La guerra es el horror. Libera a los monstruos, que emergen desde las tinieblas.
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El portavoz del Gobierno ruso, Dimitri Peskov, dejó abierta esa puerta cuando dijo que había una opción para el indulto de los presos encarcelados por delitos graves: ir voluntarios a la ... guerra y ganarse la libertad bajo los proyectiles del frente en Ucrania. Matando al enemigo. Salvoconducto firmado con sangre.
Por ese hueco, Vladislav Kanious abandonó en abril una prisión siberiana. Vestido de uniforme, fue enviado a las trincheras con un fusil y una promesa. Si luchaba por su país y regresaba, su pasado quedaba olvidado. Enterrado, más bien. Y seis meses después ha vuelto. A su hogar, en Kemerovo, donde nadie olvida lo que sucedió en enero de 2020, antes de la guerra.
Su novia, Vera Pekhteleva, había decidido dejarle. Regresó un momento a casa para recoger sus cosas. Asumió un riesgo. Kanious la había amenazado de muerte. Lo cumplió. La torturó durante tres horas. La violó. Le asestó decenas de puñaladas y la estranguló con un cable. Los vecinos, alertados por los gritos, llamaron a la policía, que no se dio prisa. Según el diario 'Le Monde', la tardanza se debió a la falta de agentes y al desinterés por las cuestiones domésticas. Dos agentes fueron sancionados por negligencia. Kanious acabó ante un juez y fue condenado a 17 años de prisión. A las tinieblas de un presidio siberiano.
El destino, trágico, le ha rescatado. Vladímir Putin y la invasión rusa de Ucrania le dieron la llave para salir. Según el medio de comunicación ruso en el exilio 'Agentstvo', hay al menos otros 16 casos similares. Tipos equipados de serie para el mal. Asesinos liberados para ir a la guerra a matar. Lo que les había condenado les podía liberar. La guerra y su crueldad ilógica. ¿Qué pueden hacer individuos así sin bozal y sin normas ni restricciones en un campo de batalla? La respuesta da escalofríos.
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Tras seis meses en el frente, Kanious acaba de volver. La ley rusa que permite liberar presos para acudir a la guerra también premia a los supervivientes. Su pena por el crimen de Vera ha quedado, como ella, sepultada. Es un hombre libre. Oxana, la madre de la víctima, muestra la desolación de la familia: «Mi hija se está pudriendo bajo tierra. Me han quitado la vida. Es una bofetada para mí y para las madres cuyos hijos han sido brutalmente asesinados. Somos muchos y no sabemos qué hacer».
Oxana es una voz desesperada: «¿Alguien me puede explicar cómo puedo seguir viviendo? Ese monstruo, eximido de cargos criminales, puede en cualquier momento matarnos por venganza». Teme que la guerra tamborilee con sus nudillos en la puerta de casa. Menos de cuatro años después de perder a su hija, el asesino pasea por la localidad como un héroe militar. Ha borrado su crimen ejecutando enemigos en Ucrania.
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Los monstruos de la guerra empiezan a volver. Y, según 'Agentstvo', de los 17 asesinos indultados por el Gobierno de Putin, tres han vuelto a matar tras su regreso del frente. Aumentan los crímenes cometidos por exmilitares y mercenarios de Wagner. Se ha disparado la violencia doméstica. El shock psicológico de la guerra se fija como un tatuaje de terror en la mente de soldados que hace dos años vivían como ciudadanos de paz. Otros, como los 17 asesinos indultados por Putin, han excavado en esa carnicería un túnel hacia su libertad. La guerra alimenta a los monstruos.
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