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El Sínodo de la Iglesia ortodoxa rusa ha suspendido de su cargo al metropolita de Budapest y Hungría, Hilarion Alfeyev, tras protagonizar un escándalo sexual que ha sacudido los cimientos del Patriarcado de Moscú. La decisión trasciende los límites de la estructura religiosa local porque ... tiene implicaciones ecuménicas y geopolíticas, dado que el exarzobispo de Volokolamsk ha sido durante más de doce años el 'ministro de Exteriores' de la ortodoxia rusa, el número dos del patriarca Kirill, del que era su heredero natural. También supone un golpe para los proyectos de Vladímir Putin.
Hasta hace dos años, Hilarion era un jerarca que gozaba de todas las bendiciones de Kirill y del presidente ruso, que utiliza la religión para legitimar su expansionismo genocida y para perpetuarse en el poder. Historiador y teólogo, fue el responsable del departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado y su representante en las instituciones europeas, así como presidente de la Comisión Teológica Sinodal y del Consejo Mundial de las Iglesias. Doctor en Filosofía por Oxford y por el Instituto Teológico San Sergio de París, gozaba de una gran reputación e influencia y era el rostro más visible de la ortodoxia rusa en Occidente.
Hilarion se había convertido, también, en una pieza clave para la maquinaria diplomática del Vaticano. Uno de los objetivos internacionales del Papa Francisco ha sido viajar a Rusia para potenciar el diálogo entre católicos y ortodoxos, proyecto prioritario en su agenda. El metropolita asistió a la ceremonia de investidura del pontífice argentino, en marzo de 2013, y luego mantuvieron una reunión privada de casi una hora. De ahí nació una amistad que sirvió para que Kirill y Francisco se vieran, tres años después, en el aeropuerto de La Habana, en un encuentro histórico.
A lo largo del pontificado ha habido más entrevistas, la última en abril de 2023, con motivo del viaje del Papa a territorio húngaro. En la nunciatura el pontífice tuvo el gesto de besar el egolpion que portaba Hilarion, un medallón con un icono engastado, el equivalente a la cruz pectoral de los obispos católicos. «Puedes imaginarte que en ese encuentro no sólo hablamos de Caperucita Roja», contestó Bergoglio a un periodista que le preguntó si habían tratado el tema de la guerra en Ucrania. El Vaticano había emprendido una misión secreta de mediación en la que participaba el arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi, un cardenal papable, al igual que el primado de Hungría, Peter Erdö, con los que Hilarion mantiene buenas relaciones.
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Para entonces, hacía ya un año que el jerarca ortodoxo había sido alejado a la diócesis de Budapest por haberse mostrado tibio con respecto a la invasión rusa, sin condenarla. El metropolita había declarado que «una guerra no es el método para solucionar los problemas políticos acumulados», a diferencia de su jefe, Kirill, que había bendecido la intervención militar como una «guerra santa». Unos meses antes el propio Putin le había condecorado en el Kremlin con la orden de Aleksander Nevskij por su contribución «al desarrollo de la colaboración internacional e interreligiosa».
Estaba ya en el punto de mira cuando, en julio del pasado año, el Sínodo de la Iglesia ortodoxa rusa anunciaba que Hilarion era suspendido de forma temporal por la denuncia de acoso sexual de su secretario, George Suzuki, un joven de 20 años. El asistente le acusó de múltiples casos de conducta sexual inapropiada, y de llevar un estilo de vida inadecuado para un clérigo, que se había dejado tentar por las donaciones de jerarcas rusos, algunos de ellos perseguidos internacionalmente. Tras una investigación, ahora ha sido relevado de sus funciones y aunque mantiene su condición de padre y obispo, no tendrá ninguna responsabilidad pastoral, alejado a una parroquia de Bohemia, en la República Checa.
Hilarion, defensor acérrimo de los valores tradicionales, se había manifestado de manera enérgica contra la 'Fiducia Supplicans', la declaración del Papa Francisco que permite a los sacerdotes católicos bendecir a las parejas homosexuales, que generó una gran polémica en el ámbito religioso. El metropolita ahora 'jubilado' de manera anticipada calificó aquel documento como «engañoso y peligroso». Las acusaciones sobre su supuesta vida disipada han sido la puntilla para su caída en desgracia ante el patriarca Kirill, que siempre ha criticado los «valores decadentes» de Occidente. Hilarion ya no se convertirá en la cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa y el Vaticano tendrá que buscarse otro aliado.
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