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«El enemigo pelea por cada metro. Cuanto más nos acercamos al centro de la ciudad, más duras son las batallas. Decenas de miles de combatientes ucranianos ofrecen una furiosa resistencia y sus mandos envían cada vez más reservas. La sangre crece día a día». ... Esta cruda descripción del frente de Bajmut es el resultado de las declaraciones realizadas en los últimos días por Yevgueni Prigozhin, el jefe de la compañía paramilitar rusa Wagner. Ilustra la barbarie del combate que se libra en este enclave del Donbás apisonado por las bombas y la titánica resistencia de las tropas ucranianas, pero también su intenso deterioro, que hace temer a Occidente sobre su capacidad para desarrollar una gran contraofensiva contra Rusia.
No es éste un asunto del que se hable. De hecho, el Gobierno de Volodímir Zelenski evita informar a los aliados de sus pérdidas. Aun así, existe la sensación de que ha cometido un error de cálculo que comparte con el Kremlin: la obsesiva fijación por Bajmut, una ciudad que en principio se hallaba fuera de cuadro y que ha terminado convertida en el nuevo símbolo de la invasión, es un cementerio para una parte sustancial de las unidades de élite ucranianas. Allí han muerto o resultado heridos militares veteranos y un número indudablemente alto de efectivos adiestrados en Occidente entre 2014 y 2022, cuando el Donbás vivía ya en un estado de guerra latente. Algunas unidades han debido renovarse por completo al caer en el campo de batalla.
Washington y sus aliados de la OTAN tampoco han visto a tiempo que el rumbo original de la confrontación se desviaba hacia un quiste sangriento. Al igual que sucede con el envío de tanques, cunde la inquietud ante la hipótesis de que el entrenamiento de los soldados en países como Reino Unido, España, Francia o Estados Unidos haya comenzado demasiado tarde para disponer en abril o mayo de una gran fuerza profesional en el frente, aunque Zelenski mantiene una confianza absoluta en ellos. Analistas fiables opinan que a finales del próximo mes y principios del siguiente podrían desencadenarse la tan comentada ofensiva rusa y la contrarréplica ucraniana, aunque todo dependerá del estado de las tropas y las municiones de ambos ejércitos. EE UU podría decirle a Zelenski aquello de ya te avisé, cuando desde enero le emplazaba a retirarse de Bajmut con el objetivo de reservar sus unidades más curtidas.
Ahora Kiev juega en un terreno confuso: Zelenski insistió este martes en que sus tropas «seguirán» defendiendo la ciudad para garantizar la «estabilidad de todo el frente», pero al mismo tiempo habría empezado a guardar las brigadas mejor preparadas en previsión de una ofensiva futura a gran escala. En otras palabras, en un proceso de regulación de fuerzas estaría enviando a resistir en Bajmut a las unidades con las que no cuenta en tal estrategia.
A Rusia tampoco le va mejor. Matadero Bajmut ha hecho estragos entre sus batallones de marines y paracaidistas, mientras el Grupo Wagner enterraba a miles de soldados de fortuna. A idénticas obsesiones, parecidos resultados. La única diferencia radica en que Rusia tiene una población muy superior a la de Ucrania y, por lo tanto, sus posibilidades de reclutamiento son mayores, pese a lo que implica enviar a las trincheras a jóvenes que sólo han visto un arma en el campo de entrenamiento. La 'carne de cañón' es abundante y cruda. El espionaje ucraniano denunció este martes que el Kremlin ha fletado un tren lleno de presos a la región de Donetsk para entrar en combate mientras el alcalde de Melitópol asegura que la compañía Wagner busca reclutar mercenarios entre los escasos ciudadanos que quedan en esta ciudad ocupada a cambio de 2.500 euros mensuales.
Kiev afirma que un millar de rusos cae en Bajmut a diario mientras otros 1.500 resultan heridos. Sin embargo, sus pérdidas también se suponen cuantiosas. Los análisis más objetivos apuntan a que 120.000 efectivos ucranianos han muerto frente a 200.000 rusos desde el comienzo de la invasión. Y sólo en la ciudad asediada el viernes pasado hubo un centenar de incursiones rusas mientras el domingo se contabilizaron 92, lo que hace presumir una matanza en los dos bandos.
«La afluencia de soldados carentes de experiencia ha cambiado el perfil de la fuerza ucraniana», señala en su edición de este martes el 'Washington Post', que sostiene que «un pesimismo palpable» se ha extendido «desde las líneas del frente hasta los pasillos del poder en Kiev». Lejos quedan los tiempos en que Zelenski tenía como objetivo crear un ejército de un millón de soldados con capacidad para renovarse a medida que expulsaba a los invasores. El reclutamiento ha perdido ímpetu -las marquesinas de autobuses están plagadas de carteles que invitan al alistamiento-, aunque el Ministerio del Interior ha informado de que unos 28.000 ciudadanos se han apuntado como voluntarios en las últimas semanas. Deberán pasar entre dos y cuatro meses de formación y, aún entonces, serán unos neófitos en primera línea sin experiencia de combate previa. La mayoría de ellos -al igual que quienes han sido enviados a entrenar en otros países- apenas superan los 20 años de edad. También hay policías, funcionarios o antiguos veteranos que rondan la sesentena.
Los relatos sobre soldados que huyen despavoridos o se quedan paralizados dentro de las trincheras se cuentan por centenares a ambos lados de la línea. De hecho, una de las intenciones de los bombardeos masivos rusos consiste en sembrar el terror entre los ucranianos y hacerles huir de sus fortificaciones. «Simplemente dejan todo y corren», afirma un mando en el 'Washington Post'. La toma por parte de Moscú de la localidad de Solédar estuvo precedida de una estampida de sus defensores, de la misma manera que los ucranianos desalojaron a los rusos de la margen izquierda de Jersón a la carrera. Ahora se presume que los escasos invasores que quedan en esta ciudad están prestos a abandonarla.
El problema de Moscú para avanzar en el Donbás reside en la férrea oposición de las tropas ucranianas. Pero el problema de éstas para reconquistar el terreno perdido está en la vieja regla de la guerra de que el ataque supone el doble de esfuerzo que la defensa, máxime en frentes tan amplios como el de Ucrania. Es probable que ahí terminen en cuestión de días los más de 30.000 militares que esta semana finalizan su entrenamiento en Europa.
Los diputados rusos aprobaron este martes un proyecto de ley que impone penas de hasta 15 años de cárcel para quienes critiquen a grupos armados como Wagner. «Gente que arriesga su vida para mantener a nuestro país seguro está protegida de provocaciones y mentiras», declaró la Cámara Baja el mismo día en que la compañía paramilitar preparaba el asalto de la metalúrgica Azom, a 1,2 kilómetros del centro de Bajmut. Una de las últimas críticas a Wagner ha procedido del líder checheno Kadírov, quien ha dicho no entender cómo sus mercenarios podían haber incurrido en el error de haberse quedado sin munición en dos ocasiones.
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