Secciones
Servicios
Destacamos
nerea aurrecoechea
Jueves, 8 de septiembre 2022, 19:41
En el palacio de Guildhall de la City londinense todo estaba a punto para el gran día. La Corporación había invitado a la reina a una ceremonia para conmemorar el 40 aniversario de su coronación. Las mesas engalanadas, las copas listas para ser levantadas, y ... el secreto deseo de que un año difícil terminara.
Era el 24 de noviembre de 1992. Isabel II comenzó a hablar en un salón repleto que contuvo la respiración cuando, tras los agradecimientos protocolarios, inició su discurso. «1992 no es un año en el que mire atrás con gusto. En palabras de uno de mis corresponsales más comprensivos, ha resultado ser un 'annus horribilis'. Sospecho que no soy la única que lo piensa así».
Tenía entonces 66 años y cuatro décadas de mandato. Sin embargo, temblaba dentro de su vestido verde. Movía con nerviosismo los papeles y los brazos. Se disponía a dar uno de los discursos más personales de su larga carrera y sufría los efectos de un fortísimo catarro y de una gran consternación.
Tan solo cuatro días antes un gran incendio había destruido parte del castillo de Windsor. Sería la última de una cadena de desgracias que comenzó con el anuncio el 19 de marzo de que su segundo hijo varón, el príncipe Andrés, se separaba de su esposa, la duquesa de York. Un mes después, el 23 de abril, su hija, la princesa Ana, se divorciaría del capitán Mark Phillips. El 16 de junio se publicó 'Diana: Her True Story' (Diana: su verdadera historia), del periodista Andrew Morton, una cuchillada de Diana de Gales en la que se retrataba una corte fría y ajena a los problemas de alimentación de la princesa. El 13 de noviembre se confirmó el romance entre el príncipe de Gales y Camilla Parker-Bowles.
La familia real protagonizaba las páginas de la prensa amarilla, donde las críticas eran feroces. Tenía que hacerles frente y rescatar la dignidad de la monarquía. Su discurso pasó con elegancia por encima de los detalles y se centró en el impacto de los acontecimientos y lo 'injustamente' que había sido tratada la institución. «A veces me pregunto cómo juzgarán las generaciones futuras los acontecimientos de este año tumultuoso. Me atrevo a decir que la historia adoptará una visión un poco más moderada que la de algunos comentaristas contemporáneos». A esos 'escrutadores' de la Casa Real les pidió «un toque de gentileza, buen humor y comprensión».
La crónica ha fijado para la historia el calificativo de 'annus horribilis' para ese aciago 1992. Pero Isabel II ha vivido para lamentar desgracias mayores que aquellas que afligieron el 40 aniversario de su coronación y con mayor impacto si cabe para 'la institución'. La consumación del divorcio de Carlos y Diana, en 1996, era algo esperado, por muy doloroso e inconveniente que resultara para la reina. Pero la muerte de Diana Spencer al año siguiente, en 1997, supuso una prueba aún mayor para la Corona y para ella misma.
Isabel II se encontró con un auténtico duelo nacional en los corazones de los británicos que llegó a las mismas puertas del palacio de Kensington, residencia de la exprincesa (había sido despojada de su tratamiento), donde los ciudadanos depositaron más de un millón de ramos de flores. Pero la Casa Real tardó en manifestar sus sentimientos, algo que no se esperaba del estricto protocolo pero demandaba la prensa, y también la familia de Diana. La crisis política derivada de esta muerte se vio reflejada en la película 'The Queen', que muestra de forma un tanto amable la torpe y fría respuesta de los Windsor a la tragedia.
La cuestión del racismo
Llegó el año 2000 y el tiempo dio a tantos sinsabores la perspectiva de la que hablaba Isabel II en aquel discurso de Guildhall. Los nuevos británicos comenzaron a sentirse cómodos con una nueva princesa consorte, Camilla, eterna acompañante de Carlos y su mujer desde 2005, y con una generación más joven, la de los hijos de Diana, que comenzaba a tomar el relevo de los mayores y a agrandar la familia con sus propios retoños. Entonces una boda de cuento, entre flores y música gospel, removió una vez más los cimientos de la institución.
Era el año 2018 cuando la estadounidense Meghan Markle entró en la familia real como esposa de Enrique, el hijo pequeño de Diana y Carlos, e introdujo en la agenda una discusión oculta bajo mil alfombras, la del racismo. En marzo de 2021 la pareja concedió una entrevista a la presentadora Oprah Winfrey. Descubrieron intimidades de la vida en palacio, admitieron problemas de salud mental de Meghan debido a las presiones del cargo, y desvelaron comportamientos racistas por parte de miembros de la propia familia y del personal con la joven esposa de Enrique.
2021 se cargó de dolor solo un mes después con la muerte en abril de Felipe de Edimburgo, a punto de cumplir los 100 años y después de 73 de matrimonio. Dicen que el príncipe Andrés oyó a su madre decir que le parecía «un milagro» que su marido hubiera muerto en paz. Sentido de la responsabilidad, sentido del deber y sentido del humor. Así fue hasta el final.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Carnero a Puente: «Antes atascaba Valladolid y ahora retrasa trenes y pierde vuelos»
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.