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Todos claudican cuando el Gobierno les congela los fondos, Harvard no. La Universidad más prestigiosa de EE UU, alma mater de ocho de sus presidentes, ... cumplió el lunes su promesa de mantener el pulso a Donald Trump al presentar una demanda en la que acusa a su Gabinete de utilizar los fondos federales como método de «coacción».
Al hacerlo, la institución de educación superior más antigua del país no solo estaba defendiendo «su independencia» y su «derecho constitucional a la libertad de expresión», también escribía una página del manual para confrontar los ademanes despóticos de Trump y sus «demandas intrusivas», dijo el presidente, Alan Garber. Lo que está en juego es el futuro intelectual y académico del país. «Ningún gobierno -independientemente del partido que esté en el poder- debería dictar lo que las universidades privadas pueden enseñar, a quién pueden admitir y contratar, ni qué áreas de estudio e investigación pueden seguir.»
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El pasado día 11 la universidad recibió una carta del Ejecutivo en la que se le acusa de violar los derechos civiles «que justifican la inversión federal». La draconiana lista de remedios propuestos a lo largo de cinco páginas era, de facto, un chantaje para que se comprometa a eliminar la influencia de estudiantes, profesores y «administradores comprometidos con el activismo» en su estructura de gobierno, «reducir las formas de descentralización que puedan interferir con las reformas indicadas en esta carta», someter a auditorías de la Administración Trump todas las contrataciones para asegurarse de que no respondan a objetivos de diversidad o igualdad, prevenir la matriculación de estudiantes internacionales «hostiles a los valores americanos y las instituciones de EE UU», reportar a quienes lo hagan «incluyendo a aquellos con visado o residencia permanente» y purgar al cuerpo facultativo, «departamento por departamento», entre otras exigencias, todo ello bajo supervisión externa.
La extorsión pasa por retener miles de millones de dólares que el Gobierno federal otorga a la institución para investigación y proyectos educativos. Tras consultar con sus abogados, los gestores de la universidad llegaron a la conclusión de que las demandas eran tan extremas que la negociación sería fútil. La única solución posible era plantarle cara. Con ello también tomaban nota de la claudicación de la Universidad de Columbia, que tuvo que deshacerse de su presidenta en funciones y aceptar la reforma de sus órganos de dirección, sin que los 400 millones que le había congelado el Ejecutivo se hayan materializado aún.
Fiel a su principio de castigar cualquier insubordinación a su poder, Trump dio la orden de congelar 2.200 millones de dólares y amenazó con retirarle la exención fiscal de la que disfruta, para gravarle como a una entidad política, si sigue «promoviendo el apoyo al terrorismo». Los abogados de la institución han respondido con esta demanda, que enarbola la defensa académica de otras instituciones de todo el país con menos fuerza amenazadas por el Gobierno.
Con la excusa de combatir el antisemitismo y defender la meritocracia frente a las políticas de diversidad, la Casa Blanca fundó el mes pasado un grupo de trabajo que se dedica a revisar la actividad de todos los campus del país. «Como judío y estadounidense», el presidente de Columbia lamentó que el Ejecutivo haya elegido el antisemitismo como justificación para sus abusos y aseguró que la Universidad lo vigila de cerca.
Con ese argumento la actual Administración ha suspendido los visados de más de un millar de estudiantes y detenido a algunos con residencia permanente, como el palestino Manhmoud Khalil, cuya esposa, ciudadana estadounidense, dio a luz este lunes a su primer hijo, sin que el gobierno le permitiese asistir al parto. Khalil, como otros detenidos en plena calle por agentes de inmigración vestidos de paisano, fue trasladado a un centro de detención de Louisiana, a miles de kilómetros de donde fue capturado. Aún así, este martes una decena de estudiantes se encadenaron a las rejas de Columbia para protestar por su arresto.
La verdadera razón de este embate contra las universidades es, según el columnista de 'The New York Times' M. Gessen, que Trump está construyendo «un estado mafioso» centralizado en su persona, «el don (padrino) que distribuye dinero y poder, para lo que necesita despojar a otros actores de su dinero y poder». La de Harvard es la más acaudalada y poderosa del país, por su prestigio mundial, alianzas globales e impulso al debate democrático.
Las consecuencias de la política de Trump para desmantelar cualquier foco de oposición no se limitan al ambiente universitario, sino que serán «graves y duraderas», ha advertido el presidente de Harvard. La suspensión de los fondos pone en peligro las investigaciones que lleva a cabo en temas como el cáncer infantil, el alzhéimer, el Parkinson y la esclerosis múltiple, por citar algunas. «Las víctimas serán los pacientes del futuro y sus seres queridos», advirtió.
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