Alemania y Polonia recuerdan el coraje de Varsovia frente a los nazis en el 80 aniversario de su alzamiento

Steinmeier pidió perdón a Polonia por los estragos causados por la ocupación nazi. «Me inclino ante ustedes», dijo, y repitió así la frase pronunciada el año pasado, también en Varsovia, al recordar a las víctimas del gueto judío. «Es casi un milagro que de aquella situación haya surgido una reconciliación y una buena vecindad como la nuestra», prosiguió, desde su posición de presidente de la Alemania actual.

«El alzamiento polaco mostró la voluntad de independencia de nuestro país ante los ocupantes alemanes y también ante el poder de Moscú», sentenció el presidente polaco, Andrzej Duda. Trazó así un paralelismo entre la dictura nazi y la comunista a que quedó sometido su país tras la derrota del Tercer Reich. «Viva la Polonia libre y soberana», recalcó al cerrar un discurso que, como hizo Steinmeier, incluyó referencias a la situación de Ucrania, bajo «la brutal agresión rusa».

El 1 de agosto de 1944 empezó el que fue el mayor alzamiento militar registrado en un país ocupado contra el ejército nazi. Le siguieron 63 días de acoso, en que los cerca de 40.000 miembros del llamado Ejército Nacional, o 'Armia Krajowa', dirigidos desde el exilio, combatieron y resistieron ante las fuerzas del Tercer Reich. Las bajas entre los soldados polacos se estiman en unas 25.000. Entre la población civil fueron unos 200.000 los muertos hasta la derrota polaca, el 2 de octubre, muchos de ellos masacrados o torturados por los nazis. Un 85% de los edificios de la capital quedaron destruidos.

No hay consenso entre los historiadores sobre por qué los resistentes polacos no pudieron contar con el apoyo de los aliados, especialmente del Ejército Rojo soviético, que estaba acercándose a la orilla oriental del río Vístula. La teoría más extendida es que Moscú prefirió dejar desangrarse a la resistencia polaca. «Fue un cálculo brutal por parte rusa», afirmó Duda. Cuando las tropas de la URSS entraron en la ciudad, en enero de 1945, Varsovia era un páramo. Unos meses después, en mayo de ese año, se produjo la capitulación del Tercer Reich. Polonia quedó durante décadas en la zona de influencia soviética y dominada por Moscú.

El recuerdo del levantamiento contra el nazismo y los estragos causados siguen pesando en las relaciones entre Berlín y Varsovia. Por la parte alemana, la cuestión de las reparaciones de guerra quedó jurídicamente zanjada con los acuerdos alcanzados en 1953 con las potencias aliadas. Se recuerda asimismo desde Berlín las sucesivas renuncias posteriores polacas a nuevas reclamaciones, incluidas las derivadas del Tratado de Unidad y la reunificación de las dos Alemanias, la comunista y la occidental, en 1990. Pero desde Varsovia se argumenta que esas decisiones de entonces no fueron adoptadas de forma soberana, sino por gobiernos satélites de Moscú.

El anterior gobierno polaco, liderado por el ultranacionalista partido Ley y Justicia (PiS), al que pertenece el presidente Duda, cuantificó esas reclamaciones en 1,3 billones de euros. El actual Ejecutivo del primer ministro, el liberal y europeísta Donald Tusk, trata de consensuar un acuerdo con el canciller, Olaf Scholz, para indemnizar al menos simbólicamente a los supervivientes polacos del nazismo. El tiempo apremia, dada la avanzada edad de ese colectivo de víctimas. Pero Berlín sigue dando largas sin concretar cifras.