

Secciones
Servicios
Destacamos
La Universidad de Harvard fue fundada hace más de 300 años. Antes incluso que la declaración de independencia de Estados Unidos. Es más antigua que ... la Administración que ahora preside Donald Trump. Y no está dispuesta a tragar con las imposiciones del republicano que atentan contra su autonomía y su libertad académica. Un 'no' alto y claro a la actual política de la Casa Blanca que ha airado a su inquilino, quien ha decidido suspender subvenciones millonarias a la institución universitaria y baraja, además, acabar con la excepción tributaria que disfruta el centro.
Harvard es el primer miembro de la Liga Ivy -el club de los campus más exclusivos de EE UU- en hacer frente a lo que los críticos llaman el nuevo macartismo, el movimiento que intenta purgar la disidencia y suprimir el activismo político en las universidades. La Administración Trump señala a este histórico centro académico, levantado en Cambridge (Massachusetts), por las protestas contra la guerra de Gaza protagonizadas por sus estudiantes, que considera una expresión de odio hacia Israel y carga contra la institución educativa por «no haber hecho lo suficiente para eliminar el antisemitismo».
En el punto de mira de la Casa Blanca aparecen hasta sesenta universidades de élite, amenazadas con perder las ayudas del Gobierno si no se someten a una revisión ideológica al gusto del magnate. En el caso de Harvard, el Ejecutivo de Trump le puso 'deberes' en una carta de varias páginas: el desmantelamiento de los programas de diversidad, equidad e inclusión, la revisión del criterio de admisión de alumnos y de las prácticas de contratación o el sometimiento de ciertos departamentos -dedicados a estudios culturales- a auditorías federales para garantizar «la diversidad de puntos de vista». También le exige la prohibición de las organizaciones estudiantiles propalestinas y que evalúe la «hostilidad a los valores estadounidenses» por parte de los alumnos extranjeros.
Trump no se fía de quienes llegan a EE UU procedentes de otros países, tampoco cuando aterrizan en suelo norteamericano para formarse. El ultimátum de su Administración a Harvard incluye, de hecho, que la Universidad informe a la patrulla de inmigración para ayudar en la deportación de estudiantes extranjeros sospechosos por su actividad política. En las últimas semanas son varios los universitarios foráneos que han acabado detenidos en diferentes puntos del país -al menos una docena- y se ha retirado el visado a cientos de ellos.
Harvard se plantó el pasado lunes ante esta campaña. Lo hizo a través de una carta firmada por su presidente, Alan Garber, donde advertía que la institución «no entregará su independencia ni renunciará a sus derechos constitucionales» y denunciaba que las propuestas del Ejecutivo sobrepasan «la autoridad legal de esta o cualquier otra Administración» y se saltan las libertades protegidas por la Corte Suprema. El escrito, eso sí, reconocía la necesidad de prevenir el antisemitismo y otras formas de discriminación.
Unos días después, el viernes, profesores de la prestigiosa Universidad dieron un paso más y registraron una demanda -a la que no se ha unido aún el equipo directivo- ante un tribunal de Boston contra la Administración Trump al considerar que su intento de bloquear los fondos federales al centro es «peligroso e inconstitucional». Andrew Manuel Crespo, docente de Derecho de Interés Público en la institución centenaria, acusó a la Casa Blanca de tratar de «utilizar la presión coercitiva masiva y las amenazas para que las Universidades de todo el país se dobleguen» a sus intereses.
22.000 alumnos
suma la Universidad de Harvard, levantada en Cambridge (Massachusetts) y primer miembro de la Liga Ivy, que agrupa a los campus más exclusivos de Estados Unidos.
«La Administración Trump quiere controlar lo que se dice en nuestras aulas, lo que se dice en nuestros campus, lo que investigamos, lo que escribimos, las preguntas que hacemos y las respuestas que damos para ajustarlas a su agenda ideológica», criticó Crespo en el programa 'Democracy Now'. El profesor, que fue el encargado de interponer la demanda en Boston, no ocultó su «alegría» al leer la carta donde el presidente de Harvard aseguraba que «no se van a doblegar» ante el magnate y los suyos. A su juicio, el Gobierno trata de utilizar los programas de diversidad, equidad e igualdad como un código para que «dejemos de buscar la verdad sobre nuestra historia racial o de desigualdad social que no quiere que reconozcamos». El objetivo, dice, es evidente: «Eliminar la pluralidad de opinión, el pensamiento crítico, la protesta y la disensión, que es de donde sale el conocimiento nuevo».
La postura de Harvard supone todo un giro en su política, hasta ahora más conciliadora, tras aprender del sometimiento de la Universidad de Columbia a los planes de Trump o del colaboracionismo de Florida con la patrulla de inmigración. El año pasado, por ejemplo, el jefe del Departamento de Oriente Medio fue expulsado y al propio Crespo le echaron de la biblioteca por apoyar una protesta de estudiantes en favor de Palestina que tenía lugar en la sala. La reacción del alumnado ante la audaz respuesta de Garber a Trump ha sido, en general, de júbilo y orgullo. «Estoy muy contento de que haya tomado la decisión de no capitular y de respaldar los valores de Harvard», comparte uno de los universitarios, Ezekiel Wells.
Los alumnos saben también del impacto inmediato que tendrá la pérdida de recursos y financiación en una amplia variedad de proyectos académicos y de investigación. Aun así, Wells asume que la posición adoptada públicamente por Harvard evita entrar en una peligrosa espiral de tener que decir 'sí' a cada demanda de la Administración Trump. «Las preocupaciones sobre el futuro de EE UU superan a mis preocupaciones personales», explica. Otra estudiante, Maya Bodnick, ahonda en la aparente preocupación de la Casa Blanca por los universitarios judíos, como ella: «Es solo una pantalla». «Suspender los fondos para la investigación del cáncer no previene en nada el antisemitismo», zanja.
Pero no faltan quienes critican el camino tomado por la dirección de la Universidad. El Club Republicano de Harvard ha manifestado su descontento en un comunicado donde indica que el centro habría «consentido la pérdida de miles de millones de dólares» al negarse a revertir la «captura ideológica» en el que se encuentra.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.