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Las cámaras que seguían la investidura de Donald Trump estaban empeñadas en destapar la mirada oculta bajo el ala del sombrero de Melania Trump cuando en el Capitolio apareció un abrigo rosa. Era el de Usha Vance (San Diego, 39 años), la esposa del vicepresidente, ... J. D. Vance. Los focos se dirigieron a ella como hacia un imán. En sus brazos, la pequeña Mirabel, de tres años, no dejaba de chuparse un dedo. La nueva segunda dama deslumbró. En las redes sociales corrieron de inmediato las comparaciones con grandes actrices. Un nieto de John F. Kennedy dijo que era más atractiva que su abuela, Jacqueline Kennedy Onassis. Los focos de la ceremonia tuvieron que repartirse entre Melania y Usha, la mujer de rosa, el color que en la cultura hindú refleja la fortuna y la prosperidad.
Años atrás, a J. D. Vance le sucedió como a las cámaras del Capitolio. Se enamoró, flechazo, de otra alumna de la Universidad de Yale, Usha Chilikuri. «Ella entendía instintivamente las preguntas que yo ni siquiera sabía hacer, y siempre me animaba a buscar oportunidades que yo no sabía que existían», escribió el hoy vicepresidente en su autobiografía. Venían de mundos diferentes.
En sus memorias, J. D. Vance se presenta como un niño marginal, crecido en una familia rota y violenta en un barrio industrial de Ohio empobrecido y sin salidas. Pero él si salió. Al ejército, a la universidad y al éxito empresarial. «No soy senador o gobernador, ni fui secretario de ningún Gobierno (...) Tengo un buen trabajo, estoy felizmente casado, tengo una casa cómoda y dos perros alegres», escribió Vance en el arranque del libro. Desde el principio, ella siempre está presente.
Usha es hija de emigrantes de India formados en un ambiente intelectual de clase media alta. Su padre es ingeniero mecánico del IIT Madrás y profesor en la Universidad Estatal de San Diego y su madre es bióloga molecular y llegó a ser rectora de la Universidad de California. La música y los libros formaron parte de su infancia y la de su hermana, Shreya. En varias publicaciones, sus amigos de entonces la definen como «una rata de biblioteca» y una «líder». Era, añaden, muy «competitiva» y a la vez, «solidaria». Redactaba los mejores apuntes de la clase y luego los compartía.
Estaba predestinada. En la Universidad de Yale se graduó 'summa cum laude' con una licenciatura en Historia. Luego asistió a Clare College, Cambridge, en Inglaterra, como becaria Gates Cambridge, y obtuvo un título en Filosofía en Historia Moderna. Su currículum continuó en Yale, donde en 2013 se doctoró en Facultad de Derecho mientras era la editora ejecutiva de un periódico de la universidad y colaboraba con organismos como la Corte Suprema y una entidad de ayuda a refugiados iraquíes. Hiperactiva y brillante.
Así se topó con ella J. D. Vance en Yale, cuando les tocó realizar un trabajo universitario en común. El impacto de Usha en la vida del vicepresidente fue total. En su biografía, confiesa que ella le ayudó a gestionar sus emociones y que ha sido esencial en su crecimiento y estabilidad. Le enseñó a manejarse incluso en la mesa. El chico de barrio obrero aprendió el protocolo de una joven y exitosa abogada que triunfaba en bufetes de prestigio. Se casaron en seguida, en 2014, y tienen tres hijos, Ewan, Vivek y la pequeña Mirabel.
Usha Vance conserva los cimientos de la fe hindú sobre los que ha edificado su personalidad. Ha arropado y asesorado a su marido durante toda su carrera política. Su papel ha sido discreto. Hasta que las cámaras se fijaron en un abrigo rosa diseñado por Oscar de la Renta. El genial modisto dominicano decía que «el glamour está en el cerebro, no en los ojos».
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