Bayrou recupera a Manuel Valls para el Gobierno de Francia

El primer Gobierno de Bayrou mantiene similitudes evidentes con el del conservador Michel Barnier, forzado a dimitir a principios de mes a causa de la primera moción de censura exitosa en el país desde 1962. Ambos veteranos dirigentes no solo tienen la misma edad (73 años), sino también comparten el hecho de haber compuesto un gabinete de coalición entre los partidos afines a Macron y la derecha tradicional de Los Republicanos (LR). El líder del MoDem no ha logrado ampliar el perímetro de su equipo hacia la izquierda en aras de asegurarse una oposición suave por parte del Partido Socialista. Su equipo ha quedado escorado hacia la derecha.

Una de las novedades respecto al anterior gabinete ha sido el regreso de dos pesos pesados del macronismo: la ex primer ministra Élisabeth Borne que se convierte en la responsable de Educación y Gérald Darmanin, que fue ministro del Interior hasta septiembre y ahora asume Justicia. La principal sorpresa de este lunes ha resultado, sin embargo, la incorporación del franco-español Manuel Valls. El exprimer ministro socialista entre 2014 y 2016, y candidato por Ciudadanos en las elecciones municipales en Barcelona en 2019, ha sido designado al frente de la cartera de Ultramar, marcada por la crisis en Nueva Caledonia y la reciente devastación del archipiélago de Mayotte.

Bayrou ha rehuido de la fórmula de Barnier. El exnegociador europeo del Brexit prefirió limitar las personalidades conocidas dentro de su equipo —algo que fue interpretado como un muestra de debilidad—, probablemente para evitar las guerras de egos en un momento en que buena parte de la clase política gala piensa en las próximas presidenciales, previstas para 2027, en que Macron no podrá presentarse debido a la limitación de dos mandatos.

Un técnico para Economía

«El nuevo Gobierno no puede reproducir lo que hizo el precedente», ha asegurado el primer ministro, quien ha cumplido con su promesa de formar su equipo antes de Navidad. El líder del MoDem —uno de los tres partidos que componen la coalición macronista— ha priorizado la presencia de figuras conocidas, muchas de ellas asociadas a un alicaído macronismo. De hecho, continúan los peces gordos del anterior Ejecutivo. Por ejemplo, la sarkozista Rachida Dati (Cultura), Catherine Vautrin (Trabajo), Sébastien Lecornu (Defensa) y el polémico y derechista Bruno Retailleau (Interior).

Además del retorno de Valls, Darmanin y Borne, el Gobierno destaca por el nombramiento de Éric Lombard como ministro de Economía. Se trata de un dirigente experimentado y con un perfil técnico. Junto con Amélie de Montchalin (Cuentas Públicas), el hasta ahora responsable del banco público Caisse des Dépôts tendrá el difícil reto de sacar adelante los presupuestos del año que viene. Con esas cuentas, Macron y Bayrou quieren reducir el déficit público de más del 6% al 5%, un objetivo que ya propició la caída de Barnier. El margen de maniobra de Bayrou resulta estrecho ante una Asamblea Nacional muy fragmentada, en que solo cuenta con el apoyo de 212 diputados (de un total de 577).

La composición de un gabinete más experimentado no garantiza al flamante 'premier' una esperanza de vida gubernamental más larga que la de su predecesor, que duró menos de tres meses en Matingon. El futuro de Bayrou, quien ha empezado con varios errores y una popularidad muy baja, dependerá básicamente de la posición de dos formaciones: el Partido Socialista y la ultraderechista Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés).

La sombra de Le Pen

Además de Valls, han nombrado a otro exmiembro de los equipos gubernamentales durante la presidencia del socialista François Hollande. Se trata de François Rebsamen, que asume la cartera de Territorios tras haber llevado las riendas de Trabajo entre 2014 y 2015. Ni Valls ni Rebsamen parecen un anzuelo especialmente atractivo para el PS. Ambos abandonaron esa formación hace años y no dejaron un buen recuerdo. Así sucede sobre todo con el exprimer ministro con raíces catalanas, considerado como uno de los políticos más impopulares en Francia.

Tras haber votado a favor de la censura de Barnier, los socialistas se desmarcaron de sus socios (insumisos, verdes y comunistas) de la frágil coalición del Nuevo Frente Popular. Abrieron la puerta a un acuerdo para no censurar a su sucesor. En los últimos días, sin embargo, los dirigentes del partido de la rosa expresaron su disconformidad con las primeras decisiones tomadas por Bayrou, sobre todo su negativa a paralizar la aplicación de la impopular reforma de las pensiones. «Confunden la voluntad de durar con el reciclaje» de veteranos dirigentes, bromeó el diputado socialista Arthur Delaporte, sobre los nombres de unos ministros que no gustaron en las filas del PS, en declaraciones al diario liberal L'Opinion.

Si se confirma este alejamiento de los socialistas, Bayrou dependerá de los humores de una imprevisible Marine Le Pen, como ya le ocurrió a Barnier. La sombra del lepenismo ha pesado en la formación del Gobierno. A causa del veto de la líder de RN, el primer ministro ha renunciado a incorporar como ministro de Justicia al conservador Xavier Bertrand, presidente de la región septentrional de los Altos de Francia, y eso que su nombramiento se había filtrado durante el fin de semana. La extrema derecha mantiene su influencia sobre un Ejecutivo que ya ha dado muestras de debilidad antes de empezar su andadura.