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Mikel Ayestaran
Corresponsal. Jerusalén
Sábado, 28 de agosto 2021, 07:14
Joe Biden prometió «cazar y hacer pagar» a los responsables del brutal atentado del jueves en el aeropuerto de Kabul y su amenaza se convirtió en el asesinato selectivo de dos miembros del brazo afgano del grupo yihadista Estado Islámico (EI). La primera respuesta de ... Estados Unidos llegó en forma de ataque con un avión no tripulado contra un «planificador y un facilitador» del EI en la provincia de Nangarhar, al este del país.
No se facilitaron los nombres, ni si tuvieron relación directa con lo ocurrido en Kabul, el Pentágono se limitó a informar que «dos objetivos de alto perfil de Estado Islámico han muerto y uno resultó herido, y no tengo constancia de víctimas civiles», en palabras del portavoz militar del Pentágono, el general William 'Hank' Taylor. La ansiedad por responder al atentado y la falta de precisión a la hora de revelar las identidades de los caídos sembraron dudas sobre la dimensión real de la operación.
Este ataque relámpago hizo encender todas las alarmas de nuevo en el aeródromo ante la posible respuesta del EI en un momento de especial vulnerabilidad para unas tropas extranjeras, que se encuentran en pleno repliegue. Hay una «amenaza creíble y específica», señaló el portavoz del Pentágono, John Kirby. En el ataque yihadista del jueves fallecieron más de 170 personas, entre ellas 13 marines y 28 combatientes talibanes. Según reveló 'The New York Times', el suicida se coló entre la multitud con un chaleco de 11 kilogramos de explosivo pegado al cuerpo y esperó a que llegara su turno para ser registrado por los marines en la puerta de acceso para inmolarse.
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Mikel Ayestaran
El atentado ha supuesto prácticamente el final de la caótica evacuación, los británicos realizaron su último vuelo con civiles y solo quedarán vuelos de Estados Unidos operando desde Kabul. Miles y miles de colaboradores se quedarán en tierra. Aun quedan 5.000 soldados de Estados Unidos que deben ir saliendo para concluir el repliegue el día 31. Por primera vez desde la instauración del Emirato los talibanes aseguraron que entraron dentro del perímetro del aeródromo y, vista la estrecha coordinación de los últimos días, parece que serán los encargados de velar por la salida segura de quienes han sido sus enemigos durante dos décadas. El Pentágono informó de la retirada de algunas de sus unidades de puestos de control en los que fueron relevados por los islamistas y los militares destruyeron también Eagle Base (Base Águila), el último centro de operaciones avanzadas de la CIA.
El brazo local del EI se denomina el Estado Islámico de Joramsar, nombre histórico de una región que reivindican como parte de su califato, que incluiría Pakistán. Lo forman yihadistas escindidos de los talibanes, que juraron lealtad al califa, Abu Baker Al Bagdadi, después de la autoproclamación del califato en Siria e Irak en 2014 y su bastión se encuentra en la provincia de Nangarhar, al este del país. Esta es la provincia fronteriza con Pakistán en la que se produjo el ataque del dron estadounidense.
Con el atentado en el aeropuerto quisieron dañar la imagen de seguridad que ofrece el Emirato y sembrar dudas sobre la capacidad de los talibanes de cumplir su promesa de que Afganistán no será base para grupos terroristas que amenacen a Occidente. Pese a la relevancia mediática de la operación, el califa sigue en paradero desconocido y no hay reacción alguna de Abú Ibrahim al Hashimi al Qurashi , sucesor de Al Bagdadi , a quien Washington considera el «terrorista más buscado». Bajo este nombre se encuentra Amir Mohammed Abdul Rahman al-Mawli al-Salbi, uno de los fundadores del grupo considerado un veterano de la línea dura, titulado en sharia (ley islámica) y que en 2004 pasó por la prisión estadounidense de Camp Bucca, al sur de Irak, donde conoció a Al Bagdadi. Ahora es la referencia máxima para quienes anhelan recuperar el poder que tuvo el califato en Siria e Irak.
Mientras la atención mundial se centra en la retirada final de Estados Unidos, los islamistas ya imponen su ley en todo el país y en Kandahar, su gran bastión, ordenaron a las emisoras de radio que silencien las voces femeninas y la música. En Kabul algunos de los ministerios y oficinas publicas reabrieron sus puertas y los islamistas dieron una semana de plazo a los ciudadanos para que entreguen cualquier tipo de material perteneciente al antiguo gobierno afgano, armas incluidas.
El presidente Joe Biden advirtió el sábado que un nuevo ataque contra el aeropuerto de Kabul es «muy probable» en «las próximas 24 a 26 horas», y comentó que el bombardeo estadounidense que mató a dos integrantes del grupo Estado Islámico no será «el último».
«La situación en el lugar sigue siendo extremadamente peligrosa y la amenaza de un ataque terrorista en el aeropuerto sigue siendo alta», escribió el presidente de Estados Unidos en un comunicado tras reunirse con sus asesores militares y de seguridad.
«Nuestros comandantes me informaron que era muy probable que se produjera un ataque en las próximas 24 a 36 horas».
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