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Las potencias del mundo presentaron ayer un raro frente de unidad en su reacción a la sorpresiva caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria, que ha desatado un cauto optimismo sobre el futuro del país árabe. Particularmente desconcertante fue la reacción del embajador ... ruso, que había solicitado de urgencia una reunión del Consejo de Seguridad para discutir la situación a puerta cerrada.
Al término de la misma, el diplomático ruso, Vasily Nebenzya, celebró la libertad del pueblo sirio, que ha estado oprimido durante casi medio siglo por un régimen que Rusia ha apoyado política y militarmente, y pidió garantías para proteger a la población civil y mantener la cooperación humanitaria. El dictador depuesto y su familia han recibido asilo político en Moscú, tras un avance relámpago que ha hecho a muchos analistas pensar que Rusia e Irán han dejado caer al régimen de su protegido. «Esto nos ha cogido a todos por sorpresa», disputó el embajador.
Con el argumento de que se trataba de consultas a puerta cerrada, Nebenzya y su colega chino resultaron parcos en sus declaraciones a la prensa. Más incómodo aún se encontraba el embajador sirio, Qusay al-Dahhak, que según dijo sigue representando al gobierno depuesto de su país. «Hemos recibido instrucciones, al igual que todas las misiones diplomáticas en el extranjero, de continuar haciendo nuestro trabajo para mantener las instituciones del estado en este periodo de transición de la historia siria», informó. «Representamos al pueblo sirio. Nosotros no tomamos decisiones, recibimos instrucciones del ministro de Asuntos Exteriores, que sigue en Damasco».
El hombre que durante los últimos tres años ha defendido en la ONU las atrocidades del régimen de Assad celebraba ayer con cara de póker «la nueva era», que ha dado comienzo con la caída del dictador. «Siria comienza ahora una nueva era de cambio, en la que el pueblo sirio está deseando construir un estado de libertad, democracia y apego a la ley», proclamó. Su misión, dijo, era recabar esfuerzos en la ONU, a la que dijo haber considerado siempre «un socio importante», para la reconstrucción del país «y un futuro más luminoso para todos los sirios».
Preguntado por la insólita situación en que se veía, Al-Dahhak se limitó a responder con seriedad: «Cuando los sirios están contentos, nosotros también».
Ayer denunció ante el Consejo de Seguridad, en carta enviada a su presidente en turno, EEUU, y al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, la invasión israelí de los Altos del Golán. Según ha justificado Israel, también por escrito, se trata solo de «una medida temporal defensiva» para evitar que sea ocupado por «grupos armados no estatales» durante el vacío de poder que ha dejado el régimen de Assad en esa zona fronteriza. El portavoz del secretario general, Stephane Dujarric, afirmó que esa medida viola los acuerdos de 1974, según los cuales no puede haber ninguna fuerza militar en esa zona de separación entre los dos países.
El enviado especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen, quien se encuentra actualmente en Ginebra, informó al Consejo de Seguridad por videoconferencia sobre sus esfuerzos para continuar las discusiones con actores internacionales clave. Dujarric admitió que ha habido contactos con los rebeldes que han tomado Damasco «por razones operativas», ya que en varias partes del país se han dado saqueos de los almacenes de la ONU. La organización tiene 1.800 empleados en Siria.
Guterres destacó el domingo la necesidad de aglutinar apoyo internacional para garantizar que cualquier transición política sea «inclusiva, comprensiva y represente las legítimas aspiraciones de la población siria». Ayer realizó consultas con los ministros de relaciones exteriores de Turquía y Catar «para reconstruir instituciones inclusivas que protejan los derechos de las minorías y avancen hacia la restauración progresiva de la integridad territorial de Siria», con la promesa de continuar esos contactos en los próximos días.
La ONU se encuentra con la disquisición de que el grupo que ha tomado el poder en Siria está catalogado como terrorista. El cambio de denominación le correspondería a los países miembros y, en concreto, al Consejo de Seguridad. El vice embajador estadounidense, Robert Wood, cuyo país preside este mes el máximo órgano de la ONU, admitió la necesidad de un documento «en los próximos días» que reconozca la nueva situación. «Hay mucha incertidumbre sobre lo que sucederá en el futuro, pero, desde la perspectiva de Estados Unidos, haremos todo lo posible para garantizar que nuestras fuerzas en la región estén protegidas, que nuestros amigos y aliados no estén sujetos a ninguna amenaza por parte de este nuevo régimen y que ocurra una catástrofe humanitaria», prometió.
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