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Enric Bonet
París
Martes, 13 de agosto 2024, 21:16
Ha empezado la compleja partida de póker en Francia por la formación de un nuevo Gobierno. Y también por la repartición de las culpas en el caso de que el nuevo Ejecutivo no logre el respaldo de la mayoría en la muy fragmentada Asamblea Nacional. ... Apenas 24 horas después de que concluyera la «tregua política» por los Juegos Olímpicos de París, el primer ministro en funciones, Gabriel Attal, envió este martes una carta en que propone un acuerdo de Gobierno a los responsables de los principales partidos, salvo dos excepciones: la Francia Insumisa (afines a Sumar o Podemos) y la Reagrupación Nacional (derecha radical) de Marine Le Pen.
El jefe del Ejecutivo interino la ha mandado como presidente del grupo parlamentario de Renaissance (partido del presidente Emmanuel Macron). La misiva muestra cuál sería el espectro ideológico ideal para los macronistas del nuevo Gobierno, resultante tras las elecciones anticipadas del 7 de julio que dejaron un Parlamento sin mayorías claras.
No obstante, este Gobierno de «gran coalición» cuenta con pocas posibilidades de ver la luz. El Partido Socialista, los Ecologistas y el Partido Comunista se oponen a ello. De hecho, Lucie Castets, la dirigente propuesta como primera ministra por el Nuevo Frente Popular —la alianza progresista compuesta por esos tres partidos más la Francia Insumisa—, envió el lunes otra carta a la mayoría de los diputados y senadores. En ella, les proponía una mayor implicación de la oposición en el proceso legislativo en el caso, poco probable, de que Macron acepte un Ejecutivo en solitario de la izquierda. Con 193 diputados, el Frente Popular representa el primer bloque en la Asamblea, pero lejos de la mayoría absoluta (289).
Según el modelo presidencialista de la Quinta República, la elección del primer ministro depende de Macron. La prensa francesa especula con la designación de un veterano dirigente de la órbita de la derecha tradicional (Xavier Bertrand, Michel Barnier…) o con un pasado en el Partido Socialista (Bernard Cazeneuve). A diferencia de España, el nuevo jefe del Gobierno no deberá someterse obligatoriamente a un voto de investidura, pero sí que podría caer debido a la oposición parlamentaria a través de una moción de censura.
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