El 24 de febrero de 2022, poco antes de las cinco de la mañana hora local, las tropas rusas cruzaban la frontera con Ucrania. Ocurrió lo impensable: la guerra volvió a las puertas de Europa. El Kremlin llevaba semanas concentrando decenas de miles de soldados ... al este del país y los contactos diplomáticos de la Unión Europea (UE) se volvieron frenéticos ante los informes de Inteligencia que alertaban de que la guerra era inminente. Visitas, llamadas, cartas a Moscú... En uno de sus últimos viajes a la capital ucraniana, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, se reunió con el primer ministro ucraniano, Denís Shmihal. «Me pidió armas para poder defenderse. En ese momento no pude responder a su petición. No estaba seguro de que fuera a ocurrir porque era una decisión que debían tomar los Veintisiete por unanimidad», reflexiona ahora Borrell. Cuando va a cumplirse un año del conflicto, la UE ha apoyado por primera vez el envío de armas letales a Kiev con un fondo de 3.600 millones de euros, una coalición de doce países se prepara para entregar tanques y se ha abierto el debate sobre la cesión de cazas.
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La toma de decisiones en el seno de los Veintisiete no ha sido fácil. En un discurso televisado, el presidente ruso, Vladímir Putin, anunció el inicio de la guerra como una «operación militar especial» y advirtió de que cualquier interferencia de terceros países llevaría a «consecuencias que nunca han experimentado en su historia», una frase que fue vista como una posible amenaza nuclear.
La UE, sin embargo, no se dejó amedrentar y tan solo tres días después de la invasión, dio un giro histórico aprobando los primeros 500 millones para financiar el suministro de munición y equipos letales a Ucrania. Se había roto un tabú. «Si nos parece bien enviar armas a países africanos para que se defiendan de movimientos insurreccionales, ¿por qué no mandarlas a un país con el que nos unen lazos fuertes y que se juega su supervivencia?», se pregunta Borrell.
En aquellos primeros compases de la guerra, el bloque aún trataba de mantener un diálogo abierto con Moscú y existían diferencias entre los Estados miembros respecto al apoyo militar a Kiev. Alemania, Bélgica, Eslovenia, Estonia, Francia, Grecia, Letonia, Lituania, Países Bajos, Polonia, Portugal, República Checa y Rumanía fueron los primeros en enviar armas a Kiev. El discurso del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, el mismo día de la invasión removió la conciencia de muchas capitales europeas. Los bombardeos en Mariúpol y las matanzas en Bucha terminaron por convencer a otros más reticentes como España, Irlanda, Austria y Bulgaria.
El cambio de tono fue especialmente llamativo en los discursos de la presidenta de la Eurocámara, la maltesa Roberta Metsola. A su llegada a la reunión informal de líderes, el pasado octubre en Praga, afirmó que los ataques indiscriminados a civiles eran «repugnantes (...). El apaciguamiento ante el Kremlin no funcionará. Ucrania necesita armamento pesado y tanques y los Estados miembros pueden proporcionarlos». Y repitió ese llamamiento durante la visita del presidente ucraniano a Bruselas, este mismo mes.
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Poco a poco el mensaje ha calado. Doce países se han comprometido a enviar carros de combate y el Reino Unido ha abierto la puerta a instruir a pilotos ucranianos en el uso de sus cazas. Mientras, cualquier intento de retomar el diálogo con Moscú ha sido en vano. Solo Turquía ha logrado sentarse en la mesa de negociación con el Kremlin y facilitar la exportación de grano desde Ucrania.
Esta semana, cuando se cumple un año del conflicto, Borrell ha asegurado que intentará que la Asamblea General de Naciones Unidas presione para reabrir las vías de diálogo con el régimen de Putin. Pero, insiste, el inicio de un proceso de negociación de paz no es incompatible con el envío de armas a Kiev. «La guerra me gusta tan poco como a ustedes. Debemos discutir cómo alcanzar la paz, pero debemos seguir apoyando militarmente a Ucrania. Para ganar la paz, primero hay que ganar la guerra. Una victoria rusa no traería la paz, sería una extraordinaria amenaza a nuestra seguridad», declaró recientemente ante el pleno del Parlamento Europeo. Y el apoyo de Occidente debe acelerarse ante un conflicto «que se decidirá este verano».
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