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Un mes después de la redada del FBI en mar a lago, el abogado de Donald Trump Christopher Kise le sugirió acercarse discretamente al Departamento de Justicia para negociar una resolución del caso que entrañase una seudo declaración de culpabilidad con una sentencia mínima. Tal ... vez algo que le permitiera salvar la cara, admitiéndolo como un descuido para pasar página.
En lugar de eso, Trump prefirió escuchar otras opiniones legales que resonaban más con su propio ego: los papeles eran suyos, nada ni nadie podía decirle lo que tenía que hacer con ellos, estaba en su derecho, para eso era presidente cuando se los dieron. Eso le dijo Tom Fitton, amigo y director del grupo conservador Juditial Watch, que todavía seguía calentándole la cabeza el lunes mientras devoraba un filete miñón en su club de golf El Doral. «He leído el pliego de la imputación y no veo la obstrucción de Justicia por ninguna parte», le dijo el miércoles al Washington Post.
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Mercedes Gallego
Trump apartó del caso a Kise, que aun así estaba el martes con él cuando se entregó en los juzgados de Miami, y puso al frente a Evan Corcoran, otro abogado que concurrió con él en la seriedad de los cargos y le instó a cumplir con las órdenes judiciales. El magnate tampoco le escuchó. «Nunca pensó que el FBI registraría su mansión y que podría enfrentar hasta 400 años de cárcel», dijeron sus asesores al rotativo.
Su negativa a escuchar el consejo legal de sus abogados y quedarse con las voces más pugilísticas que resuenan con la suya recuerda a su actitud tras la derrota electoral de noviembre de 2020, cuando prefirió escuchar al exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani y sus disparatadas teorías de fraude electoral. Entonces hubiera tenido que admitir una derrota. En el caso de los papeles clasificados, una mala conducta. «Es incapaz de admitir que ha hecho algo mal», ha explicado su ex jefe de gabinete, ex general John Kelly. «Quería quedárselos y no iba a permitir que nadie le dijera lo que tiene que hacer, para eso «soy el más listo».
Trump devolvió quince cajas, pero se quedó al menos con 64. La retención de esos documentos clasificados que afectan a la seguridad nacional, armas nucleares y países extranjeros se convirtió en una cuestión de ego. Ahora es también la base de su campaña, la que le permite recaudar fondos y presentarse como una víctima del «deep state» que promete desmantelar cuando vuelva a ganar las elecciones. Es también un incómodo obstáculo para sus rivales en las primarias del Partido Republicano, confrontados con la necesidad de comprometerse a indultarle si ganan las elecciones.
El alcalde de Miami, Francis Suarez, que el miércoles se convirtió en el único hispano de las próximas elecciones generales al arrojar su sombrero al ruedo como aspirante a la nominación presidencial del Partido Republicano, se ha encontrado este jueves con la pregunta en su primera entrevista con la cadena ABC. «Mira, si seguimos hablando de Trump no hay duda de que será el nominado», quiso atajar.
Es una de las muchas razones por las que Michael Shear, quien redactase los discursos de George W Bush, ha pedido este jueves al presidente Joe Biden en una columna de opinión que perdone a Trump por estos delitos y le ahorre al país un polémico juicio que sólo sirve para magnificar su presencia. «Estoy impactada de que a los republicanos no les importen sus delitos», ha confesado la primera dama Jill Biden a algunos demócratas, violando la línea oficial de no comentar. Su marido ha optado por no pronunciarse al respecto y ha dado órdenes a su campaña de no mencionar el caso para recaudar fondos. Para él, tener a Trump como rival es su mejor oportunidad de ganar las elecciones pero es posible que vuelva a subestimarle.
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