María Rego
Domingo, 18 de junio 2023, 21:12
Hace algo más de cuatro meses que el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, tenía previsto viajar a China para rebajar la creciente tensión entre los dos países. Pero, apenas un par de días antes del vuelo, cualquier atisbo de acercamiento pinchó por la aparición ... de un supuesto globo-espía asiático en el cielo estadounidense. Con esos antecedentes, y en un escenario muy condicionado por la cuestión de Taiwán, resultaba difícil imaginar que las relaciones pudieran reconducirse en un plazo más o menos corto. Casi imposible pensar en un encuentro «largo, franco, profundo y constructivo» como el que tuvo lugar este domingo entre el propio Blinken y Qin Gang, ministro chino de Relaciones Exteriores, en Pekín.
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La reunión que se alargó cerca de seis horas sirvió a Blinken, el primer jefe de la diplomacia norteamericana en aterrizar en el gigante asiático en casi cinco años, y a Qin para abordar «la relación general entre los dos países sobre cuestiones importantes», según el primer comunicado de la cita recogido por el diario estatal chino 'Global Times'. La conclusión fue optimista: «Ambas partes han acordado proseguir con los encuentros de alto nivel». Ya lo dijo el secretario de Estado el viernes antes de pisar Pekín que «el punto de partida es la comunicación». Su intención es verse también en este viaje –de dos días que acaba este lunes– con el principal diplomático de China, Wang Yi, y no se sabe si lo hará asimismo con el presidente, Xi Jinping.
El aparentemente fructífero encuentro entre Blinken y Qin ha permitido, por ahora, acordar medidas para «alentar la expansión de los intercambios, tanto educativos como de persona a persona», entre las dos naciones o la ampliación de vuelos de pasajeros con facilidades especiales a «estudiantes, académicos y empresarios para que visiten el otro país con más comodidad».
Pero en la agenda también estaban temas como la reparación de las relaciones tras meses de tensión en ascenso, aliviar los conflictos comerciales –a raíz sobre todo de los aranceles impuestos durante la 'era Trump'– o la guerra en Ucrania, en la que China ha querido erigirse como mediadora con un plan de paz propio que la comunidad internacional recibió con frialdad.
Taiwán era otra de las cuestiones inevitables en la conversación entre los dos diplomáticos e incluso el ministro chino de Relaciones Exteriores admitió que se trataba del «riesgo más notable en las relaciones con EE UU». «Está en el centro de los principales intereses de China», recalcó Qin en la reunión, consciente de las diferencias sobre el reconocimiento de esta isla, que el Gobierno asiático considera una provincia rebelde –en lugar de un Estado– y espera recuperar sin descartar el uso de la fuerza. De hecho, las maniobras militares en la zona han hecho saltar las alarmas en más de una ocasión en el último año, por ejemplo, tras la visita de la anterior 'jefa' de la Cámara de Representantes norteamericana, Nancy Pelosi, o después de que la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, viajara a Estados Unidos.
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Pero el camino para mejorar la sintonía entre ambos países, a pesar de diferencias como ésta, por ahora insalvables, parece haber comenzado. Blinken invitó al ministro chino a ir a su país «cuando sea conveniente para ambas partes». Qin le trasladó su deseo de que Washington «exhiba una comprensión objetiva y racional sobre China» y «actúe en consonancia con Pekín» para «gestionar cualquier incidente inesperado de manera calmada, profesional y racional».
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