares como la líder más joven del plantel democrático. Tenía entonces 34 años.
Pero muchos de sus compatriotas parecen favorecer, al menos según los sondeos, al experimentado Orpo. La seguridad nacional es tal vez una gran preocupación para Finlandia, con 5,5 millones de habitantes. Pero no es el único quebradero de cabeza: combatir el covid disparó el endeudamiento público y llevó al país nórdico a la recesión. Marin insiste en que no recortará el estado de bienestar, mientras que Orpo promete que contendrá el gasto público sin subir impuestos.
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La ultraderechista Purra, finalmente, hace como tantos otros partidos extremistas: considera que el peligro para la prosperidad nórdica es la inmigración y la criminalidad que, según sus cálculos, representan en alta proporción los extranjeros. La líder de los Verdaderos Finlandeses ha asumido las riendas de esta formación de Jussi Halla-aho, el artífice de la 'casi victoria' de 2019, declarado islamófobo
Purra se presenta ante su electorado como una mujer que asegura haber sufrido acoso sexual por parte de hombres extranjeros, o de raíces extranjeras, y defiende un endurecimiento de las leyes de inmigración.
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El panorama político finlandés es de una gran fragmentación. En 2019, ningún partido superó el 20% y el entonces ganador Rinne precisó de cuatro aliados para lograr una coalición. Dimitió por presiones de uno de ellos, los centristas, pero Marin ha seguido al frente de esa alianza hasta el fin de la legislatura.
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Orpo no descarta a la ultraderecha como socio; los socialdemócratas sí lo hacen. En lo que sí coinciden el líder de la oposición y la primera ministra es en la posibilidad de aliarse entre sí, en caso de que ése acabe siendo el mandato de las urnas.
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La alternativa, para la derecha moderada, sería una alianza con la ultraderecha. Supondría una nueva derrota para la socialdemocracia nórdica, que el año pasado perdió el poder en Suecia, donde el bloque de centroizquierda de Magdalena Andersson fue relevado tras los comicios de septiembre por la coalición de centro-derecha del actual primer ministro, Ulf Kristersson, con la ultraderecha como aliado externo.
Finlandia es aparentemente el país más feliz del mundo, según el Informe Mundial de la Felicidad que cada año publica la Red de Soluciones al Desarrollo Sostenible de la ONU. En 2022 lo fue como los cinco años anteriores, pese a que el temor a una extensión de las ansias invasoras rusas sobre su territorio debería empañar esa felicidad.
Los propios finlandeses se toman esa 'pole position' con cierta ironía. Entienden que desde fuera puede resultar extraña tanta felicidad, cuando en su país la mayor parte del año se puede estar a temperaturas bajo cero y que ni sus tres millones de saunas pueden compensarlo.
La felicidad puede ser algo teórico. Lo mismo que la neutralidad que hasta ahora se atribuyó a un miembro de la UE y país asociado a la OTAN que, a la vez, tiene uno de los ejércitos más modernos de la región báltico-nórdica. Cuenta con cerca de 70.000 soldados en activo, según cifras de su Ministerio de Defensa, y 280.000 reservistas. Es un país altamente tecnificado, que ha invertido no solo en armamento y adquirido más de 60 F-35 de fabricación estadounidense, sino que se ha protegido también convenientemente contra ciberataques del gran especialista en la materia, Rusia.
En la última cumbre de la OTAN, celebrada en Madrid, se presentó ya formalmente como aspirante al ingreso en la Alianza de la mano de la vecina Suecia. Visto que Turquía no desbloqueaba sus objeciones a la incorporación sueca -país que según Ankara da asilo al terrorismo kurdo-, el presidente Sauli Niinistö optó por el pragmatismo y se desligó del propósito de una incorporación en paralelo. Para Helsinki el ingreso en la Alianza Atlántica es ya solo una cuestión de formalismos.
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